Monjas desde el altar

Ana Ramos / Burgos
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En las zonas de Salas y Pancorbo hay religiosas que celebran la Liturgia de la Palabra y de la Comunión • Su trabajo por la provincia está plagado de anécdotas

Concha, religiosa de las Hermanas del Niño Jesús Pobre, el domingo pasado en Tolbaños de Arriba. - Foto: Tomás Alonso

Que en los más de 1.200 pueblos burgaleses se celebre misa todos los fines de semana es misión imposible. Y si, a lo extensa que es la provincia, añadimos además la carencia cada vez más acusada que hay de sacerdotes, el problema se agrava. De hecho, por poner un ejemplo, mientras en 1977 había 587 curas residentes en Burgos, en 2013 la cifra ha caído hasta los 384. Yaún más preocupante resulta quecasi la mitad de los 433 que hay en la Diócesis, tenga más de 70 años.  En definitiva, que el envejecimiento y la falta de relevo sacerdotal son incuestionables.

Por todo ello, desde hace ya varios años religiosas que residen en Salas de los Infantes y Pancorbo viajan los fines de semana a los pueblos cercanos para celebrar lo que se conoce como Liturgia de la Palabra. El delegado para el Clero, Jesús Yusta, explica que esta parte de la eucaristía abarca desde el comienzo de la misma hasta el Ofertorio y que puede ser dirigida por un laico o por religiosas.«Obviamente, tiene que ser una persona preparada para poder realizar las oraciones, leer las lecturas y comentarlas, iniciar el credo y la oración de los fieles y asimismo dar la Comunión». La segunda parte de la misa se denomina Liturgia del Sacramento, que abarca desde el Ofertorio hasta el final. «Ésta, que incluye la consagración, sólo puede hacerla un sacerdote», aclara Yusta.

Concha, religiosa de las Hermanas del Niño Jesús Pobre, lleva en Salas de los Infantes, donde nació,  «toda la vida». Dirigió durante años el Colegio San José (ahora una residencia de mayores), que  estuvo abierto entre 1963 y 2002 y que llegó a tener hasta 250 niños. Por ello, es una persona muy conocida en la zona. Pero además,  ha cumplido las bodas de plata celebrando la Liturgia de la Palabra. «Empecé a finales de los 80 en Jaramillo Quemado. Años después se organizó en el arciprestazgo lo que se denominó ‘ministros de la palabra’ e íbamos en equipo a algunos pueblos como Campolara, San Millán, Iglesiapinta...», recuerda. Desde entonces, el trabajo ha ido cambiando «en consonancia» con el sacerdote que esté al frente. «Mi etapa más continuada y constante arrancó hace unos 15 años, con Pedro Juanes, que era el párroco de los pueblos de la Demanda», añade. Igualmente se han producido algunos cambios en lo que respecta a la celebración:«Yo en Jaramillo nunca di la Comunión».  

También Emilia, religiosa de la misma orden -que reside en Salas desde hace 10 años aunque nació en Arauzo de la Torre- está al frente de las celebraciones cristianas de algunos pueblos, concretamente en Cabezón, La Gallega y Marmolar. Normalmente alterna sus viajes y va un domingo al primero y el siguiente a los otros dos.«Las personas que acuden lo asumen con normalidad;se encuentran a gusto. La sensación es buena y además te lo agradecen porque para ellos es una oportunidad de salir y celebrar el domingo», explica.

A este respecto, Concha añade entre risas que ella tuvo que «pasar la reválida». Fue en Iglesiapinta, un pueblo donde conocía a bastante gente porque habían ido muchos niños al colegio. «Se murió una mujer y los vecinos entendieron que iba a ir un cura a celebrar la misa. Sin embargo, nos presentamos un seglar de Quintanar y yo -era cuando íbamos en equipo- y se sorprendieron al vernos llegar. Había habido un mal entendido, pero al final sí que tuvimos la celebración; el viudo, que además no tenía hijos estuvo muy agradecido.Fue una experiencia particular, pero también bonita», apunta.

Otra anécdota que a Concha le gusta recordar tiene lugar cada vez que va a Huerta de Arriba. Hay un vecino que le pide la Comunión para llevársela a su mujer a casa.  «A ella le es imposible acudir y como son personas muy religiosas lo hacen así», apunta.

