«Esto es un desmadre»

Belén Antón / Canicosa
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Algunos vecinos de Canicosa están hartos del centenar de rumanos que viven en el pueblo durante la campaña de setas y critican su situación, mientras otros señalan que no se meten con nadie y que no les molestan

Hace unos años eran 15 o 20, este son alrededor de cien. El número de personas de nacionalidad rumana que durante la campaña micológica llega Canicosa de la Sierra se ha incrementado este otoño sustancialmente. La mayoría de ellos son hombres y mujeres muy jóvenes, e incluso niños, y los vecinos de la villa pinariega ven su llegada con distintos ojos, muchos coinciden en que la situación no es buena para el pueblo, mientras otros creen que de momento no han hecho mal a nadie. De cualquier forma, su estancia temporal no deja indiferente, y el tema está adquiriendo repercusión debido a las distintas inspecciones que la Guardia Civil realiza donde se alojan, como la que llevaron a cabo ayer por la mañana.

«Este año han venido más que nunca», dice un vecino de la villa serrana, que explica que por la mañana pronto van al monte y que están de regreso a partir de las cinco de las tarde. «Es un espectáculo ver cuando llegan. Hay días que hay quince furgonetas, parece una manifestación de la cantidad de gente que son. Algunos incluso deberían de estar escolarizados», explica.

Según este vecino, cuando regresan del pinar venden los hongos que han recolectado durante el día a un vecino de Canicosa, el mismo que les proporciona un lugar donde dormir, que se aleja mucho de las condiciones óptimas de salubridad. «Viven en las naves que hay en la entrada del polígono y también en la casa de la abuela del chico que les compra los hongos. Están ahí metidos de cualquier manera desde hace unas semanas», detalla el hombre, que vaticina que aproximadamente estarán hasta después de los Santos.

Basta con dar un paseo por Canicosa para descubrir donde tienen su cuartel general durante estos días, ya que las ropas colgadas en las vallas, las zapatillas o botas junto a las paredes, las latas de comida y bebida tiradas en el suelo, o los colchones que asoman por alguna puerta, les delatan. Durante el día apenas se les ve, están en el pinar, pero ayer por la mañana, en uno de esos locales del polígono, había dos jóvenes de origen rumano, una chica y un chico. Entendían y hablaban el castellano, pero al ser preguntados por su situación se limitaban a contestar un «no sé».

Una vez que han vendido la mercancía y cobran por ella, muchos de ellos se dirigen a los dos bares que hay en la localidad. Chupitos de coñac «o de lo que sea», como señala un cliente que los ve por las tardes, o cervezas, suele ser lo que habitualmente toman. «No se meten con nadie, piden, pagan y está. Vienen en grupos y hay veces que se juntan más de cuarenta», explica uno de los hombres que ayer por la mediodía se encontraba en el bar y que también reconocía que probablemente «no prueben bocado», en relación a su alimentación.

Como ovejas.

A su lado, otro hombre asegura que se emborrachan a diario. «Cuando lo veo me marcho, me resulta incómodo. Antes estábamos mejor, desde que ha venido esta mafia estamos peor. Están ahí como ovejas. Esto es un desmadre», se queja.

En el otro bar de la localidad tildan la situación de caos. «Aquí entran menos porque les corto rápido y les paro los pies», dice el propietario, que una mañana se encontró en la puerta de su local a dos tirados y borrachos. «Eso es una muy mala imagen», reconoce.

Respecto a la recolección también hay distintas versiones. Hay quien dice que estos grupos organizados «lo limpian todo» y que no dejan nada para los demás. «En una buena temporada la gente del pueblo se podía beneficiar de la micología, pero ahora lo arrasan los rumanos», asegura. Mientras otro dice que a él no le quitan nada. «Yo cojo los míos y ellos cogen los suyos, no creo que me los quiten», comentaba. La anormal campaña de este otoño está haciendo que la mayoría de personas de origen rumano se dirija a los pinares de la provincia de Soria, donde han brotado más setas y donde también sufren el problema de estas cuadrillas, por su recolección irregular y por los campamentos ilegales que montan.