Un gigante vencido

G.A.T. / Miranda
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Los pocos edificios que siguen en pie demuestran las enormes magnitudes que tuvo la factoría • Tras el proceso de desmantelamiento y las visitas de los ladrones solo quedan restos de un pasado que se detuvo de improvisto

Imagen tomada desde el tejado del edificio de la depuradora en la que se ven las pocas construcciones que aún siguen en pie en el enorme complejo industrial. - Foto: ENRIQUE.TRUCHUELO

 
Es realmente difícil imaginar cómo era esta fábrica realmente a plena producción. Apenas queda nada de lo que fue. Los montones de escombros, altos como un edificio, dan paso a amplias explanadas ya vacías de casi todo, en las que solo los surcos de lo que fueron las vías ferroviarias o los límites de lo que fueron construcciones permiten aún hoy atestiguar que allí hubo algo.
Caminar por el basto complejo de Rottneros es caminar casi por un desierto de ladrillos y cemento machacado en el que solo las dos chimeneas dejan testimonio de la envergadura de la instalación. Y en los poco edificios que quedan aún en pie, la sensación de que el tiempo se detuvo de forma brusca es total, aunque los saqueadores han hecho de las suyas y muchas zonas están revueltas y expoliadas.
Las dimensiones que tuvo la factoría son patentes a cada paso. Lo demuestran los imponentes edificios de oficinas que son de los pocos que se han salvado, o la impresionante estación depuradora, en uno de los extremos del complejo, junto al Ebro, que si quererlo se ha convertido casi en un museo sobre la realidad fabril de Rottneros y su declive. Sus piscinas, hoy llenas de lodo, la enorme cubierta curva que fue ejemplo de ingeniería y arquitectura de la época, sus puertas acristaladas con el símbolo de Fefasa... todo tamizado por el abandono y los años de inactividad que han dejado algunos rincones como el último día que un operario la pisó.
Buzos colgados de la perchas, actas del comité de empresa colgadas del tablón de información, latas de conserva que sirvieron de tentempié a los trabajadores, apuntes detallados de los datos químicos de la depuradora o incluso cuadrantes de trabajo que nunca llegaron a cumplirse. 
A cada paso los detalles son miles, y una sensación de melancolía envuelve al recinto, en el que existe un silencio sepulcral, solo roto por los golpes que algunas puertas o ventanas, ya sin apenas cristales ni picaportes, dan de vez en cuando movidas por el viento que se cuela por cada vano.
Junto al la depuradora otro edificio sigue en pie, y es probablemente el más impresionante de todos por sus dimensiones. Lo que fue en su día zona de almacenamiento de la paja y la madera que posteriormente se usaba en el proceso fabril pervive hoy como un gran buque varado en medio de la nada. Enormes columnas y dos cúpulas curvas conservan un puñado de toneladas de chatarra, cartones y papeles. Es lo poco que queda de Rottneros, de Scott, de Kimberly Klark, de ENCE... de La Fefasa.