Berrueta: el soñador influyente

R. Pérez Barredo / Burgos
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María Jesús Jabato rescata en el libro Martín Domínguez Berrueta: luz en la sombra la figura de este gran intelectual, que influyó en la sociedad de su tiempo con su incansable labor por la cultura

Berrueta -en el centro, con barba y bigote- y García Lorca -en la puerta-, durante una visita a la Cartuja de Miraflores. - Foto: Diario de Burgos

 
Hasta ahora, el nombre de Martín Domínguez Berrueta (1869-1920) estaba directa -y casi únicamente- relacionado con el de Federico García Lorca. No en vano, el primero fue profesor y mentor del universal poeta andaluz, y a él le debemos, entre otras cosas, que el gran exponente de la Generación del 27 visitara Burgos siendo estudiante y aun más: que fuera en la ciudad castellana en la que escribiera y publicara (lo hizo en Diario de Burgos) sus primeros textos literarios. 
Sin embargo, tras aquel catedrático de la Universidad de Granada, salmantino de origen pero burgalés de adopción, fue un personaje riquísimo, fascinante, merecedor de un reconocimiento independiente. Como el que acaba de hacerle la escritora y académica de la Institución Fernán González María Jesús Jabato, autora de la monografía MartínDomínguez Berrueta: luz en la sombra, obra que ya se encuentra en las librerías y que será presentada el próximo mes de junio. 
«Martín Domínguez Berrueta, soñador confeso -«a los soñadores se nos reconocen muchas licencias, como a los poetas», escribió-, hizo de su vida actividad constante con la que trascendió a la sociedad de su tiempo influyendo en ella notablemente y propiciando el cambio de comportamientos sociales y académicos», escribe Jabato. Una de las primeras plataformas desde las que Berrueta luchó por cambiar la sociedad fue El Lábaro, periódico salmantino de inspiración católica que dirigió llegando a enfrentarse a uno de sus más recalcitrantes patrones, el obispo Valdés. 
Desde su puesto de director, escribe Jabato, «se complicó la vida en beneficio de sus conciudadanos, abordando campañas en pro del beneficio material y moral de Salamanca. Muestran estas campañas su compromiso ético con la sociedad de su tiempo; a través de su actitud consiguió sentar las bases para el cambio de mentalidad y hábitos de los salmantinos» en asuntos como la salubridad, instando al desarrollo de sus comunicaciones ferroviarias, en defensa de intereses morales o apostando por la internacionalización de la universidad, propuesta que llevó a enfrentarle nada menos que con el rector de la época, Miguel de Unamuno. Subraya Jabato que Berrueta siempre antepuso a su interés personal el colectivo, manteniéndose firme en sus ideales.
 
Su relación con Burgos. La relación de este pedagogo con Burgos fue tan estrecha como especial. «Enamorado» de ella, como dice la autora -y sintiendo especial devocación por la Catedral, de la que llegó a escribir «el Vaticano es una choza si se le compara con la Catedral de Burgos»- «su incansable labor de publicista y mantenedor cultural y su convencimiento de la bondad de la extensión universitaria y de la necesidad de la educación y la enseñanza, le llevaron a pronunciar innumerables conferencias y a promover junto a otros profesores y al catedrático de la Universidad de Tolouse,Ernest Merimeé, los cursos de verano hispano-franceses, contribuyendo con esta actividad a elevar el tono académico y cultural de la sociedad burgalesa de la época».
El vínculo de Berrueta con la capital castellana no se quedó ahí.Como cuenta Jabato en su monografía, la escasa producción literaria del pedagogo se publicó en su mayoría en Burgos, en Hijos de Santiago Rodríguez, a la sazón una de las editoriales más prestigiosas de su tiempo. Sus libros fueron de lectura recomendada en escuelas e institutos, «y con lucidez abrió la senda a las ediciones adaptadas de las grandes obras, como El Quijote, de forma que propició su acercamiento a todo lector». Además, a través de la literatura y mediante sus tituladas ‘Crónicas burgalesas’ «trazó un retrato de la sociedad de la época, de sus defectos y virtudes».
Pero el gran liderazgo pedagógico de Berrueta, destaca Jabato en la obra, cristalizó en la Universidad de Granada, donde fue un vehemente defensor de la reforma universitaria, siendo coherente con su planteamiento ideológico y aplicando sus tesis educativas en la cátedra de Teoría de la Literatura y de las Artes. «Sus métodos pedagógicos basados en una educación integral sacaron de las aulas a los universitarios, que en sus viajes académicos por España en íntima comunión espiritual con Berrueta, aprendieron a aprender sintiendo las obras de arte y la literatura».Fueron sus enseñanzas «directas, sensibles y participativas, de forma que influenciaron la vocación de los alumnos, siendo el ejemplo irrefutable y universalmente reconocido de esta afirmación el despertar a la literatura de Federico García Lorca».
Su esfuerzo académico, escribe la autora, «se vio premiado oficialmente con el reconocimiento público de enseñanzas prácticas de los viajes de su estudio de su cátedra, pero la vocación docente del profesor Berrueta tenía como única recompensa la gratitud de sus alumnos y la esperanza diferida de que sus enseñanzas les resultaran provechosas; su vocación era de entrega, no solo en la transmisión de conocimientos, sino de sí mismo, ya que generosa y abnegadamente se inmolaba en la causa docente». El propio Antonio Machado, escribió de él que era «un maestro que consagró toda su alma a la enseñanza».
A modo de conclusión, para María Jesús Jabato, Berrueta fue una figura «con luz propia, generoso en la educación y promoción de sus discípulos, de personalidad fuerte y altísimas cualidades humanas, influyente en la sociedad de la época, dotado de una mente lúcida, capaz de avanzar en los métodos de enseñanza universitaria en un ambiente dominado por la resistencia al cambio, abanderado de ideas de renovación de la vida universitaria únicamente justificada por el aprendizaje, educador vocacional que se dio por entero a la causa de la enseñanza, activo periodista, fiel a su ideario, publicista de la cultura e impulsor de iniciativas académicas y culturales novedosas, sembrador de ideas reformistas e incansable promotor de proyectos y actividades en beneficio de los intereses materiales y morales de sus ciudades natal y de adopción; Domínguez Berrueta fue, en definitiva, remedando la famosa frases de Unamuno, padre del porvenir en lugar de hijo del pasado».