El único burgalés del Louvre

R. Pérez Barredo / Burgos
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Mateo Cerezo, del que se cumplen 350 años de su fallecimiento, fue uno de los grandes artistas del Barroco. Su prematura muerte le impidió llegar más lejos, si bien es el único burgalés con obra en la pinacoteca más importante del mundo

 
Hubiese llegado al nivel de un tal Diego Velázquez. Según los críticos de arte, Mateo Cerezo era uno de los más talentosos pintores del Barroco español. Su prematura muerte truncó la fulgurante trayectoria de este pintor, pese a lo cual dejó numerosas muestras de su genio, suficientes para ser el único artista burgalés del que se exhibe una obra en el Museo Louvre de París, la pinacoteca más importante del mundo. Se cumplen ahora 350 años del fallecimiento de un artista fabuloso, el que es indiscutiblemente el pintor  burgalés más importante del siglo XVII y lo hubiera sido también de España, como asegura René Jesús Payo, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Burgos. 
Mateo Cerezo, nacido en Burgos en 1637, era hijo de un pintor de mismo nombre, en cuyo taller conoció el oficio y pudo desarrollar su espíritu creativo. Aunque fue en Madrid, adonde se trasladó el joven Mateo Cerezo con apenas 15 años, donde pudo aprender y desarrollarse. En la capital  formó parte del taller de Carreño y fue un artista muy solicitado por una variada clientela, sobre todo por su pintura religiosa.Estando en Madrid conoció la obra de Velázquez, pero también la de Tiziano, la de Rubens e incluso la de Van Dyck, que le influyeron sobremanera, y lo transformaron «en un genio, en un astro del Barroco», señala Payo.
La mayor parte de su obra, y la más importante, es pintura religiosa, aunque, si hubiera vivido más, hubiese acabado convertido en pintor de la Corte, ya que su ambición era ser retratista de cámara, y probablemente su temprana marcha a Madrid esté relacionada con ese deseo. También demostró ser un consumado maestros del bodegón. De no haberse cruzado la muerte en su camino a una edad tan temprana, la temática del pintor burgalés hubiera sido mucho más rica.
Para Payo, el talento y la genialidad de Mateo Cerezo está fuera de toda duda, ya que fue capaz de asumir de manera ecléctica la influencia de los grandes maestros del Barroco, tanto los locales como los flamencos.
«Cerezo desarrolla unas composiciones que se abren en amplias y complejas escenografías, concebidas con un distinguido refinamiento, que se manifiesta tanto en el conjunto de la obra como en los más menudos detalles. Al igual que el maestro de Amberes, dota a sus personajes de una rica magnificencia en sus ropajes, aplicando una pincelada fluida y ligera, contrastada por unos ricos juegos de luces», subraya la enciclopedia del Museo de Prado, otra pinacoteca que cuenta con cuadros del burgalés, así como el Museo de Burgos.
La obra que se exhibe en el Louvre de París es Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna, óleo sobre lienzo de 246 por 208 centímetros, fechado en 1660, que en su día se atribuyó a Carreño de Miranda. El cuadro perteneció a la colección del mariscal Soult, que se hizo con una gran colección de arte español durante las Guerra de Independencia.