Emilia, por su parte, también  guarda en su memoria algunas vivencias curiosas. Por ejemplo, una ocasión en la que estaba rezando un Credo que era más corto y un señor le dijo:«No me importa, pero mejor si rezamos el largo...». Y así lo hicieron.

MEDIA HORA

Normalmente, estas celebraciones tienen una duración de media hora y con cierta antelación -y junto a los párrocos de la Sierra de la Demanda, Eusebio Díez, y Hacinas, Crisanto Báscones- hacen una planificación para saber a qué lugares tienen que ir cada semana. Y es que la lista de la Sierra de la Demanda es larga: Riocavado, Barbadillo, Barbadillo del Pez, Monterrubio de la Demanda, Huerta de Arriba, Tolbaños de Arriba, Tolbaños de Abajo, Huerta de Abajo, Vallejimeno y Quintanilla  Urría.

En ese amplio calendario también figura la residencia de San José, de Salas. Cada sábado por la tarde, Concha -acompañada de una seglar, Teresa Alcalde- hacen la celebración. «Cada lugar tiene su encanto y eso también lleva a adaptarse a las circunstancias». De hecho, cuenta que, por ejemplo en la residencia,  se concentran un montón de personas en silla de ruedas y gente con dificultades para moverse. «Por eso, siempre empiezo contándoles una noticia buena para arrancarles una sonrisa».Otras situaciones diferentes se dan en Tolbaños de Abajo -donde el día que hay mucha gente se reúnen 20- y  Huerta Arriba, donde se puede llegar a 80 y el día que menos son 40 ó 50.

«Lo cierto es que en los pueblos hay mucho arraigo. Yeso que en los dos últimos inviernos se ha notado un bajón tremendo porque en muchos se les llevan los hijos o incluso por fallecimientos. En verano, por fortuna, la participación sube», dice Concha. Al mismo tiempo, explica que «la cantidad no es lo más importante porque a veces la asistencia es sencilla y limitada, pero es muy rica porque los valores son muy profundos».

Lo que también es una realidad es que apenas acuden niños. «En el sitio donde participa más gente de todas las edades -porque en general la media es muy alta- es Huerta de Abajo», comenta Concha, y añade que cuando hay niños, intenta implicarles para que recen también el Padrenuestro y den la paz.

Por otro lado, subraya que su «aspiración» es que el día que ella no acude a la celebración, los vecinos también se junten. «Esto para mí fue una experiencia especialmente interesante en Monterrubio el Día de  Pascua de este año. Tenía que acudir yo, pero se murió una hermana nuestra:Alicia. No pude ir y luego me dijeron que algunos vecinos quisieron avisar de que yo no iba a estar pero después pensaron que lo mejor era no decir nada y así todos se juntaron en la iglesia. ¡Qué bonito!. La comunidad cristiana se reúne porque Jesús es el que convoca y la persona somos algo accesorio», resume, aún emocionada al recordarlo.

La preparación de la celebración requiere su tiempo. Concha asegura que tiene como libro de referencia el de la Conferencia Episcopal, en el que se habla de ‘celebraciones sin sacerdote’ o ‘en espera de sacerdote’, como se denomina en una edición más reciente de esta publicación. Junto a ello, a veces también consulta otros libros que le sirven como orientación para la homilía. «A mí me gusta que la oración sea dialogada».  

A este respecto, Emilia dice que es un trabajo que «enriquece porque tienes que prepararte. Te ayuda a reflexionar sobre la palabra. Yla sencillez y humildad de la gente para escucharte también es gratificante». Por su parte, Concha confiesa que «es un trabajo duro. Vuelvo a casa cansada porque la celebración te exige un esfuerzo y no eres profesionalmente celebrante. Pero al mismo tiempo es una oportunidad y un reto».

Para el sacerdote Jesús Yusta, «estas experiencias están llamadas a multiplicarse. Y con el tiempo, serán los mismos creyentes quienes se reunirán por sí mismos. Será éste un signo de madurez en la fe. El sacerdote pasará para animarles y celebrar la eucaristía muy de tarde en tarde. Como creyentes esto no nos asusta. Sabemos que el que realmente cuida de la Iglesia es ‘Otro’. Los demás, hacemos lo que podemos y llegamos hasta donde llegamos».