Relevo generacional francés

I.M.L. / Coruña del Conde
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Bodegas Coruña del Conde, creadas por el admirado Alberto López Calvo, han resurgido en manos de su nieto galo, que dejó atrás su vida para asentarse en el pueblo y seguir la estela de su abuelo

 
Nos hemos acostumbrado a historias de jóvenes españoles que emigrando para buscarse la vida, pero hay excepciones que demuestran que las raíces tienen una fuerza inquebrantable que provoca movimientos migratorios inversos. Es el caso de Julien Ben Hamou López, un joven francés de 29 años, hijo de marroquí y española que lleva casi dos años residiendo en Coruña del Conde. 
Su abuelo no era un ribereño más aficionado al mundo del vino. Era Alberto López Calvo, un nombre que evoca la figura de un personaje fundamental en la creación de la denominación de origen ribereña, que supo compartir sus conocimientos con grandes y pequeñas bodegas, aprendidos en los más de 40 años en Burdeos, donde emigró en 1952 y aprendió los secretos de la tonelería, el cuidado de las viñas, las distintas variedades y la forma de sacar todo el partido a las uvas de calidad. Al jubilarse, regresó con su mujer, Irene, a su pueblo natal y fundó Bodegas Coruña del Conde, con cuatro hectáreas de viñedo plantadas por él y una producción de 15.000 botellas. Cifras reducidas que le permitían disfrutar de su labor y hacer unos caldos únicos, con personalidad, que llegaron a mesas como la del banquete de boda de los ahora reyes, Felipe VI y doña Letizia.
El abuelo Alberto falleció en diciembre de 2012, no sin antes transmitir su amor por la tierra a sus descendientes. Un amor que cuajó de manera muy profunda en el corazón de Julien. Este joven entusiasta recuerda sus visitas al pueblo de su madre. «Volvíamos varias veces al año a Coruña, en vacaciones de Navidad y nos pasábamos los meses de verano aquí, hasta participábamos en la vendimia, toda una fiesta familiar», relata. Tras el funeral del cabeza de la familia, Julien regresó a sus negocios textiles, regentando su propia firma. «No se me iba de la cabeza la imagen de la bodega abandonada, todo manga por hombro, y el legado de mi abuelo ahí, cogiendo polvo», confiesa.
Tras mucho pensarlo, en octubre de 2013 dio un giro radical a su vida, abandonó su domicilio en Barcelona, su empresa y se fue a vivir a la casa familiar en Coruña. «Llegué con una mano delante y otra detrás, sin saber nada de viñas o vino más allá de lo que había ayudado a mi abuelo, pero tenía la firme idea de mantener el legado que nos había dejado», sentencia Julien, al que todo el mundo en el pueblo conoce por su nombre traducido, Julián.
La vida le reservaba otra sorpresa: se reencontró con Angélica Amo López, hija de descendientes de Coruña, a la que conocía desde siempre, con la que había jugado de niños y que se ha convertido en su media naranja en la vida personal y en su mano derecha en la profesional. «Juntos hacemos todo, incluso nos hemos puesto el mono de albañil para ir reformando poco a poco la bodega para mejorarla», reconoce con un brillo en la mirada.
Ambos se han volcado con el proyecto. De momento, están comercializando los vinos que dejó envejeciendo en barricas el abuelo Alberto. Mientras, en el campo, miman de manera natural 24 parcelas con un 80% de viñas centenarias con cuyo fruto van a elaborar nuevos vinos. Su primera añada saldrá al mercado a principios del próximo año, con una marca que van crear. Una labor que reconocen que no sería posible sin la ayuda de muchos de los amigos que dejó su abuelo, a los que piden ayuda siempre que lo necesitan, y, sobre todo, a toda la familia López, que aporta sus manos en la vendimia y su corazón para que la memoria de Alberto López Calvo perdure en sus caldos.