«Me gustaría vivir en Salgüero todo el año pero con los niños sería muy complicado»

Aythami Pérez
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Mikel Aurreko nos enseña su pueblo adoptivo

Coger cangrejos en el riachuelo que bordea la casa es una de las diversiones de los niños. - Foto: Tomás Alonso

Diez temporadas lleva como portero del Burgos CF y aunque es de Bilbao, el pueblo de su mujer le ha acogido como uno más, si por él fuera alargaría mucho más las temporadas que pasa aquí, junto a su gran familia.

Con un café en la mano, en compañía de amigos en la cantina de Salgüero de Juarros, con los niños jugando tan libremente como descalzos en la calle, así pasa sus tardes de verano, las que los entrenamientos le dejan libres, Mikel Aurreko, portero del Burgos C.F. Y es que el hombre que lleva diez temporadas bajo los palos del Plantío nació en Bilbao hace 32 años pero sus veranos, desde que conoció a su mujer, son propiedad de este pueblo en el que nació y creció su compañera.

Aquí la gran familia que son conviven entre risas y alboroto en la casa de Aurelia, su suegra, «la jefa de la casa y la que me aguanta todo el verano», bromea Aurreko mientras la abraza. Y después de cumplir el rito inaugural del pueblo y ser arrojado al pilón al poco de conocer a Mari Jose, algo tiene que tener Salgüero y su gente que le ha conquistado hasta el punto de afirmar: «me gustaría vivir en el pueblo, lo que pasa es que durante el curso, con las actividades y el colegio de los niños, resultaría muy complicado». Tanto Eneko, de seis años, como Mikel, de cuatro, forman parte de las categorías infantiles del Burgos C.F. Son estos dos futuros futbolistas los que sorprendentemente le obligan a ver partidos de fútbol en la tele porque a él no le gusta mucho.

Estar aquí no es desconexión absoluta sino poder instaurar la comodidad, la libertad y la tranquilidad en su vida. «El pueblo está al lado de Burgos y aunque los dos estamos trabajando pasar los días aquí es como seguir de vacaciones. Además, los chavales se manejan solos por el pueblo». Los niños, una de sus debilidades, «me gustan los niños y, sobre todo, estar con mis hijos», tanto es así que comenzó a estudiar Educación Infantil con la intención de hacer posteriormente Educación Física, realizó las prácticas en los huecos que le dejaban los entrenamientos y «quedé tan encantado y estaba tan a gusto con los chavales que decidí no hacer Educación Física, pronto me dije: esto es lo mío».

Lo suyo también es estudiar, tiene claro que del fútbol no va a vivir siempre, «si no es el que viene o el siguiente a mí esto se me va a acabar, estoy alargándolo todo lo que pueda». Por eso, este año, su décima temporada como portero del Burgos, estudiará inglés, las oposiciones y tal y como le informó a su mujer «Mari, me he matriculado en psicología en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia)». Porque su idea es dedicarse a la docencia infantil porque a esas edades «el profesor todavía no es el malo, como pasa cuando son mayores».

No se trata de un futbolista al uso, tras 18 años en este mundo lo que más resalta de él es: «el fútbol es el medio de vida que tengo para lograr lo que quiero, tranquilidad y estabilidad». Además, le permite hacer lo que más le gusta, «estudiar y estar con mis hijos», porque como su mujer le describe «Mikel es padre, es un padre». La serenidad y sensatez resaltan cuando habla, comparte con su esposa la filosofía de vivir el momento, no esperar a un futuro más estable para realizar planes porque como explica «no sabes cuándo tendrás estabilidad ni lo que pasará en el futuro».

Ha tenido posibilidades de marcharse y cobrar un poco más de dinero que en el Burgos pero, al final, «valoras más la estabilidad que tienes aquí», afirma, por eso cuando mucha gente le pregunta que por qué lleva tantos años en el Burgos, él responde sin dudar: «porque no he buscado marcharme. Me fui al San Andreu dos años porque era una oferta irrechazable pero la tranquilidad que tengo aquí no la cambio por nada».

Encantado con la vida rural. «Está conmigo porque tengo pueblo» bromea su mujer, y es que Aurreko se muestra encantado con las épocas que pasan en Salgüero, tanto es así que confiesa que al principio «había días que me venía solo hasta aquí a pasar un rato». No faltan las rutas en bici por los alrededores, «para cansar a los niños», algo que califican como una tarea imposible, ya que todas las noches tienen que salir, aunque se hayan pasado la tarde intentando pescar cangrejos en el río que bordea la casa, recogiendo golondrinas que se han caído de árboles o acogiendo a gatos callejeros. Para Aurreko y su mujer este es el lugar ideal para ellos, «espabilan más aquí pero cuesta encauzarles al volver a la rutina».

Una casa de piedra, grande, acogedora, llena de flores de colores que Aurelia cuida, con una piscina, un riachuelo al lado y repleta de esos pequeños detalles que la convierten en un gran hogar para una gran familia, así es el lugar donde transcurren los veranos de la familia de Aurreko. Muchos otros ratos los pasa en la cantina, local que da mucho ambiente al pueblo y es el centro de la vida social de Salgüero, porque «soy mucho de café con amigos», reconoce.

Ahora se encuentra inmerso en la pretemporada, unas jornadas duras, de entrenamientos todos los días, excepto el domingo. Por ello, en sus vacaciones no puede permitirse estar completamente parado porque «recuperar luego la forma física es muy duro». Los montes y caminos que rodean Salgüero son lugares ideales para salir a correr y hacer rutas en bicicleta, aunque otra parte importante es medir y no pasarse con la comida exquisita que prepara su suegra. En definitiva, un plácido verano junto a su gran familia.