Volver a empezar en India

Gadea G. Ubierna / Burgos
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El burgalés José Antonio Hoyos cambió la ingeniería por la cooperación • Enseña francés a universitarias de castas muy bajas

El día en el que José Antonio Hoyos, burgalés de 42 años, sintió que se estaba «marchitando» tuvo claro que había llegado el momento de hacer un punto y aparte en la vida que había llevado durante catorce años en Madrid. Dejó su trabajo como ingeniero de Telecomunicaciones, vendió su apartamento y se paró a pensar tanto en lo que quería hacer como en sus habilidades para conseguirlo. Y así fue como hace tres años y medio se convirtió en profesor, primero en Tanzania y ahora en la India, donde enseña francés y coordina una Escuela Profesional de Idiomas para alumnos sin recursos y/o de las castas más bajas.
El cambio podría parecer brusco, pero Hoyos relata que en realidad ha sido «muy dulce». Simplemente, se dio cuenta de que podía hacer otras cosas gracias a su profesión, que había hecho de él un buen comunicador, y al dominio de varios idiomas: inglés, francés, italiano y, desde hace un año, también suaijli, lengua que aprendió durante su primera experiencia de voluntariado en Tanzania.
A este país de la costa este de  África llegó de la mano de la oenegé Born to learn (Nacidos para aprender, en castellano), cuyo objetivo es enseñar a niños que no pueden acudir a la escuela por falta de recursos. Hoyos se ofreció para enseñar inglés y allí pasó algo más de 15 meses de inmersión total. Cuando regresó a Madrid a finales de 2014, comprendió que no quería volver a las Telecomunicaciones y que tampoco deseaba seguir en Europa. Es más, explica que «tenía ganas y una especie de querencia por seguir con lo que estaba haciendo» y decidió contactar con la Fundación Vicente Ferrer, que lo contrató como profesor de francés para uno de sus proyectos en la India. En concreto, para la Professional School for Foreing Languages de Anantapur, ciudad ubicada en la segunda región más seca de la India, Andhra Pradesh.
El objetivo de este centro educativo es reforzar la cualificación de titulados de entre 22 y 25 años, desempleados y de casta dalit, «la más baja de los parias». Ofrece una formación intensiva en inglés- porque aunque es lengua oficial en India, Hoyos apunta que se habla «poco y mal»- y en un segundo idioma, que puede ser español, francés o alemán. Además, aprenden informática, contabilidad y claves para potenciar otras habilidades personales útiles a la hora de encontrar un trabajo en multinacionales ubicadas en urbes próximas. Después de cuatro años en activo y de 126 alumnos, la tasa de inserción ronda el 99%. Y eso no solo supone tener un salario con el que independizarse, sino ayudar a la familia.
Después de unos meses como voluntario con alojamiento y manutención incluidas, la fundación contrató a Hoyos como profesor de francés y jefe de estudios de este centro en el que cada año se produce alternancia entre varones y mujeres. Ahora, de hecho, están recibiendo formación 56 jóvenes universitarias que viven en régimen de internado y que visitan a su familia, casi siempre agricultores, una vez al mes. Y a los habituales retos para la plantilla este año se suma el tener a veinte chicas con alguna discapacidad física, casi siempre por polio. Eso en lo profesional, en lo personal hace tiempo que Hoyos dejó de ponerse metas. «No espero nada. Lo que  encuentro me enriquece, pero no está corto ni largo con respecto a ninguna expectativa», concluye.