Mi nombre es Burgos

Á. M. / Burgos
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Los premios Ciudad de Burgos vivieron ayer su primera edición con la entrega de cinco categorías • El trabajo en equipo, lo más repetido

Los premiados, en foto de familia junto al alcalde, los concejales que ejercieron de presidentes de cada jurado sectorial y el gerente del Plan Estratégico, Mario Sanjuán. - Foto: DB/Miguel Ángel Valdivielso

De «dejar constancia de valores que resultan determinantes para el buen desarrollo de los pueblos y las personas que los integran, fijar actitudes modélicas y destacarlas para su mejor conocimiento». Son palabras del alcalde, Javier Lacalle, para explicar que de eso iba la ceremonia oficiada ayer por primera vez en el Fórum consumando así la entrega de los Premios Ciudad de Burgos, un galardón parido por el Ejecutivo local y que tuvo en su primer acto (el segundo se anunció para el primer trimestre de 2013) cinco protagonistas que, al tiempo, son muchos más. Cientos. Miles, quizás.

Hubo nombres propios, sí, como el de un Alejandro Yagüe que dedicó su premio, utilizando la perífrasis de la adivinanza, al Papamoscas por su abnegado trabajo. El compositor, intérprete y director obtuvo el reconocimiento en la categoría de Creatividad, «aunque yo pensé que se lo iban a dar a algún empresario por crear trabajo», bromeó. Pero a partir de ahí los Ciudad de Burgos se volvieron expansivos.

La Asociación de Empresarios del Polígono de Villalonquéjar mereció el galardón a la convivencia. Su presidente, Jesús Echevarrieta, revisó la larga trayectoria filantrópica del colectivo que representa y compartió el agradecimiento de la ciudad con toda su Junta Directiva y con los asociados, que son a la postre los que dicen sí cada vez que hay que levantar una bandera solidaria... Y pagarla. A esa nómina de escoltas sumó el recuerdo a la imborrable sonrisa del desaparecido Jorge Villalmanzo, que ejerció de comisario en la exposición ‘Grullas contra la violencia’ organizada en apoyo a la familia de Sergio Izquierdo (para cuyo soporte económico se han recogido más de 15 millones de tapones de plástico, «que ya son»).

Otro sistema articulado sobre muchas personas e instituciones, el de Atapuerca, también vio reconocida a la joya de su colección en la categoría de Conocimiento e Innovación: el MEH. El director general de Políticas Culturales de la Junta de Castilla y León se lo dedicó «a todo el personal» que hace latir cada día el Museo y que no pasa por momentos especialmente felices pese a haber ayudado a que el MEH deje 53 millones de euros en la ciudad (vía impacto económico) y haya alcanzado ya el visitante número 500.000.

En cuarto lugar subió al escenario el director de la fábrica de Mahou-San Miguel en Burgos, José Manuel Buesa Plaza. Recibía el premio al Desarrollo Sostenible gracias a un constante, consciente y exitoso proceso de continua mejora de la eficiencia que permite a la fábrica funcionar con energía verde, valorar el 99,7% de los residuos que genera y optimizar el consumo de bienes básicos como el agua. 40 años de «orgullosos trabajadores» lo ha hecho posible y a ellos fue a parar el reconocimiento de Buesa.

Por último tocaba nombrar ‘embajador del año 2011’ (los premios se entregan a ejercicio vencido) a la Fundación 2016 por haber supuesto «un modelo de participación ciudadana» y un verdadero proyecto «de todos». Lo recogieron tres voluntarios que ni siquiera dijeron su nombre. Qué mejor forma de significar que en aquel barco lo importante era el puerto pretendido y que cupiera toda la ciudad, sin excepción.

Hasta ahí llegó una ceremonia espartana presentada por Rafa Rioja (Noticias 3 de La 8) en la que Lacalle entregó todos los premios ante algo menos de 400 espectadores. En el patio de butacas, (casi) todo el equipo de Gobierno y solo dos concejales de la oposición (Alonso y Altable, de UPyD), y junto a ellos los máximos representantes de casi todos los colectivos sociales, económicos y culturales de la ciudad de Burgos. Esa que ha puesto su nombre a unos premios. Y a sus protagonistas.