Construyendo Atapuerca

DB / Burgos
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Los tres codirectores, Eudald Carbonell, Juan Luis Arsuaga y José María Bermúdez de Castro, analizan cómo se ha construido el proyecto Atapuerca y cómo un proceso de tipo científico y académico acaba también en uno cultural turístico y económico

Los tres codirectores, en la Sima del Elefante de Atapuerca el pasado viernes. - Foto: Alberto Rodrigo

Hace una quincena de años los responsables de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE) de Barcelona nos pidieron a uno de nosotros (Eudald Carbonell) impartir una conferencia sobre el proyecto Atapuerca. Estábamos convencidos de que solamente querían una charla científica. Sin embargo, cuál fue nuestra sorpresa cuando nos dijeron que lo que les interesaba era que explicáramos como se había construido el proyecto científico del complejo de yacimientos ubicados en la sierra de Atapuerca. Querían conocer de primera mano su estructura interna y su proyección nacional e internacional. Quedaba claro que los organizadores del evento mostraban más interés por el proceso organizativo y humano de este proyecto, que por  los descubrimientos científicos.

Esta propuesta nos obligó a hacer un ejercicio de reflexión de cómo se había ido estructurando todo el proceso desde su inicio. Como todo el mundo conoce, el Dr. Emiliano Aguirre inició este proyecto en 1978 y muy pronto comenzamos a colaborar con él. En 1991, la dirección pasó a los tres firmantes de este artículo. Llevamos pues más de dos décadas dirigiendo un proceso que comenzó hace 35 años. Por los resultados y su continuidad se trata de un proyecto consolidado y singular en el marco de las ciencias de la vida y de la tierra y de la ciencias sociales. Este proceso no hubiera sido posible sin la Junta de Castilla y León y sin los planes de investigación de los sucesivos ministerios responsables de la ciencia en España

En el transcurso de este largo período de tiempo se han realizado descubrimientos, publicaciones y una comunicación sistemática de la ciencia a toda la sociedad. Las ideas, los conceptos y la forma de trabajar han ido madurando como consecuencia de la durabilidad y estructuración del proyecto. Poco a poco se ha configurado un programa de acción científica y social basado en lo que hemos ido aprendiendo sobre evolución humana, un ámbito científico prácticamente desconocido en nuestro país hasta que se produjeron los primeros hallazgos en Atapuerca.

En los últimos años se ha producido un crecimiento exponencial del proyecto, tanto en la envergadura del equipo científico, como en el desarrollo de la estructura social académica y cultural del mismo. Se ha pasado de un reducido equipo de investigadores profesionales y muchos estudiantes, a una más que notable estructura científico-económica, única en su género.

Nuestro objetivo al redactar este documento es analizar cómo se han construido los cimientos de este proyecto y cómo un proceso de tipo científico y académico acaba también por transformarse en un proyecto cultural turístico y económico para una región. Este análisis, basado en ideas y hechos, nos tiene que servir para mejorar las estrategias y poner de manifiesto que se pueden desarrollar protocolos a  partir de experiencias como la que hemos vivido. Desde la dirección de cualquier proyecto científico se puede actuar como promotores de nuevas operaciones científico-económicas en otros territorios.

Siempre hemos pensado que el funcionamiento de un equipo científico con voluntad socializadora tenía que sustentarse en tres elementos, del modo que lo hacen las ‘patas’ de un trípode. Este era nuestro presupuesto inicial. El primero de ellos es la investigación al más alto nivel que, por descontado, incluye su proyección internacional. Sin investigación es imposible poner en valor los hallazgos. En segundo lugar y no menos importante está la academia, que permite formar investigadores tanto en el aspecto teórico como en el práctico. La tercera pata es la socialización y la comunicación de la ciencia a la sociedad.

Los tres elementos han estado siempre en los planteamientos de todo el equipo y de forma muy substancial en la dirección del mismo. Este trípode sustenta la voluntad de modificar y mejorar el funcionamiento de los equipos científicos y de su relación con la sociedad. Una evolución del pensamiento social en un momento donde la ciencia puede darnos las claves de la evolución de nuestra especie.

Quedan así expuestos los principios activos sobre los que se ha constituido el núcleo duro de nuestro planteamiento estratégico como científicos que constituimos el Equipo Investigador de Atapuerca (EIA). A partir de estos, que al inicio fueron más deseos que realidades, hemos ido desarrollándolos de acuerdo con nuestra capacidad operativa y convirtiendo en realidad algo que parecía utópico, la socialización del conocimiento de la evolución humana.

Gracias a los espectaculares descubrimientos arqueo-paleontológicos y a su publicación en las más importantes revistas científicas internacionales, como Nature, Science, PNAS, etc, el prestigio del EIA ha ido creciendo poco a poco. Este crecimiento ha posibilitado llamar la atención de las estructuras del Estado, así como de organizaciones sociales, culturales y económicas dispuestas a colaborar en la tarea de gestionar este proceso.

