«Nos habría gustado estudiar la conservación del Yagüe. Es un error primero demoler y luego pensar»

H. Jiménez | Burgos
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Carlos Miranda encabeza el Colegio de Arquitectos desde mayo de 2014, cuando renunció el anterior presidente, y acaba de renovar mandato por otros dos ejercicios al no haberse presentado ninguna otra candidatura

A sus 45 años, este titulado por la Universidad de Valladolid en el año 96 y máster en Planificación y Arquitectura del Paisaje por la Universidad del País Vasco siempre ha sido autónomo y hace una década que montó su propio estudio. Se ha dedicado sobre todo a obra pública, rehabilitación de patrimonio y actuaciones paisajísticas, y representa a un colectivo de unos 320 profesionales que, pese a todas sus dificultades, ha ido al alza en los últimos años.

¿Por qué no ha habido ninguna otra candidatura en esta ocasión? ¿Es por alguna especie de acuerdo tácito entre ustedes?

Sí, digamos que es una costumbre, una cuestión de normalidad. Dos años es un plazo escaso, cuesta entrar en el día a día de la gestión del Colegio y también en la relación con la administración y las comisiones en las que estamos.

En las elecciones de 2013 hubo polémica entre los aspirantes. ¿Actualmente ya está pacificada la vida del Colegio?

Sí, sí. Tenemos una sensación de cierta tranquilidad y de continuidad, nos dedicamos a trabajar, plantearse retos y problemas y no tanto a estas pequeñas broncas internas.

¿Qué balance general puede hacer de los dos últimos años?

Desde el punto de vista personal, muy positivo.También respecto al equipo, al resto de la Junta Directiva y a los trabajadores del Colegio. Como institución también ha sido positivo. Hemos superado un año muy malo, hemos ajustado los gastos con los ingresos para evitar un problema que arrastrábamos y estamos afrontando unos años de muchos cambios normativos y tecnológicos que nos obligan como profesionales y como Colegio a ponernos al día y seguir aprendiendo.

¿La marcha a mitad de mandato de Álvaro Díaz supuso dificultades añadidas?

No diría que dificultades. Cuando Álvaro decidió presentarse como decano del Coacyle nos supuso un esfuerzo de reorganización de tareas, pero una vez asumido ha funcionado bien. Seguimos trabajando como equipo y así tomamos las decisiones.

¿Cuáles son los logros de los que está más satisfecho en estos últimos meses?

Sobre todo de los resultados de la formación. Hemos hecho un esfuerzo importante, sigue haciendo falta y continuaremos con ello, pero ha estado razonablemente bien teniendo en cuenta las dificultades económicas que tenemos. Y recuperamos también la normalidad institucional, evitar las peleas y la sensación de conflicto permanente.

¿Yqué proyectos se les han quedado pendientes y piensan retomar en los próximos años?

De forma genérica, reforzar el Colegio como lugar de encuentro  y de formación, potenciar actividades culturales pensando en los arquitectos y en el resto de la sociedad. Reforzar también la defensa de la profesión ante cuestiones discutibles como ante arquitectos como de la administración, y una cuestión más de fondo que es recordar que la arquitectura forma parte del hecho cultural, que es un valor. En cuanto a cuestiones concretas, queremos abordar la puesta en marcha definitiva del Gestor Documental.

¿En qué consiste eso?

Es una herramienta informática vinculada al visado digital y que permite una conexión directa entre el visado, las administraciones encargadas de revisar los proyectos y las licencias o las obras. Esos datos se pueden manejar y saber realmente cuál es la actividad relacionada con la arquitectura y la construcción. De momento tenemos un convenio firmado con la Diputación y está arrancando, y nos gustaría darle un impulso.  

¿Esperan un 2015 definido por la estabilización o un ligero crecimiento?

Contamos con una estabilización y con eso hemos hecho las previsiones para el presupuesto de este año. Hay que ser optimistas, pero la pinta que tiene el comienzo de 2015 es parecida a como acabó 2014.

¿Cómo definiría la situación del sector tras los años de crisis?

El sector de la construcción está saturado y más estancado todavía en la parte residencial. Lo que parece es que la rehabilitación va adquiriendo cada vez más peso, aunque es difícil de valorar porque en ese caso no todo pasa por aquí, no todo lleva un visado. Pero nos da esa sensación, incluso solo por los datos que tenemos nosotros. En el ámbito europeo hay más optimismo con la construcción, pero la excepción somos países como Italia o España, por nuestra situación concreta de mercado inmobiliario o de financiación y porque siendo realistas hay un cierto exceso de arquitectos. Ese es un problema a medio y largo plazo que nos obliga a reconsiderar nuestra actividad.

