Se buscan dos buenas personas

I.E. / Burgos
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La familia de Saida quiere hallar al hombre que auxilió a su hija tras ser atropellada en la calle Madrid y a la mujer que cogió la matrícula que permitió dar con el conductor fugado

Saida cruza el paso de cebra en el que fue atropellada. - Foto: Jesús J. Matías

Esta es una historia cuyos protagonistas, por ahora, son anónimos. Se trata, casi con total certeza, de dos burgaleses, y con toda seguridad, de dos buenas personas. Ninguna institución les va a conceder una medalla al mérito, pero sus identidades sí figurarán en la lista de héroes sin nombre que hacen cada día la vida más fácil a los demás. La familia de Saida Lamini les está buscando, primero para agradecerles que socorrieran a su hija y, segundo, porque les necesitan como testigos para demostrar que las dolencias que sufre ahora su hija de once años son consecuencia del atropello que sufrió el pasado 28 de septiembre.

Ese día Saida había salido de casa con su perro sobre las 18,30 horas para dirigirse a la plaza de San Agustín, donde había quedado con sus amigas. Cuando cruzaba la calle Madrid por el paso de cebra situado frente a Deportes Base, un coche la atropelló y continuó su camino sin detenerse. El conductor del vehículo que sí se detuvo para dejarla pasar se apeó de su automóvil para levantarla del suelo y auxiliarla. En ese momento, una transeúnte que había visto lo que había pasado le entregó un papel que a la postre sirvió a la Policía Local para localizar al conductor fugado. En él la mujer había escrito la matrícula del turismo que huyó del lugar.

La pequeña no sufrió heridas graves, al menos no se dio cuenta en ese momento. De hecho, cuando el hombre que la socorrió le preguntó si llamaba a la Policía contestó que no, que la llevara por favor al parque de San Agustín, y así lo hizo. Fue allí, según relata su madre, Rachida, cuando a la niña le empezó a «doler la rodilla». La madre de una de sus amigas se preocupó por lo que le pasaba y llamó a su familia y a la Policía Local. Fueron enviadas dos ambulancias hasta allí, una de las cuales la trasladó al Hospital Universitario. Fue dada de alta ese mismo día por la noche.

La Policía Local comenzó a investigar quién había sido el conductor que la había arrollado. No fue muy complicado, porque la muchacha les entregó el papel que le había dado la buena samaritana que se acercó a ella en el lugar del suceso. El culpable fue localizado y, según fuentes del Cuerpo, no puso ningún problema cuando le dijeron que tenían que interrogarle por los hechos. Se daba cuenta del percance, pero le restó importancia, señalando que apenas la había golpeado y que la chica había quedado en pie. Sin embargo, ella asegura que sí que cayó, que de hecho el hombre que la ayudó  la tuvo que «levantar del suelo».

La Policía Local instruyó diligencias sobre el caso y multó al conductor por no haberse quedado en el lugar del atropello, pero no envió atestado al juzgado de guardia por entender que no había incurrido en ningún delito, pues las lesiones eran leves y no había omisión de socorro, ya que quedó atendida por otras personas. Eso sí, la Policía municipal puso las diligencias a disposición de la víctima por si quería emprender acciones penales o civiles.

Y es lo que ha hecho. Entre otras cosas porque a los dos días de sufrir el accidente comenzó a sentir mareos y dolor de cabeza. Además, por las noches tarda en conciliar el sueño y, pese a no haberle detectado daños cerebrales, padece visión doble en momentos del día. Este síntoma adquiere más relevancia por cuanto fue hace poco operada de estrabismo en el Hospital Universitario. Su recuperación puede verse lastrada en estos momentos. De hecho ha tenido que viajar a Valladolid para ser tratada. La lesión de la rodilla no fue a más.

Los tratamientos y desplazamientos a otros hospitales que pudieran derivarse de estas dolencias debe cubrirlas el seguro del vehículo que la atropelló, pero para iniciar el proceso legal para exigir responsabilidades civiles necesitan a esos dos testigos anónimos. Para, por una parte, confirmar que se produjo el atropello y que el hombre se fue de allí y, segundo, para identificar exactamente el paso de cebra, ya que el conductor que finalmente fue localizado sitúa el percance en otro paso de la calle Madrid. Además, el perro con el que iba en esos momentos Saida tuvo también que ser operado.

«Nosotros estamos muy agradecidos por que ayudaran a nuestra hija; queremos darles ante todo las gracias, pero también que nos ayuden en esto», señala Rachida. La madre de Saida recuerda que cuando le avisaron de que su hija había sido atropellada le dio «un vuelco al corazón».

La niña está «faltando al colegio» en los últimos días porque «ha tenido que ir a varios médicos» para que «la vean por sus mareos y porque no puede dormir», agrega. Rachida no guarda rencor al conductor que no paró para auxiliar a su pequeña, pero se da cuenta «de la diferencia que hay entre unas personas y otras», en referencia al hombre y a la mujer que sí la atendieron el día que fue atropellada.

«Solo esperamos dar con ellas, para conocerlas y agradecerles lo que hicieron aquel día con Saida», resume la madre.