Cura y titiritero

Gadea G. Ubierna / Burgos
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Álvaro Tajadura es el nuevo responsable de comunicación del Arzobispado y compagina el sacerdocio con la dirección de la compañía de títeres El Papamoscas, heredera de Karraskedo

Tajadura sigue dando vida a casi 200 títeres que acompañaron a Karraskedo a lo largo de su vida profesional. - Foto: DB/Ángel Ayala

Álvaro Tajadura sonríe cuando se le pregunta si no es un poco raro ver a un cura dirigiendo una compañía de títeres y después de matizar que en las representaciones nunca lleva alzacuellos, contesta que «los títeres y la Iglesia han ido siempre de la mano». Para explicarse, pone tres ejemplos. «El Monasterio de las Huelgas tiene una imagen articulada de Santiago prototípica, que servía para armar caballeros;el Santo Cristo de la Catedral es un Cristo articulado, ¿y qué es el Papamoscas? Otro títere autómata», dice, antes de añadir un cuarto:«Y eso sin olvidar al padre Manjón, que usaba títeres en sus catequesis», afirma.

Sea como fuere, lo cierto es que Tajadura es un apasionado de los títeres desde que era un niño y función de Karraskedo a la que asistía, representación que organizaba al llegar a casa. Su abuela le regaló los primeros muñecos y Tajadura se encargaba de darles vida en el salón de casa. Luego pasó a organizar funciones en la parroquia y con catorce años cumplió el sueño de poder aprender de su admirado Karraskedo. «Entré en la Escuela Municipal de Títeres y entre 2000 y 2007 fui actor manipulador de la compañía Los Gigantillos», explica.

Esos fueron también años en los que los miembros de la compañía fueron viendo cómo un espectáculo antaño imprescindible iba dejándose de lado hasta el punto de que el Ayuntamiento acabó cumpliendo la amenaza de echarlos del local de la calle Asunción de Nuestra Señora y, por último, dejó de contar con ellos para los Sampedros y otras fechas señaladas en la capital. El alma máter de la compañía, Karraskedo, ha contado en alguna ocasión que la actitud del Ayuntamiento y del entonces alcalde, Juan Carlos Aparicio, le provocó tal mezcla de ira y decepción que estuvo tentado de quemar sus más de 200 títeres. Pero, la voz calmada de varios miembros jóvenes del grupo y especialmente la de Álvaro Tajadura le hicieron recapacitar y conservar a Gigantín, la Bruja Pirulí, al conejito Camelín y otros tantos personajes implícitos a la infancia de tantas generaciones de burgaleses.

Así que Tajadura primero consiguió que les prestaran un espacio en el Seminario para guardar los casi 200 personajes que acompañaron a Karraskedo a lo largo de sus cincuenta años de vida artística y, después, se decidió a darles vida fundando El Papamoscas. «Fue una aventura. En 2007 veíamos que se perdía todo, que cincuenta años de trabajo se iban al traste y yo, de la forma en la que había vivido los títeres, me lancé a fundar El Papamosacas», explica, destacando que lo ocurrido con una compañía como Los Gigantillos «no hubiera pasado en ninguna otra ciudad».

En un principio, la compañía de Tajadura apenas tuvo actuaciones y repercusión en la capital. Al hecho de que el legado de Karraskedo pareció influir para que las relaciones con el Ayuntamiento no fueran del todo fluidas, hay que añadir que Tajadura debía compaginar su vocación religiosa con la artística y, además de ordenarse sacerdote, ha pasado tres años estudiando comunicación en el Vaticano. Sin embargo, nada más volver de Roma, Tajadura recibió la noticia que llevaban esperando tanto tiempo:Gigantín y el resto de títeres volverían a los Sampedros. Y además, por la puerta grande, con representaciones en el Río Arlanzón y en el Fernando de Rojas. «Los títeres no solo sirven para expresar hacia fuera, hacia el público, sino que también se genera algo muy interesante dentro. Nosotros somos siete, ocho o nueve amigos que disfrutamos muchísimo, nos lo pasamos mejor que los niños», explica Tajadura, que no es el único cura de la compañía. «Somos dos, luego hay otro que colabora y el resto son amigos de la parroquia», especifica.

Mensaje

Hasta ahora, todas las representaciones que han protagonizado tanto en Burgos como en otras localidades han mostrado espectáculos creados por Karraskedo, pero en la próxima Navidad esperan presentar uno propio. El primero de El Papamoscas. En este sentido, Tajadura explica que «los títeres son un medio de comunicación increíble para enganchar y conectar con los chavales, el mensaje se les queda de inmediato». Sin embargo, y por si acaso alguien tiene la duda sobre si Tajadura trata de adoctrinar o de transmitir el mensaje de la Iglesia mediante los espectáculos, él explica que «los principios que defiende la Iglesia no entran en absoluto en contradicción con los de los títeres: la paz, la justicia social, el amor... Pero para transmitir el mensaje de la iglesia hay otros foros, no se me ocurriría hacerlo mediante las representaciones», zanja.

En pocas semanas, Tajadura comenzará a ejercer como responsable de comunicación del Arzobispado, tarea que debe compatibilizar con la celebración de misas en la capilla de las Concepcionistas y, también, con Gigantín y compañía. «Voy a intentarlo, pero otros años salíamos en verano y el hecho de que varios seamos sacerdotes este año ya ha complicado que pudiéramos coincidir para actuar fuera de Burgos porque hay que cuadrar misas con representaciones... Es muy enriquecedor, pero a la larga habrá que pensar en dar el relevo», concluye.