¿Y siguen empeorando esa situación las universidades?

Sí, ha crecido muchísimo el número de escuelas de arquitectura. Si ahora creo recordar que somos unos 50.000 profesionales, en unos años contando con la gente que está estudiando pasaríamos a ser unos 100.000. Eso nos indica claramente que tendremos que dedicarnos a otra cosa, no solo a proyectar vivienda, es evidente.

Menuda fábrica de parados...

Sí, pero Arquitectura es normalmente una carrera vocacional, nos gusta y nos ponemos a estudiarla sin pensar demasiado cuál va a ser la realidad.

Hace unos años, sin embargo, la gente estudiaba pensando que casi tenía un puesto de trabajo garantizado.

Bueno, las cifras del número de arquitectos no son un problema reciente sino que viene de mucho antes, el problema es que cuando se construía tanto se podía trabajar. Pero nuestra sensación es que en unos pocos años consumimos el trabajo y las obras que tenían que haberse repartido más en el tiempo y entre los profesionales.

El presidente de la Asociación de Promotores decía en una entrevista reciente que confiaba en recuperar el ritmo de trabajo de los años 80 o 90, aunque sin llegar al último ‘boom’ previo a la crisis. ¿Ustedes creen que será esa la tendencia?

No lo sé, porque nosotros creemos que aún hay stock de vivienda suficiente. Y nosotros estamos planteando que hay más campo en el que trabajar. Hay mucho que hacer en espacio público o en temas de paisaje. En la vivienda yo tengo la sensación de que va a costar, porque las cifras de viviendas vacías no son fáciles de valorar y hay mucha compraventa entre promotoras y entre promotoras con bancos, así que es difícil de analizar esa situación.

Hay quien señala a los arquitectos como parte de los culpables de la crisis, utilizando el término peyorativo de ‘arquitectura espectáculo’ o los ‘arquitectos estrella’. ¿Cuál es su opinión sobre esa responsabilidad que pueden haber tenido?

Es difícil concretarlo. Puede que personalmente algunos tengamos o tengan que preguntárselo, pero hay que ser realistas: el arquitecto trabaja por encargo, para otros, y es el promotor el que decide lo que se hace y cómo, y si lo que quiere es arquitectura espectáculo o no. Además, la mayor parte de los arquitectos no hemos estado en esa situación ni lo estaremos. Si se refiere usted a la imagen que hemos dado, pues sí, probablemente no hayan sido buenos algunos excesos.

Sin embargo, ¿no han servido también esos arquitectos estrella y un ramillete de nombres famosos para mostrar a la gente el valor de la arquitectura en sí misma?

Sí, es una cuestión interesante. Posibilitar una arquitectura más avanzada y experimental está bien, pero ha habido una parte de insensatez, de gasto excesivo y falto de control, pero a efectos de darle presencia a la arquitectura creo que en conjunto ha provocado un efecto bueno.

¿Tienen cuantificado el éxodo de profesionales al extranjero durante estos años?

No llevamos una estadística específica, aunque sabemos que algunos se han ido y son personas concretas que conocemos, pero el número global de colegiados se mantiene e incluso sube ligeramente. Nos da la sensación de que la gente sigue manteniendo el contacto, que la gente no deja de estar colegiada, porque te ayuda a estar al día y a la formación.

¿Y de esos que siguen, qué porcentaje está trabajando efectivamente en su sector?

Esa es una pregunta complicada. Hace poco veíamos los proyectos visados por arquitecto y el reparto es un poco desigual. Es difícil saber cómo interpretarlo exactamente porque hay gente que colabora con otros y a lo mejor no firma el proyecto, o hay trabajos que no se visan como informes u otras cuestiones. Aquí partimos de las cifras del visado, así que no es fácil.

A los que se quedan en España les surgen nuevas oportunidades laborales como la rehabilitación, las inspecciones técnicas, la aplicación del Código Técnico o la eficiencia energética. ¿Están cumpliendo las expectativas que ustedes habían depositado en esas salidas?

Las consideramos un primer paso en una manera más sensata de entender la profesión. Hay que considerar que tenemos un patrimonio edificado que merece conservar, que hay que hacer esfuerzos en ese sentido y que esto nos exige más, porque es más complejo actuar en él que en una obra nueva, pero hay que mentalizarse que es a lo que nos debemos dedicar a partir de ahora.

¿Son excesivas las exigencias normativas, por ejemplo las que introduce el Código Técnico de la Edificación?

