Las relaciones entre Estados Unidos y Turquía están enturbiadas desde hace tiempo por varios desacuerdos en política internacional, entre ellos, la guerra en Siria. Pero se han deteriorado aún más en las últimas semanas por la detención de un pastor norteamericano en suelo otomano bajo cargos de terrorismo y espionaje. El presidente de EEUU, Donald Trump, ha exigido en varias ocasiones la puesta en libertad del arrestado, para el que la Fiscalía de Ankara pide hasta 35 años de cárcel, y hace unos días amenazó con «represalias» al Gobierno de Recep Tayyip Erdogan si no se cumplía su petición.

Aprovechando la dura situación económica por la que atraviesa la nación euroasiática, sumida en una severa crisis por la depreciación de su moneda, Trump anunció ayer que duplicaba los aranceles al acero y el aluminio de ese país, después de que las tasas se hubieran impuesto al 10 y al 25 por ciento respectivamente el pasado junio.

«Acabo de autorizar que se doblen los aranceles sobre el acero y el aluminio de Turquía ya que su moneda, la lira turca, se deprecia rápidamente hacia abajo contra nuestro fuerte dólar», justificó, de modo que «ahora serán «del 20 por ciento al aluminio y del 50 por ciento al acero». «¡Nuestras relaciones con Turquía no son buenas en este momento!», añadió.

Desde la Casa Blanca precisaron que este tipo de gravámenes serán impuestos «por amenazar la seguridad nacional del país, la independencia en negociaciones de comercio o cualquier otra cuestión» definida en una disposición legal conocida como Sección 232, que permite a Trump imponer aranceles unilateralmente.