San Pedro Regalado, en las Edades del Hombre

Máximo López Vilaboa / Aranda
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El capítulo cuarto de Eucharistia exhibe una lienzo en el que se representa un milagro atribuido al patrón de los toreros de la ciudad de Valladolid supuestamente sucedido en el santuario de La Aguilera ya una vez fallecido

Lienzo de 1746 atribuido a Placido Constanzi en el que se representa el milagro de San Pedro Regalado (Catedral de Valladolid).

El pasado martes, 13 de mayo, se celebraba la fiesta de San Pedro Regalado. Este santo franciscano está enterrado en el monasterio ‘Domus Dei’ de La Aguilera, en el término municipal de Aranda de Duero.

El santo va a tener este año una presencia aún más especial en Aranda, al figurar una representación suya en Las Edades del Hombre. Se trata de un cuadro de grandes dimensiones del siglo XVIII, que está dedicado a uno de sus milagros más conocidos. Este lienzo se incluye en un subcapítulo de la iglesia de San Juan que lleva por título Vinculum Caritatis. Compromiso de Caridad y Servicio. Aquí se rememoran ejemplos de santos que ejercieron la caridad entre los más necesitados como San Lorenzo, San Martín de Tours o el propio San Pedro Regalado.

Este santo nació en Valladolid en 1390. A los 15 años ingresa como novicio en la rama franciscana de estricta observancia que estaba poniendo en marcha en Castilla fray Pedro de Villacreces. Uno de estos monasterios reformados se edificará sobre las ruinas de una antigua ermita de La Aguilera. Cuando Villacreces fallece en Peñafiel en el año 1422 será fray Pedro Regalado el que le suceda al frente de la congregación reformada.

Fray Pedro Regalado falleció en la Aguilera el 30 de marzo de 1456. Su vida de santidad y los prodigios que la rodearon llevaron a que fuera beatificado en 1684 por el Papa Inocencio XI y canonizado en 1746 por Benedicto XIV. Es patrón de la ciudad de Valladolid y de los toreros. Durante su vida realizó gran número de prodigios pero fue a partir de su muerte cuando los hechos milagrosos se fueron sucediendo, lo que contribuyó a que su sepulcro de la Aguilera se convirtiera en lugar de peregrinación.  La tumba del santo fue visitada por reyes como Isabel la Católica, Carlos I, Felipe III, Felipe IV, Carlos II y Felipe V. También peregrinaron hasta su tumba los papas Adriano VI y Clemente IX, cuando todavía eran cardenales.

La curiosa iconografía de San Pedro Regalado gira sobre algunos hechos singulares de su biografía como la traslación entre El Abrojo y La Aguilera en brazos de los ángeles, el paso del río Duero sobre su capa, el amansamiento de un toro bravo que huía de una corrida tras herir a varios hombres o el santo saliendo del sepulcro para socorrer a un pobre. Precisamente esta última escena es la que aparece en el cuadro presente en Las Edades del Hombre. Representa el hecho milagroso sucedido una vez que el fraile ya había fallecido.

 

Milagro post mortem. Para conocer con detalle esta narración vamos a hacerlo a través de las palabras que el padre José Infantes recogió en su obra Historia de la vida, virtudes y milagros del glorioso San Pedro Regalado (1854): «Un anciano pobre, entre otros menesterosos a quienes daba limosna en la portería del convento de la Aguilera, era socorrido con más especialidad por nuestro Santo, ora movido por su edad avanzada, ya porque había sabido ganar en la compasión del Regalado el derecho de ser atendido con especialidad. Muerto el siervo de Dios, descuidóse un día el buen anciano el llegar a la portería al tiempo acostumbrado y hora en que el portero había ya repartido toda la limosna, cuando llegó le despidió el religioso diciéndole que no se había quedado con nada para darle. Con esta respuesta quedó desconsolado y hambriento, y con las palabras del portero, triste, quejoso y afligido se fue a la iglesia a desahogar su dolor. Puesto de rodillas al sepulcro del Santo con hondos suspiros y a voz en grito explicábale sus necesidades diciéndole al Santo: ¡Piadoso padre,  cómo se conoce que tú ya has muerto! Si tú vivieras, de otra manera me tratarían, a buen seguro que por tarde que llegara el pobre viejo no le faltara limosna y no me hubieran despedido sin socorrerme. En Vos hallé siempre el alivio, faltó vuestra vida y se acabó mi socorro, mas ahora qué he de hacer. Santo mío, perezco de hambre y no tengo quien con ojos de misericordia me mire!>> ¡Oh maravilla de caridad!

No bien el anciano había acabado de articular las últimas palabras, cuales si para el Regalado hubiesen sido un encargo, estremeciéndose la tierra que cubría el cuerpo del Santo, el cadáver se incorpora, extiende el brazo y da un pan al pobre mendigo. Dejóle al fin socorrido, volvióse a la sepultura donde gozó desde entonces de nuevo y mayor descanso, porque sobre el común de la paz que descansan los cuerpos de los santos cuando se sepultan, obtuvo el singular de la liberalidad con que queda descansado el brazo del misericordioso cuando deja socorrido al necesitado. Este milagro está aprobado en las informaciones con testigos verídicos, y admitido por verdadero en la Junta de cardenales, cuyo decreto confirmó el Pontífice Urbano VIII. Es tal el prodigio, que a no estar aprobado por la Iglesia, acaso se resistiría a la pluma el escribirle».

 

Tardobarroco. El lienzo que se recoge en la exposición Eucharistia está atribuido al pintor italiano Placido Constanzi y fue realizado hacia 1746 por encargo del Cabildo de la Catedral de Valladolid con motivo de la canonización del santo. El cuadro de este pintor tardobarroco se conserva en la actualidad en la catedral de Valladolid y en él se representa el momento en que San Pedro Regalado entrega al pobre un trozo de pan ante la sorpresa de los presentes.

Esta misma escena se recoge también en una obra de la misma época, que reproducimos junto a estas líneas y que se conserva junto al sepulcro del santuario de La Aguilera. Se ubica en la espectacular capilla de la Gloria, cerca del lugar donde presuntamente sucedieron los hechos milagrosos en él representados.