Le llaman currante y buena gente

Angélica González / Burgos
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Quienes le conocen dicen que siempre fue el contrapunto a la ostentación y la distancia de Rouco, con quien trabajó muchos años, y que ambos sabían qué papel jugaba cada uno. Hasta ahora ha vivido solo en un sencillo piso sin gente a su servicio

«Su llegada supone, por lo menos,  un 80% de aire fresco para la diócesis de Burgos, es un hombre bueno y educado, que escucha y que dialoga». Esta valoración del nombramiento de Fidel Herráez Vegas, que el próximo día 28 será arzobispo de Burgos, la hace un cura que está en sus antípodas ideológicas. Porque sí. Los  sacerdotes y religiosos también tienen sus posiciones ante la realidad y les hay más conservadores y más progresistas con respecto a su visión del mundo. Así que cuando un colega que está en la otra orilla dice de Herráez -tirando a conservador pero no del Opus Dei- que es «una persona normal» nos está contando que no tiene nada que ver con Antonio María Rouco Varela -el distante príncipe de la ostentación, el inquilino de un ático de medio millón de euros en el corazón de la España de la crisis- de quien fue durante muchos años obispo auxiliar de Madrid. «De alguna manera, siempre ha servido de contrapunto a Rouco, le ha complementado, y los dos lo sabían», explica una religiosa que conoce muy bien por dentro la diócesis de la capital de España.

Herráez es, según quienes le conocen, un tipo sencillo, que madruga y al que le trae sin cuidado estar trabajando hasta las once de la noche si tiene asuntos pendientes. Tampoco le importa llegar tarde a un compromiso porque alguien le ha parado por la calle para pedirle un favor. Que no distingue entre un presidente del Gobierno y un fontanero porque con los dos  habla, a los dos les escucha y si puede echarles una mano lo va a hacer de igual manera. «Si algo es don Fidel, es un cura diocesano, que ha conocido todas las realidades de Madrid, que se ha recorrido todas las parroquias y que ha querido estar cerca de la gente», explica un sacerdote que lo conoció siendo seminarista cuando el auxiliar de Madrid visitaba a los estudiantes.

Tal es su cercanía que cuando se ordenan los aspirantes a curas, unos quince anualmente en Madrid, además de llamarles personalmente para felicitarles les da su teléfono móvil: «Creo que los tres mil sacerdotes diocesanos que, aproximadamente, somos tenemos su número. Hazte una idea de lo cercano que es». Este joven cura le califica también de austero. Herráez Vegas ha vivido hasta ahora en un piso corriente y se ocupa de las labores cotidianas de una casa como cualquier persona. «Supongo que ahora esto cambiará al ser nombrado arzobispo de Burgos pero el que seguro que no cambia es él», añade el sacerdote. Veremos qué opina, pues, del pedazo de palacio que le va a recibir en la calle Martínez del Campo. O del servicio con el que hasta ahora ha contado Francisco Gil Hellín, tres religiosas mexicanas de la orden de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús y de Santa María de Guadalupe que ya le atendían en Roma, que le han tenido siempre la casa como los chorros del oro y que se han  ido rotando en una suerte de Erasmus eclesiástico (aprovechaban su estancia en Burgos para seguir sus estudios en la Facultad de Teología) para que al obispo no le faltara de nada.

Si a Herráez todo esto le viene grande seguro que lo encaja con el sentido del humor que le caracteriza que, según parece, es un poco ‘peculiar’: «No te esperes a nadie irónico o socarrón. Es tan bueno que es incapaz de sacarle punta a nada con un poco de malicia. Tiene el sentido del humor de una buena persona».