«Los encuentros entre víctimas y asesinos son minoritarios pero luminosos»

Angélica González / Burgos
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El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, cree «impensable» que el cese de la violencia de ETA tenga marcha atrás. Ayer habló en Burgos sobre «emergencias afectivas»

La presencia del obispo donostiarra concitó el interés de un nutrido grupo de personas. - Foto: Patricia

El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, aseguró ayer en Burgos que los encuentros que se están produciendo entre víctimas de ETA y sus asesinos «aunque minoritarios pueden llegar a ser verdaderamente luminosos y regeneradores». Munilla, que reconoció haber sido testigo de alguno de ellos, entiende que no pueden ser más que propios de una minoría «porque las personas que abordan las heridas de esa manera son excepcionales y muy generosas».

A su juicio, tres años después del anuncio del cese definitivo de  la violencia por parte de la banda terrorista (fue el 20 de octubre de 2011) «se hace impensable que esta situación tenga marcha atrás» y considera que aunque las heridas no están curadas y faltan «arrepentimientos y perdones», el día a día «nos pone en la tesitura de pasar página».

Munilla hizo estas reflexiones unos minutos antes de ofrecer su conferencia La emergencia afectiva dentro de las actividades organizadas con motivo del 15 aniversario del Centro de Orientación Familiar Diocesano de Burgos. Con este concepto se refiere el obispo donostiarra a la situación en la que están varias generaciones -desde aquellas nacidas en la década de los sesenta hasta las de los más jóvenes- que convivieron con modelos familiares y sociales mucho más inestables que las de sus abuelos.

«No hemos sido educados en familias muy estables ni hemos tenido  relaciones fieles y constantes sino que han sido numerosas las experiencias tormentosas en noviazgos y amistades y esto ha provocado una emergencia afectiva», explicó.

Frente a semejante panorama, dice que la educación cristiana y la labor que hacen centros de orientación familiar como el de Burgos ayudaría a estas personas tan perdidas «que se refugian en las adicciones y no se fían de nadie» a confiar en el prójimo y a no escandalizarse de la gente que  les falla; a comprender que el amor de los otros es imperfecto y tiene fallos y que solo Dios nos ama incondicionalmente».

Con estas premisas, por lo visto, se frenarían los efectos de la emergencia afectiva que son principalmente tres: el narcisismo (cuando uno no ve más allá de sus propias narices), el pansexualismo -«todo es sexo, todo es sexo», dijo el obispo- y la «herida de la desconfianza y la inseguridad en uno mismo».