El Archivo de Indias desvela el origen del retablo de San Pedro

S. Rioseras / Aranda
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El profesor Eduardo Vicario ahonda en la historia de la iglesia de Valdeande con un estudio que inició para publicar un artículo en la revista de verano que imprime el Ayuntamiento

Apasionado de su pueblo, el historiador y profesor Eduardo Vicario ha descubierto el origen del retablo de la Iglesia de San Pedro, en el municipio ribereño de Valdeande. Aunque lleva años estudiándola y mostrándola a los visitantes, junto al museo arqueológico que reúne las piezas más significantes encontradas en la villa romana de Ciella, el hallazgo se produjo hace escasamente un mes. «Me pidieron escribir un artículo con motivo de la publicación de la revista de verano y tuve tiempo de profundizar más en su procedencia», cuenta Vicario.

La conclusión de su estudio se deriva de los documentos del Archivo General de Indias que con tanto empeño ha analizado. De esta forma, ha podido certificar que fue un hijo del pueblo, Antón Camarero, quien encargó y financió la construcción del retablo, que data de mediados del siglo XVI. «Existe constancia de que en 1537, un valdeandino emprendió la aventura de las Indias para hacer fortuna y a su vuelta, agradecido al patrono del pueblo por la suerte que había corrido, hizo este regalo», comenta, señalando este pedacito del patrimonio ribereño.

Del citado caballero se conoce incluso su rostro, pues aparece en un medallón en la parte superior izquierda con un casco de conquistador. «Al otro lado hay otra cara -aún sin identificar- que no porta casco, lo que indica que es de un nivel inferior y que tiene menos dignidad», apunta. «Este retablo renacentista plateresco es impresionante. Como pocos de la zona», subraya, y reconoce que se valora mucho más desde fuera de la comunidad pues ya han sido muchos los especialistas que se han acercado al templo para escribir sobre «sus bruñidos de oro o  el estofado de colores de sus frisos», apunta. «Tuvo que costar mucho dinero», dice, entre risas.

Su contenido, asegura, es muy accesible, pues se creó pensando en la gente de la época: la mayoría, analfabeta. «Es un libro abierto», asevera, antes de detenerse a explicar cada uno de los lienzos que avanzan de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha.

LOS LIENZOS

«En el primer cuerpo se cuenta la vida de Jesús: la última cena, el camino del calvario, la ascensión y la resurrección», explica. «El segundo se centra en la vida de San Pedro, nuestro patrón: la negación, su encuentro con Jesús, su estancia en la cárcel y su crucifixión boca abajo», continúa. En el último tramo, el más alto, está dedicado a los santos de la zona: Santo Domingo Abad, San Bernardo, San Roque  y San Sebastián», enumera. En el centro, sobre la escultura del patrón, «una Inmaculada concepción en ascensión con San Miguel arcángel matando al diablo junto a los apóstoles Santiago y Juan. Y, arriba del todo, el calvario», finaliza.

El conjunto hace gala de un estilo renacentista que recuerda a la cultura romana. «Es un imitación en todos los sentidos porque, a pesar de haber sido creada a mediados del siglo XVI, recuerda a todo lo que se hacía en el siglo II o III», afirma. Desde la insignia de una bandera en la que puede leerse SPQR (Senatus Populusque Romanus) hasta los cuerpos musculados y semidesnudos de los protagonistas de las pinturas, en las que muestran controvertidas posturas. «Además todo parece estar en silencio a pesar de que se recreen martirizaciones. No hay ruido, eso es el Renacimiento. Está todo atemperado, no hay sentimiento».

A pesar de su aceptable estado de conservación, varios de los elementos se encuentran resquebrajados y amenazan con caer. «Algunos no tardarán en hacerlo», asegura Vicario, quien recuerda que el retablo fue restaurado en el año 1990. «Se trabajó desde enero hasta verano para limpiar las tablas que estaban negras por el humo de las velas y reforzarlas por el deterioro provocado a causa de la humedad y los cambios de temperatura. También se aplicó un tratamiento contra xilófagos».

CIELLA, VILLA ROMANA

Otro de los grandes tesoros de Valdeande se encuentra oculto a los ojos de la mayor parte de los visitantes: su villa romana, Ciella. Un complejo que Vicario trata de preservar y continúa investigando. Sin embargo, las excavaciones no se han retomado desde 1989 y, actualmente, se encuentran enterradas. Al menos dichos trabajos sirvieron para proteger la zona, ya que, seis años después recibió la catalogación de Bien de Interés Cultural (BIC) y la protección que ello conlleva. Si embargo, Vicario asegura «que aún queda mucho por descubrir» en el lugar.

Prueba de ello son los microhallazgos que se encuentran constantemente. «Muchas veces llega gente del pueblo con pequeñas piezas que estudio y voy incorporando al museo arqueológico». Se trata de una modesta pero vistosa estancia ubicada en las antiguas escuelas del pueblo, donde se recrean las diferentes estancias de una casa tipo romana. «Cocina, dormitorio y, por supuesto, una habitación de culto a los dioses», narra, mientras recorre otras salas que custodian un par de lápidas, pues a pocos metros de Ciella también existe una necrópolis.

El aula también cuenta con un mosaico del caballito marino que se ha convertido en su logotipo. «En la mitología griega se conoce como hipocampo», precisa, y cifra en 200 la media anual de visitas. Cantidad que se multiplicaría con una buena señalización. «El patrimonio hay que valorarlo, conservarlo y explotarlo», sentencia.