A la dramaturga María Velasco le coinciden dos obras en cartel, una en Burgos dentro del Ciclo de Teatro Joven, y otra en Madrid, como parte de la programación del Centro Dramático Nacional. En la primera juega con los textos de García Lorca para reinterpretarlos sin prejuicios, y en La ceremonia de la confusión confronta la España presente con aquella que celebraba la Transición. En ambas obras la autora viaja en el tiempo para contextualizar nuestro hoy.
En Lorca al vacío -obra que se estrenó en Madrid y se prolongó durante varios días dada la respuesta del público- María Velasco (Burgos, 1984) demuestra la contemporaneidad del autor granadino, integrando en la dramaturgia fragmentos de sus diálogos y obras. Textos originales dialogan con citas de Lorca provenientes entre otros del Romancero gitano o los dramas rurales. Pero sobre todo propone reciclar a los personajes y situaciones peor conocidos de su teatro fusionando disciplinas escénicas como la danza, el cante o el malabarismo.
La obra, creada a partir de un laboratorio de investigación escénica, se presenta de la mano del Instituto Municipal de Cultura y la Universidad de Burgos el sábado 9 de marzo en el Teatro Clunia. El montaje lo dirige Sonia Sebastián y lo lleva a escena la compañía Teatro de Cámara Cervantes, en colaboración con el INAEM, la Sociedad Cervantina y La Bacía.
Esperpento del siglo XXI
La otra obra que María Velasco muestra dentro de la programación del Centro Dramático Nacional es La ceremonia de la confusión, que se representará en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán de Madrid (plaza Lavapiés s/n), entre el 13 y el 24 de marzo, dentro del ciclo Escritos en la Escena.
«Entre la comedia y la tristeza, el chiste y la misiva, la moraleja y la amoralidad», la obra recupera la tradición del esperpento bajo la óptica del siglo XXI. Dirigida por Jesús Cracio (Mercado libre, Baldosas, Johny cogió su fusil), La ceremonia... versa sobre los azares y coincidencias alrededor de la muerte de un músico con dotes de liderazgo. En el bar de un tanatorio se reúne un grupo de viejos amigos «en su mayoría ‘supervivientes’ del fenómeno conocido como la Movida y de una España que se soñaba a sí misma cuna de una cultura (más gamberra)».