Culmina la demolición de la mayoría de las instalaciones de Rottneros

G.A.T. / Miranda
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Entramos en el complejo de la antigua papelera donde apenas quedan las chimeneas como símbolo de lo que fue. Cien camiones al día sacan las toneladas de escombros en los que se han convertido las naves industriales

Las dimensiones de las chimeneas son enormes comparadas con la excavadora. - Foto: ENRIQUE TRUCHUELO

 
Para antes de que cabe el año se calcula que el complejo de la papelera Rottneros estará completamente desmantelado. Desde que a finales de 2011 comenzara el proceso han ido desapareciendo edificios y maquinaria. Gran parte de todo lo que este enorme espacio industrial surgido en los años 40 del pasado siglo fue se ha convertido en un solar de enormes dimensiones en el que apenas un puñado de edificios y las dos espectaculares chimeneas de ladrillo se han salvado.
La que fue la mayor fábrica de la ciudad y una de las mayores de todo el país, en la que miles de mirandeses han trabajado, es hoy un montón de ladrillo y cemento amontonado en pequeños fragmentos que va saliendo poco a poco, a razón de unos 100 camiones al día, de las instalaciones de la carretera de Logroño.
 «Ya tenemos todo hecho, y solo nos falta ir sacando el material, que hay que hacerlo poco a poco ya que hay un enorme volumen y no podemos colmatar las plantas de tratamiento que lo recepcionan», explica Javier Vidaurre, jefe de obra de la demolición de Rottneros hecha por la empresa navarra Erri Berri.
A pesar de ser una firma especializada en derribos de grandes dimensiones el reto de la papelera ha sido uno de los grandes, y no solo por el tamaño. Los operarios han tenido que realizar un exigente y concienzudo trabajo de gestión de los residuos, ya que el proceso no es tan sencillo como coger la máquina y empezar a tirar.
«Había muchas materias primas que utilizaban para su funcionamiento que ha habido que retirar y gestionar antes de demoler. Lejías verdes, lejías blancas, lejías negras, una planta química, fuel... y luego elementos metálicos y de diversos materiales que hemos tenido que extraer», dice el responsable de la demolición.
En la parte de derribo propiamente dicho también se ha encontrado con otros aspectos a resolver, como es la altura de algunas construcciones, para lo que han tenido que emplear una de las grúas más grandes del país que alcanza los 42 metros. Siete máquinas especializadas y hasta 20 operarios en los momentos de mayor exigencia que se han ido ‘comiendo’ poco a poco cerca de una treintena de edificios y una veintena de instalaciones fabriles como los almacenes de pasta a granel y de pasta de celulosa, el de motores, el de la turbina, los laboratorios, el de calderas, los silos, los depósitos...
Otra singularidad del derribo ha estado en la calidad con al que la planta se fabricó, que fue muy alta. Por ejemplo, había varillas en el hormigonado de una grosor tremendo, lo que también ha obligado a aplicar al máximo la maquinaria empleada para el corte. «Es cierto que te cuesta más, pero también es verdad que esa mayor calidad te ofrece una mayor garantía a la hora de trabajar, ya que se corren menos riesgos de que se caiga una pared lateral u otra zona distinta a la que justo está abordando con la maquinaria», comenta Vidaurre.
Lo que han tenido claro desde el inicio es que había que preservar, las dos chimeneas, además de algunos otros edificios que pretende comprar Gestamp. Las chimeneas han quedado solitarias en el centro del complejo, despojadas de todos los edificios que había a su alrededor, y dando así la impresión de ser aún más elevadas. «Es un símbolo de lo que esto fue, y ya sabíamos que no había que tirarlas, lo que está bien para que quede como recuerdo», expone el jefe de obra. De hecho son, en especial la más grande de más de 110 metros, unos de los pocos ejemplos de chimeneas de ladrillo que aún se conservan.
Para Vidaurre la demolición de Rottneros empezó siendo una más de las muchas que hacen por todo el país de grandes instalaciones. «Vienes y haces tu trabajo», dice, pero luego reconoce que ha ido coincidiendo con gente que trabajó allí, que estuvo décadas en la planta, y que poco a poco ha asumido «con cierta pena» el hecho de acabar tirando lo que tanto costó a otros levantar y lo que tanto empleo dio a los mirandeses.
De esta forma, en la instalación van quedando cada vez menos cosas, y se han preservado los edificios de oficinas, la nueva nave que se construyó poco antes del cierre para el SilviPak, la impresionante depuradora de aguas o el enorme edificio que hay en la zona trasera del complejo y que sirvió de almacén de paja primero y madera después. Casi todo ello se ha preservado para Gestamp, que podría reutilizar parte de las instalaciones para su planta de generación eléctrica a través de biomasa.
Por lo demás, van a quedar cerca de 1,7 millones de metros cuadrados de superficie industrial en una de las principales carreteras de acceso a la ciudad. Un terreno por el que apenas ha habido interés. «Es Gestamp la única opción firme que existe», reconoce el administrador concursal de Rottneros, Javier Andrés, recordando no obstante que todo el complejo está en venta, y que si finalmente Gestamp compra una parte aún quedará prácticamente la mitad del suelo para posibles compradores. El objetivo final es poder generar saldo suficiente para poder pagar a los exempleados de la factoría, a los que se les deben aún alrededor de 5 millones de euros en concepto de indemnizaciones y otras cuestiones.