Los años dorados del cine negro

R. Pérez Barredo / Burgos
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La editorial burgalesa Notorius publica la más completa obra sobre el film noir, en la que el periodista y crítico de cine Víctor Arribas disecciona 120 películas, todas ellas obras maestras del género

James M. Cain, que escribió El cartero siempre llama dos veces -entre otras novelas de género negro-, confesó en cierta ocasión que la adaptación cinematográfica de una de sus obras había superado con creces al original literario. Quizás no deba extrañar que la película a la que se refería el novelista sea considerada la cima del cine negro clásico americano -también llamado film noir-; no en vano, Perdición es tan sublime que el director Alfred Hitchcock declaró, después de verla, que las dos palabras más importantes del Séptimo Arte ya sólo podían ser: Billy Wilder, el genio que la llevó a la gran pantalla en el año 1944.

La editorial burgalesa Notorius acaba de alumbrar una obra imprescindible para los más irredentos cinéfilos y amantes del noir; una enciclopedia del género maravillosamente ilustrada y analizada con tanta pasión como precisión por el periodista y crítico de cine Víctor Arribas. El cine negro hace un repaso por las que son consideradas verdaderas obras de arte del género. La edición es doble, ya que Notorius edita conjuntamente la primera parte de esta obra (que fue publicada en 2011 y cuya edición se agotó casi nada más ver la luz) con la segunda. En total, son 120 películas que abarcan las tres décadas doradas del periodo clásico en que Hollywood dejó volar la creatividad inspirándose en las novelas y guiones de escritores como Chandler, Hammet, Burnett o el citado Cain.

«Me centro en la época clásica del cine americano -académicamente, entre los años 40 y 50, pero también incluye algunas películas de los años 30-, descartando el que se hacía en otros países», explica el autor del libro, que, movido por el dolor de haber dejado fuera de aquel primer volumen películas fundamentales, decidió embarcarse en el segundo y corregir algunas injusticias. «Había filmes como Perversidad, que es una película muy representativa del género negro, Cara de ángel o Cayo Largo, que tenían que estar», apostilla Arribas.

Para el autor, la película que pone fin al género entendido como cine clásico es Sed de mal, la cinta que dirigió Orson Welles en 1958. «A partir de ahí nace el post-noir, pero ya es otra cosa: las fuentes literarias son distintas, los ambientes, las atmósferas también. Y, sobre todo, los actores: han desaparecido Bogart, Edward G. Robinson, Ava Gardner, Barbara Stanwyck...».

Se trata, señala Arribas, de un cine irrepetible, que sedujo tanto a directores como a actores. «Sin ir más lejos, Wilder, un genio de la comedia, dirigió Perdición y lo elevó a los altares. Sucedió también con Fritz Lang, Raoul Walsh o Howard Hawks, que hizo maravillas comoEl sueño eterno. El cine negro llamó siempre a la puerta de los grandes directores aunque no fueran conscientes de que estuvieran contribuyendo a crear un género». Género que, subraya Arribas, «incluye a todos los demás. Y retrata lo peor y lo mejor de la condición humana, así como la fatalidad del destino y lo turbulento del pasado», apostilla.

Film noir

En su espléndido prólogo a la obra, Eduardo Torres-Dulce define así el cine negro: «Un ámbito existencial, una manera de mirar alrededor de la vida y a sus duras circunstancias. Un film noir  explora la noche o las horas que preceden al alba como una saloon song de Sinatra, la justicia o la policía como parte de un puzzle, los restos del naufragio del pacto social, el detective como una sombra que hubiera atravesado el espejo de Alicia, el asesino como un conspirador que se negase a aceptar que ya estamos al Este del Edén, a las mujeres como un sueño mil veces roto y siempre recompuesto en la duermevela o en los recuerdos más queridos».