Paciencia y esperanza; esas son las únicas palabras que se mueven en mi cabeza a pocas horas de que termine este año. Un año que ha hecho mucho ruido, demasiado; tanto que aún hay instantes ensordecedores cuando echo la vista atrás y recuerdo algunos de los momentos vividos. Por ello, he decidido despedirlo en silencio, desde la más estricta calma, simplemente dejándolo ir. Ya es historia, pasado. Y mientras él se desvanece en la noche, yo me pondré las gafas de mirar al mundo y a través de ellas contemplaré el sinfín de grandes acontecimientos que están a punto de llegar cargada de paciencia.

Paciencia: sí, algo que a estas alturas sé que es posible curtir si de verdad se tienen ganas, porque los que poseemos espíritu luchador somos realmente capaces de lograr lo que nos proponemos; eso es una realidad. Y siempre lo digo: si quieres, puedes; pero tienes que querer. Y yo quiero, ya lo creo que quiero; tanto que no pienso en otra cosa y hacerlo, me llena de esperanza.

Esperanza: ese es el único camino a seguir, recto y sin pensar en lo que queda atrás, mirando siempre al frente y segura de que todo va a salir bien, porque estoy más que convencida de que así será.

2016: un año que sin duda, aún no ha empezado y ya sé que será uno de los más importantes de mi vida; porque será el año de la curación, el año de volver a estar bien, de volver a cumplir sueños, de volver al punto en el que me quedé. Pero sobre todo, será el año de la ilusión. Porque la vida me lo debe.

¡Feliz Año Nuevo!