Es que la sociedad cada vez es más exigente desde el punto de vista de los consumidores. Ha hecho más complejo nuestro trabajo, desde luego, y tampoco hemos podido transferir esos honorarios extras, por supuesto. Ahora mismo trabajar nos supone más esfuerzo y más responsabilidad, nos exige ponerlos al día en herramientas informáticas y normativa y no hay manera de trasladar eso. Pero no es excesivo y hay que hacerlo. Sobre todo cuando hay cuestiones que todos asumimos como el cambio climático o el consumo de energía, suelo o materiales.

¿Les cuesta más la adaptación a los arquitectos veteranos? ¿Detectan ustedes dificultades de convivencia entre distintas generaciones de profesionales?

A la gente de mi edad también nos cuesta y nos ha tocado mucho cambio, pero siempre ha pasado eso, que han convivido generaciones y cada estudio se va adaptando. La diferencia es que ahora los cambios son más rápidos. Yo cuando empecé a trabajar aún no estaba en vigor el Código Técnico y a todos nos supuso un cambio de mentalidad importante. Ahora por ejemplo estamos haciendo formación en los nuevos programas de diseño arquitectónico, que se impondrán en poco tiempo y con los que pasaremos básicamente de dibujar en dos dimensiones a construir en tres, un cambio tan radical como fue pasar de dibujar a mano al ordenador, y nos toca hacerlo.

¿Dan por solventados los problemas económicos derivados de la construcción de la nueva sede?

Sí, ese es un tema cerrado definitivamente. Teníamos una gran deuda que se superó vendiendo una parte del edificio, y visto con perspectiva fue muy razonable porque probablemente las necesidades del Colegio no vayan a ser nunca tan grandes como se pensó, y a cambio así tenemos un edificio con actividad, con una empresa, con el Colegio de Economistas arriba... Nosotros tenemos espacio suficiente y así el edificio tiene más vida.

Respecto al derribo del Hospital General Yagüe, al Colegio no le hicieron demasiado caso cuando plantearon ustedes la posibilidad de su conservación. ¿Qué creen que se parcela?En su momento el Colegio ya apuntó que quizás era mejor un uso comercial a uno dotacional, pero de entrada nos hubiera gustado que se hubiera estudiado la posibilidad de una conservación. Todos entendemos que supone un gasto, pero nos parece equivocado primero demoler y luego pensar qué vamos a hacer. Nos hubiera gustado que existiera un informe aconsejando ese derribo, y en cualquier caso pensar antes qué podría haber y ver si el edificio actual nos sirve o no.

¿Y qué podría haber ahí?

No me atrevo a decirlo. Supongo que las dotaciones previstas hacen falta, pero lo difícil es acertar con el contenido para que en una zona como esa mantenga la vida que tenía el barrio. Eso no es tanto una cuestión de arquitectura sino de hablar con mucha gente, con los agentes económicos o sociales interesados.

Desde fuera se da por hecho que ese edificio es muy difícil de adaptar para otro uso. ¿Qué opinan ustedes, como profesionales? ¿Este hospital era especialmente difícil para su readaptación?

No, no. El modelo hospitalario es fácilmente transformable para usos educativos o asistenciales. Es evidente que tendría limitaciones porque obviamente no cumpliría la normativa actual en muchos aspectos, seguramente en la accesibilidad, protección contra incendios, eficiencia energética... Pero para tomar o no la decisión de conservar hay que hacer las cuentas bien. No solo lo que cuesta un edificio nuevo, sino que hablamos de un patrimonio, una presencia arraigada, una imagen aunque el edificio en sí no tenga un excepcional valor arquitectónico. Pero sí que tiene un valor de memoria y sentimental. En ese edificio podían haber convivido usos diferentes, que se compensaran unos a otros, o haber mantenido solo una parte. La cuestión de fondo es que la manera de hacerlo debería haber sido otra.

¿Y qué les parece la continuación dada al bulevar del ferrocarril, con una fórmula ‘low cost’?

Ha sido una decisión demasiado coyuntural y debilita la potencia del proyecto completo, que si algo tiene es un tratamiento muy reconocible de los pavimentos, los bordes, el mobiliario o el arbolado. En su momento se habló incluso de una «urbanización temporal», y eso no puede ser.

¿Los arquitectos suizos entendieron la ciudad? ¿El que su proyecto se haya quedado a medias es solo culpa del momento económico?

Puede que el bulevar tenga defectos en su planteamiento, pero hay que ponerlo en su dimensión. Porque no deja de ser una reurbanización del espacio que dejaba la vía y no podía resolver problemas para los que no tenía herramientas, como la estrechez en algunos puntos. Visto con un poco más de perspectiva, es posible que el coste de su ejecución sea alto, pero no lo descubrimos ahora, eso lo sabíamos desde el principio.

Pero entonces había unas perspectivas de ingresos mediante la venta de solares que no se han cumplido.