Lo más característico del EIA es que se ha basado en su propia estructura para poder organizarse y crecer de acuerdo con la estrategia planteada anteriormente. Podemos afirmar, en cierta manera, que el equipo se ha hecho a sí mismo, construyendo su propia organización y resolviendo cada de uno de los problemas que han ido surgiendo en su camino. Nadie de la dirección tenía conocimientos adquiridos en escuelas empresariales, ni contacto con el mundo de la organización de fundaciones y empresas. El proceso se ha basado en el autoaprendizaje, que se ha puesto a prueba de forma experimental mientras se construía. La teoría de la evolución, el trabajo de campo y nuestro interés por construir estructuras de uso público también han influido en esta concepción. Una gran parte de las personas que forman el EIA se han formado como una verdadera cantera.

A través de los planteamientos anteriormente expuestos, el EIA llega a finales del siglo XX en plena fase de maduración, no sin antes haber pasado por un largo período de aprendizaje y de internalización. Así entramos en el siglo XXI, consolidando todo lo aprendido, con capacidad de crecimiento y con la experiencia suficiente para asumir retos que no éramos capaces de prever en años anteriores. Por descontado, el crecimiento genera un estrés organizativo y la necesidad de reestructuración para enfrentarnos a las exigencias de una ciencia que no se detiene. No podíamos dormirnos en los laureles de los éxitos de la última década, sino avanzar, progresar y mejorar. Con ese espíritu de superación hemos podido dar un salto cualitativo en los últimos años.

Inicio de la

secuencia principal

Pero no ha sido un camino sencillo. Como muchos podrán recordar, durante los primeros años del proyecto solo se intervenía en tres lugares de la sierra durante las campañas anuales. Poco más se podía hacer con un equipo reducido y con escaso presupuesto. En los años 90 del siglo XX comienza la reestructuración y se produce un cambio de estrategia. Poco a poco se incrementa la superficie excavada y se llega a intervenir hasta en ocho lugares distintos. La idea básica era conocer diferentes momentos del Pleistoceno y disponer de un visión lo más completa posible del tiempo geológico representado en los yacimientos de Atapuerca.

En pocos años pasamos de los 30 excavadores que trabajábamos en los años 80 a los más de 200 en la actualidad. Un crecimiento casi exponencial. De este modo, la enciclopedia de la historia de Europa tendrá más páginas en las que basar sus investigaciones. Ese salto cualitativo exige cambios en el trabajo de campo y un creciente apoyo logístico. Pero se consigue intervenir en cuatro complejos distintos, que nos permiten desarrollar esa nueva estrategia. Se trata de conseguir un peritaje espacio-temporal diacrónico de todo el registro arqueo-paleontológico de la sierra de Atapuerca, interviniendo en cronologías del Pleistoceno y Holoceno, que abarcan un tiempo geológico desde hace 1,3 millones de años hasta la actualidad. Los Complejos intervenidos son los siguientes:

 

El Complejo número 1 se denomina Cueva Mayor-Cueva del Silo y consta de varias localidades: Sima de los Huesos y Cíclopes (Pleistoceno medio), Galería de las Estatuas (Pleistoceno superior) y el Portalón (Pleistoceno-Holoceno).

El Complejo número 2 está constituido por los rellenos de la Trinchera del Ferrocarril: Cueva de la Sima del Elefante, Complejo tres Simas-Galería-Covacha de los Zarpazos, Cueva de Gran Dolina y El Penal. Los tres primeros rellenos sedimentarios están actualmente en proceso de excavación y tienen información sobre el Pleistoceno inferior y medio.

El Complejo número 3 está formado por la Cueva el Mirador (Pleistoceno-Holoceno).

El Complejo número 4 está formado por los yacimientos al aire libre de la sierra de Atapuerca: Hundidero, Hotel California, Fuente Mudarra, y el Valle de las Orquídeas (pertenecen al Pleistoceno superior).

El esfuerzo realizado en el trabajo de campo nos generó un desajuste del sistema y nos obligó al crecimiento en el número de científicos y de excavadores que conforman actualmente el equipo. No se podía metabolizar el cambio realizado sin crecer en estructuras y personas. El objetivo era trasmitir la fuerza motriz de los descubrimientos y su análisis a la academia y a la sociedad. Y para llevarlo a cabo hacía falta construir estructuras. Este objetivo también requería reforzar y generar un programa más amplio en el que se tuvieran en cuenta los diferentes proyectos y excavaciones, de manera que se construyera un fuerte nudo teórico que pudiera soportar y articular el trabajo de campo y las publicaciones científicas, así como incrementar la sociabilidad entre los miembros de los distintos proyectos. En este sentido, la retroalimentación es básica para poder continuar creciendo y estructurando. Es importante aclarar que la nueva estrategia no ha surgido como un capricho sino como una necesidad.

