En la ermita está la recompensa

G.A.T. / Miranda
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Los romeros cumplieron con la tradición de visitar a San Juan del Monte en su gruta • Tras la ascensión disfrutaron del bello paisaje y de un merecido almuerzo para cargar las pilas en una larga jornada

Sonaban de nuevo temprano los bombos por las calles de la ciudad para alertar de la cita con la romería de San Juan del Monte y muchos mirandeses secundaron la llamada, si bien los madrugadores fueron menos, ya que el paraje empezó a notar una masiva afluencia a partir del mediodía. Puntuales llegaron Los del Santo portando la imagen junto a la que unos y otras buscaban inmortalizarse unos minutos antes de emprender, ya desde La Laguna, el último y más duro tramo del recorrido.
El esfuerzo bien valió la pena, porque el Santo, sabedor de que los calores excesivos juegan malas pasadas en la ascensión a su gruta, regaló una jornada agradable, de temperatura ideal para la caminata y adornada por momentos que la entrada del sol, por lo que la misa estuvo exenta de los agobios propios de los días muy soleados, y cierto es, que también menos concurrida.
Pero el fervor de los que estuvieron fue patente desde el inicio, siempre con la compañía de las voces de Familia Castellana, y hasta el final, cuando pañuelos en alto se interpretó con emoción el Himno a San Juan del Monte.
El resto del protocolo se cumplió a pies juntillas, con la ofrendas de flores y velas a la imagen que ya descansa en la gruta y el almuerzo de hermandad entre los invitados. Estuvo el sonido de la campana, reclamo de niños y no tan niños, cuyo eco se perdía en el magnífico paisaje que rodea la gruta. Hubo también gente previsora, que sabía que aunque cargar con la mochila durante la subida iba a ser un esfuerzo añadido, acabada la misa el bocata, la sarta de chorizo y el pedazo de pan, regado por lo general con vino de bota, sería una agradable recompensa. Mientras, los que no fueron tan previsores no tuvieron problema para recibir un pedazo de tortilla o un lomo de bacalao entre pan y pan.
En la gruta, tras la visita de los asistentes de honor, entre ellos los Sanjuaneros, una larga cola demostraba la querencia de los romeros por visitar a San Juan del Monte, siendo para muchos la única vez al año que se animan a ir a la gruta. Allí, ofrendas florales, de velas y algunas promesas por hacer y agradecimientos que dar.
Luego llego el momento de despedir al Santo hasta el año que viene, porque las charangas, ya en La Laguna, y repartidas por la cuadrillas, tocaban anunciando que había acabado el tiempo de orar para que comenzara el de la juerga y el jolgorio.
Unas cuadrillas que lucieron espléndidas tras la reparaciones realizadas en los tejados dañados el pasado verano por el granizo. Allí, previendo la fresca y a ratos ventosa tarde, algunos habían instalado parapetos laterales, y con orden poco a poco fueron formándose las mesas para comer.
El tiempo de compartir mesa había llegado y por unos instantes el bullicio se relajó. Pero fue solo un suspiro, porque para devolver el calor al cuerpo volvieron a sonar las charangas y a abrirse las botellas de licores varios. Llegó el turno de dar un último trabajo a las ya agotadas piernas, con un descenso que algunos aceleraron algo por eso del frío, pero que de nuevo convirtió la bajada de San Juan del Monte en un rosario multicolor que prosiguió hasta la ciudad en un más o menos ordenado desfile.