Dice Carlos Lozano, su ideólogo y promotor, que el Tablero de Música de la UBU, la cita musical de las tardes de los jueves del mes julio, es «el oasis» de Burgos; que el precioso jardín del Hospital del Rey que acoge los conciertos se convierte entre las ocho y media y las diez y media en un lugar de encuentro de amigos y amantes de la música que propicia instantes mágicos, que invita a la charla, al baile, al abrazo, al goce de estar al aire libre en una ciudad que vive a resguardo casi todo el año. La edición de este año, que concluyó ayer, se ha saldado con un éxito incontestable: han asistido una media de 2.000 personas.

Ya no puede hablarse de consolidación: hace años que esta cita está asentada. Hay que hablar de trabajo bien hecho, de cómo, superando presupuestos menores, el Tablero de Música se ha convertido en un reclamo esperado no sólo por el público, sino por los grupos que en él participan, ya que este ciclo ha entrado de lleno en los circuitos musicales de julio. Formaciones de todo el mundo que tocan en otros festivales de España acaban haciendo escala en Burgos. El Tablero es mucho Tablero. Le ha dado jaque mate a la crisis, superando incluso el punto de inflexión que se produjo hace cinco años, cuando empezó a cobrarse entrada. Los datos son reveladores. Las primeras ediciones, que eran gratuitas, congregaban una media de 300 personas. Esta última, de pago, ha concitado a 2.000 cada una de las cuatro tardes. «Hemos podido disfrutar de grupos internacionales, de diferentes estilos, y la respuesta ha sido fantástica, con un público siempre heterogéneo: niños, jóvenes, personas de mediana edad con un ambiente increíble y de buen rollo», apostilla Lozano.

La cita que sí que se ha consoliado ha sido la de los Conciertos Jacobeos de los martes en el Patio de Romeros. La música barroca o renacentista ha dejado paso al folk y al jazz con éxito de público: entre 1.400 y 1.500 personas.