El cambio climático instala a la mosca negra en el Arlanzón

J.M.
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La presencia del insecto, que causa molestas mordeduras, será cada vez más habitual en la ciudad

No hay motivos para alarmarse. Esa es la primera premisa que hay que tener presente ante la realidad de que la mosca negra, un insecto muy pequeño (de entre 1,5 y 5,5 milímetros) que provoca unas mordeduras muy molestas y que se ha instalado en el río Arlanzón, ha venido para quedarse. En realidad, tal y como detalla el director del Aula de Medio Ambiente de la Fundación Caja de Burgos, Miguel Ángel Pinto, hace algunos años que nos visita, aunque en esta ocasión lo ha hecho con una mayor presencia que en años anteriores.
«Están por todo el río y lo más frecuentes es verlas al atardecer. A veces, por sus picaduras es insoportable dar un paseo», comenta antes de recordar que «las hembras son hematófagas». Es decir, que se alimentan de sangre. A su juicio, su presencia es un claro ejemplo de «los efectos del cambio climático. En mayo ya estaba de Madrid para abajo y después se ha instalado aquí». Además, se da la circunstancia de que no hay las suficientes aves que las puedan eliminar. Lo que, a su juicio, sería la única solución.
No queda más remedio que «acostumbrarse a vivir con ellas. Hay quien dice que se debe a que existe mucha vegetación, pero eso no es verdad. En algunos puntos de Aragón la han quitado y no ha servido para nada. Con un protector antimosquitos de los que venden en las farmacias, lo digo por experiencia personal, se aguanta bastante bien».

 

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