Las sectas vuelven a los 60

SPC
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Estos clanes han pasado de ser en su mayoría sanadores y pseudoterapéuticos, como sucedía en la última década, a proliferar aquellos cuya creencia se basa en las drogas y en la naturaleza

Las sectas de corte pseudoterapéutico que han proliferado en la última década están cediendo espacio a las llamadas de discurso verde, es decir, aquellas cuyo ideal se centra en el contacto con la naturaleza y la experimentación con drogas, pero cuyo objetivo sigue siendo el mismo: captar jóvenes con estudios universitarios y algo ingenuos para lograr el poder.

Una influencia que luego se traducirá en dinero, explicó ayer el coordinador del Grupo de Trabajo sobre Derivas Sectarias del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña, Miguel Perlado, durante la presentación del estudio Conocimiento y percepción de la población española sobre las sectas.

Según este informe, casi seis millones de españoles han estado en contacto directo o indirecto con organizaciones que consideran clanes cerrados y el 15 por ciento asegura no conocer ninguna.

La mayoría las asocian al daño psicológico, al tráfico de personas y al abuso de menores, pero Perlado insistió en que se trata solo de un mito: una secta es «un proceso mucho más sutil» y ese «punto álgido de la violencia» solo lo alcanzan algunas.

«Hay que observarlas como un proceso, porque si no queda la foto fija de un gurú carismático que lava el cerebro y todos son débiles y están sometidos. No, hay un proceso interactivo que es muy complejo», subrayó.

El experto calcula que en España existen unas 250 y otro centenar de grupos «está bajo observación».

Aunque no hay un perfil exacto ni del adepto ni del líder, Perlado indicó que lo que sí posee el cabecilla es un «narcisismo patológico», ya que se trata de personas que «se nutren de las capacidades de los demás y parasitan en sus mentes».

Por su parte, la personalidad de la potencial víctima suele ser la de «una persona idealista, con estudios universitarios, con ganas de ayudar, que se desvive, que es algo ingenua, que quiere cambiar el mundo y que está insatisfecho con su entorno. No buscan personas taradas o problemáticas», destacó.

En suma, la señal de alarma debe estallar cuando existan «elevados grados de control coercitivo» que «fiscalizan hasta el más mínimo aspecto de la vida cotidiana», desde «decirte con quién debes juntarte a cómo debes pensar, con quién mantener relaciones sexuales o qué ropa ponerte».