Burgos se empapa con el legado de Tibu

J.M. / Burgos
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Cientos de burgaleses se suman a la última moda de las redes sociales: un joven desafía a otros tres a darse un chapuzón en 48 horas -e inmortalizarlo- para no pagar una cena

Eduardo Cardo (i.) y Alain García se remojan en la fuente que hay junto al parque del Parral.

Si el día menos pensado se encuentra con su vecino por la calle y ve que, sin ton ni son, este decide darse un chapuzón alegremente en la fuente de los delfines, en el Paseo de Atapuerca o en el toro de la avenida del Cid, no se preocupe. Puede haberse vuelto un poco loco, pero no es peligroso. Las redes sociales se han adaptado a su manera a la apuesta de toda la vida del No hay... y están creando modas, como la de El Legado de Tibu, que ya se instalado en Burgos. El juego consiste en darse un chapuzón en agua fría en un plazo máximo de 48 horas desde que se recibe el reto por parte de un amigo, familiar, compañero de trabajo...

Este movimiento viral, que tiene su origen en una recaudación de fondos para un fin benéfico en Estados Unidos, fue importado a España por un joven gallego que en su estancia en el país norteamericano le gustó lo que vio y decidió adaptarlo con sus propias normas. Sin ser demasiado consciente, la cadena se expande como la pólvora y miles de personas en España y cientos de burgaleses han dejado la vergüenza a un lado y se han sumado a la locura.

El Legado de Tibu parte de la grabación de un vídeo de este joven, apodado Tiburón, que antes de darse un remojón en agua fría dejó un mensaje en el que enviaba el desafío a tres amigos. Si no hacían como él y se daban el chapuzón en un plazo de 48 horas, debían pagarle una mariscada. Encajó tan bien el reto que sus colegas retaron a otros tres, estos a otros tantos y así hasta el punto de que el movimiento no deja de crecer y lo recogen ya medios de comunicación de todo el país. La última anécdota, según relata un periódico asturiano, la de una mujer que pensó que un chico se iba a suicidar en la localidad asturiana de Navia. Todo, porque al verlo vestido sobre un puente creyó que se quería quitar la vida y movilizó a los servicios de emergencia. Hasta un helicóptero se desplazó al lugar por la falsa alarma.

Laura Aguirre es una de tantos jóvenes que ya ha probado lo que es ponerse a remojo en el Arlanzón. Esta estudiante de Terapia Ocupacional de la UBU fue retada por un amigo de La Rioja (de donde es ella) y ya ha pasado la patata caliente. «Es una forma divertida de hacer una cadena de retos y pasarlo bien». Es tal el éxito que ha tenido en su círculo que «de las 50 personas que hay en la residencia, El Sagrado Corazón, casi todas lo hemos pasado. Y de mi clase, que somos 70, ya lo habrán hecho más de 25».

Valentina Pinuer, también universitaria, recibió el desafío de un compañero de clase y ni corta ni perezosa se zambulló a principios de esta semana en la fuente que hay frente a San Amaro. Y aunque al principio se pasa un poco de vergüenza, superó la prueba sin problemas. «Es divertido porque al final es recíproco. Disfrutas luego viendo a tus amigos haciendo las mismas bobadas».  Hasta el momento, hay dos amigos a los que solo les queda mañana para cumplir la apuesta. De no hacerlo, «me cobraré la cena».

¿Aceptaría usted el reto si se lo propusieran?