Gran maestra de la Bureba

José Daniel Maté / Burgos
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La burgalesa Noa Díez, fundadora de la disciplina Kihatsu, es la primera mujer reconocida con el prestigioso título de Gran Maestro • Condena los presuntos crímenes del falso maestro shaolín Juan Carlos Aguilar

Noa Díez, practicando la disciplina marcial que ella misma fundó. - Foto: DB

Hipotecó todo por un sueño y su apuesta no le pudo salir mejor. Dejó de lado dos carreras (Música y Antropología Forense) y varios trabajos para dedicarse a su verdadera pasión: las artes marciales. Su vida ha sido una constante quema de etapas y superación que ha ido dando sus frutos. Primero fundó su propia disciplina, el Kihatsu, reconocida y homologada mundialmente; y ahora le ha llegado el reconocimiento como Gran Maestro de las artes marciales, un título que muchos de los ilustres senseis no pudieron lograr nunca pero que ella ha recibido con tan solo 34 años. Es el premio a una trayectoria de esfuerzo y dedicación, el galardón a la corta pero intensa vida de Noa Díez (Burgos, 27 de agosto de 1978).

«Gran Maestro es el máximo título, mucho más que Maestro. Ahora, en el mundo, somos 6 o 7 Grandes Maestros de artes marciales en las diferentes disciplinas. Lo curioso del tema es que soy la única mujer que lo tiene. Si hace diez años fui pionera al fundar una disciplina homologada a nivel mundial, ahora soy la primera que logra esta titulación, ¡y con 34 años!, cuando lo normal es recibirlo con 60-65 años, cuando ya tienes mogollón de experiencia. Para mí es un honor porque es algo histórico, por poner un ejemplo, Bruce Lee, que también fue fundador de su propia disciplina, no consiguió el título de Gran Maestro», explica.

Noa Díez recibió el galardón el pasado mes de febrero. «Fue toda una sorpresa. Bajé a Madrid a hacer una masterclass y resultó que allí, la Universidad de Cinturones Negros me otorgó el máximo título. Por protocolo no puedes llorar ni gritar, pero cuando llegué al hotel caí redonda. Para mí es una recompensa impresionante, me siento muy halagada y afortunada. A los 23 años, aparte de mi disciplina, había fundado mi escuela. Llevo 27 años en las artes marciales, 19 impartiendo clases y 10 como instructora de mi disciplina y, al final, el título me lo han dado por el esfuerzo y la dedicación en todo este tiempo», indica.

A pesar de lo conseguido, Noa Díez mantiene su afán por seguir superándose. «La gente se piensa que por ser Gran Maestro ya no tienes nada que aprender, pero hay que reciclarse todos los días. De mis alumnos, amigos y gente que me rodea, aprendo todos los días. Me suelen preguntar qué voy a hacer cuando llegue a los 50 años, y yo respondo que soy una alumna aventajada y que hasta que Dios me lo permita, voy a seguir en este mundillo. Ahora me queda demostrar ese nivel, aprender continuamente y no defraudar a nadie. No solo es un honor, sino también una responsabilidad».

Lejos de conformarse con lo que ha conseguido, Díez ambiciona nuevos retos. «Me quedan muchos por delante porque tengo 34 años y, aunque en las artes marciales tenga bastante experiencia, el mundo sigue girando y yo tengo que seguir aprendiendo. A mí me encantan los retos, sin ellos estoy parada y me aburro. Ahora estamos lanzando una película documental sobre mi biografía para darle a entender a la gente que si quiere luchar por sus sueños, a parte de tener un precio muy alto que pagar, pues que se pueden conseguir. Ese es un reto, pero me quedan muchos. Otro es que mi legado no desaparezca cuando yo no esté aquí y que mis alumnos sean capaz de transmitirlo con el tiempo».

Las 24 horas del día las dedica por entero a su sueño. «Es mi trabajo y mi pasión. Imparto mi disciplina en el Dojo de Bilbao, asesoro en artes marciales y ayudo en producciones de Hollywood, instruyo a policías, empresas de seguridad privada, realizo talleres... Me dedico constantemente a eso». Un no parar que su pareja sentimental acepta. «Me entiende y está haciendo entender a los que me rodean cuál es mi trabajo y mi pasión. Me siento orgullosa de él y él de mí».

Sus familiares y personas más próximas son cada vez menos reticentes, cosa que no siempre fue así. «Ha habido momentos de soledad e incomprensión que no son fáciles de llevar, pero si logras las cosas que no ha conseguido nadie, la recompensa es mucho mayor que lo que haya podido perder por el camino. Yo no valgo para levantarme por la mañana y aguantar en un trabajo que no me gusta. Si mi jefa soy yo, me echo mis broncas y me digo qué bien o qué mal lo estoy haciendo o qué reto me tengo que marcar para que esto siga adelante».