Huella de alma y pluma

Samanta Rioseras / Aranda
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La asociación Telira rinde homenaje a Antonio Reis con el libro 'Los rincones del viento' • Una treintena de escritores recuerdan al poeta y amigo con textos que evocan a su persona

Algunos se toparon con él por las calles arandinas a las que tanto apego tenía, compartieron charlas y textos e intercambiaron admiración mutua. Otros, en cambio, jamás pudieron compartir un café con Antonio Reis, Arenasil, y ahondaron en su persona a través de sus poemas. Composición que ahora emplean una treintena de escritores para rendirle homenaje en un libro publicado por la asociación literaria Telira bajo el título Los rincones del viento.

«Todos los que le conocieron, quienes tuvieron la fortuna de acercarse a su persona, a su forma de ser y comportarse, aseguran que era como el viento, como la brisa porque en todos los sitios en los que estaba dejaba una pizca de su esencia», comenta la presidenta de la entidad, Rosa Gutiérrez. La explicación, aclara, no es de su cosecha. «Pertenece a un compañero de Telira. Yo no le conocí».

Dificultad añadida para capturar su figura en las ilustraciones que, junto a las de Ángela Gavilán, acompañan los textos. «Aún sin conocerle, le ha captado mejor que en ninguna fotografía», aseveró la viuda de Arenasil, Olga Araúzo, horas antes de asistir a la presentación del libro en el salón de plenos del Ayuntamiento de Aranda de Duero.

Consciente de que sería incapaz de hablar ante el público sin romper a llorar, aprovechó los instantes previos para lanzar un mensaje de agradecimiento a todos los escritores: «Están todos los que son, pero hay muchos que son y no han podido estar», comentó. «No puedo decir nada más que gracias», dijo, emocionada.

Para ella, Los rincones del viento es «volver a tenerlo aquí». Una mezcla de satisfacción, alegría y tristeza que comienza con el prólogo escrito por su hijo, Yago Reis. «Me destroza cada vez que lo leo», reconoció. «A él también le costó mucho hacerlo y mi hija ni siquiera ha podido escribir».

En cuatro páginas, Yago aúna cada faceta de su padre desde el punto de vista que él lo conoció: ese hombre junto al que recitó poemas de Manuel Machado mientras paseaba por el campo o quien le desveló los secretos de las letras de Francisco Quevedo con tan solo 12 años.

A su recuerdo le siguen los poemas de quienes les conocieron y de quienes le descubrieron en los libros. «Todos giran en torno a él y tratan de plasmar lo que él les transmitió como persona o a través de su obra», indica Gutiérrez. Aunque cada uno tiene su peculiaridad, tomó prestado algunos de los versos para recitarlos en la presentación: El principio del mundo empieza aquí  y ahora. Comienza cada instante que parto del recuerdo y viajo hacia el olvido de  un oscuro oleteo. Tan solo permanece la voz silente y seca de la palabra escrita recubierta de polvo.

Este es tan solo una de las muchas rimas que compendia la edición en la que también se incluyen poemas inéditos de Arenasil y un poemario que él tenía pensado sacar a la luz, pero que el alzhéimer le impidió. «Lo he leído mil veces», desvela Olga, quien firma los textos más duros. «No son precisamente alegres porque nuestras vidas en ese momento no lo eran», explica. «Todos van acompañados de la fecha en que fueron creados», comenta, mientras pasa las páginas del libro y se detiene en anécdotas vividas en Monsantos y Candás.

A este puerto asturiano viajaban cada año para cantar salomas junto a otros artistas. «El año de su muerte se las dedicaron a él. Ese mismo día terminé de escribir el poema que empecé dos años antes», recuerda, y comienza a leer: En el puerto lanzamos las salomas en mar abierto a acompañar tu viaje. Las palabras se fueron montando las gaviotas y en la noche cayeron sobre el agua lentejuelas de luna y volvieron los poemas cabalgando las olas.