Las denuncias por botellón se desploman en los últimos 2 años

H.J. / Burgos
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La caída es permanente desde 2009, cuando se multó a más de 500 personas por consumo de alcohol en la calle, pese a que el número de controles se ha incrementado

El entorno del Castillo sigue siendo el mayor ‘botellódromo. - Foto: Valdivielso

 
Pudiera ser que el control del botellón haya dado sus frutos y que el fenómeno esté mucho más contenido que hace un lustro. O pudiera ser también que los jóvenes han aprendido a base de multas y optan por esconderse más y mejor para consumir alcohol en la calle. Por unas razones u otras, o la mezcla de ambas, el número de denuncias por cometer esta infracción contemplada en las ordenanzas municipales ha caído en picado desde el año 2009, y especialmente en los últimos dos ejercicios.
Según los datos facilitados por la Policía Local durante el último año se tramitaron 49 denuncias, lo que contrasta de lleno con las 360 de 2011. El desplome en la estadística es todavía mayor si se compara con cuatro años antes: en 2009 se registraron 546 actuaciones de este tipo, en el ejercicio siguiente la tendencia ya empezó a bajar hasta las 480, en 2011 quedó en las mencionadas 360, en 2012 se acentuó hasta las 99 y en el último ejercicio no pasó del medio centenar.
Las denuncias fueron el resultado de 744 controles, un número superior al de cualquiera de los tres años anteriores, en los que fueron identificadas 64 personas (desde la entrada en vigor de un cambio normativo solo se puede pedir la documentación a quien sea sorprendido in fraganti con la botella o el vaso en la mano) y fueron decomisados 28 litros de alcohol.
A finales del año pasado, cuando la tendencia hasta el otoño de 2013 ya permitía vislumbrar el claro descenso en las denuncias por consumo de alcohol en la vía pública, la Policía Local explicaba la bajada por varias razones. En primer lugar apuntaba a la propia efectividad de su trabajo, centrado durante años en los ‘botellódromos’ clásicos casi siempre situados en el entorno del Castillo. La insistencia de los agentes, semana a semana, ha dispersado a muchos de ellos.
Pero tal y como reconocen los agentes municipales, el botellón no ha desaparecido. Periódicamente al Ayuntamiento siguen llegando quejas de concentraciones de jóvenes bebiendo en distintos puntos de la ciudad, aunque ahora quizás más alejados de las zonas concurridas. 
Procuran desplazarse a lugares más apartados, donde molesten menos a los vecinos y se eviten así llamadas a la Policía. La parte superior de la antigua fortaleza de la ciudad es una buena opción para eso.
Además, otra de las causas del descenso en el número de intervenciones policiales reconocida por la propia administración local es que cada vez son más los jóvenes que disponen de locales alquilados, los conocidos popularmente como chamizos, para reunirse y tomar alcohol los fines de semana. Allí están abrigados y molestan menos, aunque la proliferación de estas lonjas provoca un número creciente de denuncias por problemas de ruido. Para muchos propietarios supone una salida de mercado. Ya que no hay comerciantes interesados en los locales, al menos gracias a los jóvenes consiguen obtener un mínimo rendimiento.
 
Efectividad. Las multas que la Policía Local puede imponer por consumo de alcohol en la calle no son, en general, de gran cuantía, pues parten de los 30 euros, pero tienen una gran efectividad sobre todo en el caso de los menores porque cuando llega la notificación a casa se enfrentan a la reprimenda añadida de sus progenitores. Mucho más seria es la sanción en el caso de los reincidentes, pues puede llegar hasta un límite máximo de 600 euros, así que resulta comprensible que quien ya ha sido advertido en una ocasión se lo piense muy bien antes de arriesgarse a semejantes cantidades.