Unas expectativas equivocadas, porque en mi opinión personal se cargaba la urbanización al comprador final de la vivienda y eso no es razonable. Esa operación se tenía que haber planteado como de escala urbana y no con criterios de que la venta de la vivienda aguanta todo. Probablemente con un coste más razonable y distribuidos de otra manera. Pero en aquellos años se hacía así, con una dinámica de huida hacia adelante equivocada.

¿Es Burgos una ciudad poco atrevida en su arquitectura? ¿Se reciben mal los proyectos innovadores o rompedores?

Nos cuesta, la verdad. Quizás no hemos tenido los suficientes ejemplos para acostumbrarlos, o hemos tendido a hacer las cosas de manera convencional. Otros proyectos concretos han tenido mala suerte y han dado mal resultado. Es una cuestión de hablar de arquitectura, hablar, discutir y plantearnos propuestas que nos sorprendan.

Recientemente en el Colegio se expusieron soluciones muy atrevidas para la ampliación del archivo de Castilfalé. ¿Cree que sería viable lo que proponían los alumnos participantes?

Una exposición como esa nos sirve como ejemplo de la cantidad de propuestas variadas que puede haber para un mismo problema. A veces nos parece que las cosas solo tienen una solución, una manera de hacer, y aquí vimos que había un gran abanico de soluciones. Sobre su realidad, algunas eran claramente inviables pero otras muy realistas. Y lo interesante es el ejercicio de hablar de arquitectura, que todos podamos opinar.

¿Por qué a la administración le cuesta tanto convocar los concursos de ideas que tanto reclaman los arquitectos? Suele alegar que un proceso así retrasa los proyectos.

Lo que falta es que la decisión sobre las cosas que se quieren hacer sea un poco más común, más abierta. Los responsables políticos no tienen por qué tener claro lo que hay que hacer, es una cuestión de más agentes. Y los concursos realmente no retrasan ningún plazo. Ninguna de esas intervenciones urbanas son urgentes, y estos procesos tienen que ser más lentos y más reflexionados

Es que la administración calcula sus procesos en plazos de cuatro años...

Sí, pero casi nunca los tiempos son tan cortos como para incluso en un plazo de cuatro años no permitir un concurso. La organización, composición de jurado, presentación de proyectos y discusión tiene un proceso rápido. En medio año estaría resuelto, y eso no es un plazo significativo para inversiones cuyas obras duran varios años y sus resultados decenas de años.

¿También aquí hemos caído en un mundo que cada vez se mueve más deprisa?

Sí, pero los tiempos que manejamos en edificación son largos. Y seis meses para pensar no son muchos. Además, el hecho de pensar bien qué queremos hacer y cómo permite que el presupuesto luego esté ajustado a la necesidad original. Y tenemos que acordarnos de que tenemos un Plan Estratégico, que debería darnos esa perspectiva a más largo plazo.

¿Qué valoración global les merece el nuevo PGOU?

Lo que más lo define es la continuidad con lo que ya conocíamos, tanto el Plan anterior como la modificación derivada del Máster Plan de Herzog y De Meuron. Tiene aspectos positivos como la apuesta por la ciudad compacta, aunque en el pormenor hay temas discutibles que ya alegamos desde el Colegio. Le da mucha importancia a temas de sostenibilidad y al patrimonio natural, técnicamente creo que también está bien, es un documento complejo que habrá que trabajar con él.

¿Cómo ven ustedes la solución planteada a la normalización de las ducas y los trámites técnicos y legales que la están ralentizando?

Este asunto nos preocupaba y lo hablamos con el Ayuntamiento, pero lamentablemente las conversaciones no fueron del todo fructíferas. Lo primero de todo, porque necesitamos tener claro el criterio cuando un colegiado trae a visar un documento para legalizar una duca. Desde nuestro punto de vista este asunto tiene poca discusión: se trata de un cambio de uso a vivienda y como tal está recogido en la Ley de Ordenación de la Edificación y en el Código Técnico. Tenemos la sensación de que no ha habido la suficiente claridad al plantear el problema, porque no hay mucha diferencia entre una duca y un local comercial en planta baja. El PGOU sí que resolvió la cuestión de la altura, pero el resto de cuestiones hay que ir viéndolas una por una, como en cualquier cambio de uso parcial o total. Y hay algunos aspectos interpretables.

¿Confían en la consulta trasladada por el Ayuntamiento a la Dirección General de Vivienda?

No creo que el Ministerio diga más que lo que ya está en el Código Técnico y en la Ley. No sabemos exactamente en qué términos se ha hecho la consulta, pero no sé si vamos a aclarar mucho con ella.