En primer lugar, España no podía quedarse atrás en el ámbito de las ciencias que se articulan en torno a las investigaciones sobre la evolución humana. Estos ámbitos se incluyen dentro del estudio del período Cuaternario, del que forma parte la genealogía humana. La península Ibérica es uno de los territorios más interesantes para conocer la evolución de varias especies humanas en el Pleistoceno y Holoceno y no se podía desaprovechar esa oportunidad.

En segundo lugar, siempre decimos que no se excava por excavar a la espera de sorpresas agradables. La excavación es el método más importante que tenemos para contrastar las hipótesis que forman parte de nuestro proyecto científico. Las excavaciones tienen una direccionalidad muy clara y la elección de los Complejos descritos no se ha realizado por azar, sino por una exigencia del proyecto.

Este entramado de investigación que hemos descrito tiene que ser soportado por una buena academia, por lo que el eje de pedagogía y educación científica en universidades tiene que reforzarse con graduados, masters y doctorados. La academia traslada nuestra experiencia en el campo científico y permite construir una escuela académica práctico-teórica consistente. Así conseguimos no perder energía en el proceso y aprovechar todos los resortes de inserción social de la ciencia y del pensamiento evolutivo. Los masters en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, Universidad de Burgos, Universidad de Zaragoza y Universidad Complutense de Madrid son el resultado de este proceso.

Hace ya muchos años iniciamos el proceso de socialización de los yacimientos mediante jornadas de puertas abiertas, que se llevaban a cabo durante las campañas de excavación. Fue una gran experiencia, pero nos dimos cuenta de que este proceso tendría que profesionalizarse y convertirse en una acción sistemática.

De la mano de la Fundación Duques de Soria comenzaron a realizarse visitas a los yacimientos de Atapuerca, conducidas por guías muy bien formados. Este proceso continuó más tarde con la actuación de la Junta de Castilla y León, que contrató los servicios de la Asociación Cultural de Amigos del Hombre Ibeas y Atapuerca (Acahia), Paleorama, Arqueocio y Scola Activa. En la actualidad, las visitas se organizan ya desde la propia Fundación Atapuerca en colaboración con Sierra Activa, en perfecta armonía con la Administración regional y con verdaderos profesionales, todos ellos formados durante este tiempo con nosotros.

El proyecto global está en marcha. Las tres patas del trípode se empiezan a consolidar a finales del siglo XX. Falta una estructura que acabe por ordenar este proceso desde el punto de vista público-privado y se resuelve en 1999 con la decisión de formar la Fundación Atapuerca, de la que llegarán a formar parte diferentes empresas e instituciones públicas. Esta Fundación ha permitido la articulación orgánica del equipo y la consolidación de su estructura. Una parte de su presupuesto se dedica a becar a personas adscritas al proyecto que, en su mayoría, se han integrado definitivamente en el mundo de la Ciencia, tanto en España como en otros países.

La Fundación Atapuerca despliega una gran actividad en el ámbito de las publicaciones, exposiciones, la propia coordinación de las excavaciones, así como en la promoción de conferencias, actos públicos, etc., que la convierten en una herramienta fundamental de transferencia de la teoría de la evolución y de los sucesivos hallazgos y descubrimientos.

De todas maneras, era importante encontrar y estructurar las infraestructuras que permitieran la socialización del conocimiento adquirido durante todos estos años y que continuamos adquiriendo. El MEH, que nació gracias a l apoyo del Ayuntamiento de Burgos, y los Centros de Ibeas y Atapuerca, y el Parque Arqueológico constituyen bases estratégicas mayores para esta finalidad que es la comunicación de la ciencia.

Finalmente, la tenacidad del EIA y su buena interacción con la instituciones públicas consigue que se lleve a cabo la construcción de tres institutos de investigación sobre evolución humana en  Burgos, Cataluña y Madrid, dirigidos inicialmente todos por los  propios directores del proyecto. Estos centros de investigación no solo dan visibilidad al proyecto Atapuerca, sino que consolidan el valor patrimonial científico y humano del ámbito científico del Cuaternario de nuestro país. España comienza a liderar proyectos internacionales de gran envergadura.

El futuro

es de todos

El futuro de este proyecto está en manos de todos, es un proyecto de especie. Queremos que Atapuerca sea un proyecto social. Queda mucho por hacer y consideramos que nosotros sólo hemos puesto los cimientos de una estrategia encaminada a conocer nuestros orígenes. Nuestra obligación es compartir este conocimiento, que entendemos puede ayudarnos a mejorar como seres humanos.

El año que viene se pondrá un broche de oro a todo el proceso, ya que en Burgos tendrá lugar el congreso internacional de la Unión de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (UISPP). Recibamos con hospitalidad y capitalidad universal a todos los científicos del mundo que vengan a visitarnos, que conozcan esta maravillosa tierra y que se sientan universales, pero también burgaleses de Castilla y León.

Eudald Carbonell Roura, José María Bermúdez de Castro y Juan Luís Arsuaga (Codirectores de Atapuerca)