Las comuniones ya no son 'mini bodas'

H. Jiménez / Burgos
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La crisis y un cambio de mentalidad moderan el gasto de una celebración que todavía supera los 2.000 euros pero que hace unos años llegó a rondar los 3.500

Un niño se prueba su traje de marinero en un establecimiento de la capital burgalesa. - Foto: Luis López Araico

En la Primera Comunión de Ander no darán el típico recordatorio a los invitados. En su lugar entregarán una foto enmarcada. Las imágenes de ese día las va a tomar su padre y a la comida irán unas 20 personas, todas familia directa. Y si hubiera podido habría aprovechado el traje de su hermano mayor, pero le queda muy grande. La situación económica, la secularización creciente y un cambio de mentalidad han modificado en los últimos  años la concepción de las primeras comuniones de los niños como una especie de ‘mini boda’ y se han moderado.

Las celebraciones multitudinarias con un centenar de personas y los gastos por todo lo alto van dejando paso, cada vez más, a eventos mucho más reducidos en número de asistentes, al recorte de dispendios superfluos y a una mayor practicidad. Las comuniones siguen siendo el gran acontecimiento del mes de mayo para cientos de familias burgalesas, pero han perdido parte de su antiguo peso social.

Para empezar, ya no son tan minoritarios los padres que optan por no llevar a sus hijos a comulgar. Si hace 30 años esos niños y niñas eran una rara excepción, ahora es algo habitual y aceptado con absoluta normalidad. La reducción de los comulgantes se nota directamente en las estadísticas de la diócesis de Burgos, que en el año 2006 recogían 3.090 primeras comuniones y en el 2013 vieron reducido el dato hasta las 2.803. Las parroquias con ceremonias más concurridas fueron la del Hermano Rafael y La Inmaculada, ambas en la capital.

Pero ni siquiera entre quienes mantienen la costumbre y la creencia en la Primera Comunión resisten los criterios de antaño. Con las evidentes excepciones, la tónica general es la de una moderación en el gasto que ha provocado una reducción en el gasto medio de entorno al 30% desde el año 2009, cuando se alcanzó el máximo.

Entonces los estudios de la Unión de Consumidores hablaban de unos 3.500 euros por familia. Ahora la Federación de Usuarios y Consumidores Independientes sitúa la media en unos 2.400, y en el caso de Valladolid y Santander, las dos ciudades más próximas y comparables a Burgos incluidas específicamente en su estudio, rebaja algo más el gasto hasta los 2.258 y 2.394 euros por niño o niña.

Verónica, la madre de Ander, explica que la mayoría de las familias con las que ha tenido oportunidad de charlar en las últimas semanas opta por medir mucho más los gastos. «La gente se va apañando con los accesorios, con las fotos o los recuerdos. Algunas mamás por ejemplo hacen figuritas de goma eva, quitan el típico rosario o la Biblia de los complementos del traje....».

Aun así, equipar a un niño incluyendo camisa, corbata, zapatos y calcetines puede salir por unos 400 euros y completar el vestido de una niña con chaqueta, diadema, medias y calzado se eleva hasta los 600. «Hay muchas abuelas que son las que vienen a pagar», explica Emi González, de la tienda BabyLux, un establecimiento de la calle Federico García Lorca, en Gamonal, que lleva 27 campañas de comunión a sus espaldas y que ofrece unos precios ligeramente inferiores a los mencionados.

Quizás por eso, porque en las familias se reparten los gastos, desde Novias Désirée, en la plaza del Hondillo, María Echarri apunta que «la gente busca precio y lo mira, pero al final si le gusta lo acaba pagando». En Burgos, dice, el gusto es «muy clásico». Los almirantes en los niños y las lorzas en las niñas siempre triunfan, aunque las modas van y vienen determinando que un año triunfe más el marinerito, otros la botonadura doble o la sencilla y que los cuellos o las mangas se estiren o se encojan según la tendencia.

Por encima del traje, el mayor gasto que ese día afrontan las familias se lo lleva la celebración en un restaurante. «En cuanto dices que es para una comunión te remiten a un menú cuyo precio es superior al de comer a la carta cualquier día normal», apunta el padre de un niño de 9 años que está en plena preparación. Los precios tienen una horquilla amplísima y van desde los 40 a los 90 euros. Caro o barato, depende de cada cual, de la calidad de la comida y de las instalaciones del restaurante, pues algunos cuentan con los típicos columpios o piscinas de bolas en los que los niños pueden entretenerse un rato mientras los adultos disfrutan de la sobremesa.

Por mucho que uno intente ahorrar, e incluso si el traje es prestado o heredado del hermano, al final el bolsillo se resiente. Y la Primera Comunión no tiene el componente de retorno con el que sí que cuentan las bodas, pues normalmente los invitados no se pagan el cubierto ni hacen generosas aportaciones a los novios, en este caso el comulgante.

Para compartir gastos, y también para evitar demasiado revuelo en torno al altar en el momento álgido del sacramento, las parroquias promueven la contratación conjunta por parte de las familias de un fotógrafo oficial común a todos ellos.

Sin embargo, para antes y después de la iglesia algunos quieren inmortalizar el día y no se fían de la cámara réflex del cuñado o de los conocimientos de vídeo de papá o mamá. Para ellos se anuncian fotógrafos que se definen a sí mismos como «low cost» aprovechando las páginas de internet de segunda mano. Y lo hacen por 200 euros.

Es habitual también ver trajes a la venta en este tipo de webs, con llamadas referenciadas específicamente a la provincia de Burgos. Los de niño, en una rápida búsqueda, pueden salir por entre 75 y 110 euros, y los de niña entre 100 y 180. Incluso se venden unos zapatos sueltos por 20 euros.

Verónica explica que, a la vista de que Ander no podía aprovechar el traje del hermano, puso un anuncio para venderlo por 100 euros. Esperó unas semanas, no encontró comprador y decidió donarlo a Cáritas, donde asegura que fue muy bienvenido. «Es posible que a la gente le dé menos vergüenza adquirirlo a través de las tiendas de Cáritas que comprarlo directamente a un desconocido».

Alternativa solidaria

Desde la propia ONG católica explican una iniciativa que han planteado para las comuniones y que pretende dar un toque de solidaridad a la celebración. Se trata de sustituir el clásico recordatorio que se coloca en la mesa del restaurante por un papel en el que se especifica que el dinero destinado a ese regalo (que muchas veces acaba arrinconado en la estantería que nadie ve del mueble del salón) ha sido sustituido por una donación solidaria.

Cáritas también se ofrece a dar el servicio de cátering a través de su empresa ‘El gusto de servirle’ y sugiere comprar los regalos, en el caso de que se entreguen, a través de empresas de comercio justo. Su espíritu es incorporar un mensaje solidario al religioso y de celebración de ese día. Se supone que con ello la niña o el niño estará recibiendo una enseñanza extra, y sus acompañantes también.