Ain Karem, refugio para embarazos sin recursos

Gadea G. Ubierna / Burgos
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Cáritas regenta una vivienda para que mujeres sin ingresos ni red de apoyo familiar puedan hacer frente a la maternidad • El objetivo es prestarles las herramientas necesarias para que puedan integrarse en la sociedad

Ni lugar de nacimiento ni edad. El único nexo común entre las tres mujeres que están viviendo ahora en la casa de acogida Ain Karem es el haberse convertido en madres sin disponer de medios materiales ni sociales para hacer frente a sus maternidades con tranquilidad. Ese es el único requisito para acceder a este recurso de Cáritas, cuyo objetivo es ofrecer a gestantes y mujeres con hijos menores de seis años las herramientas necesarias para que puedan reintegrarse en su entorno habitual o iniciar un proyecto de vida independiente después de haber dado a luz. Una ayuda que el año pasado recibieron 30 mujeres, aunque no todas de la misma forma: 14 necesitaron de la vivienda y del recurso las 24 horas del día y el resto demandaron un apoyo más puntual y concreto.

«Prestamos apoyo médico, psicológico, social, formativo y laboral si así lo requieren. Diseñamos un itinerario personal de acuerdo a los intereses de cada una», explica la coordinadora del programa, Henar Hernández. También es decisión personal si ese proceso se quiere seguir residiendo en la casa de acogida de la calle Ramón y Cajal o de forma ambulatoria. «Hay mujeres que han tenido malas experiencias en otras viviendas de acogida y, aunque quieren la ayuda, prefieren vivir por su cuenta», apunta la coordinadora, matizando que eso significa que el centro se ofrece a hacer las veces de familia convencional. «Si necesitan que alguien se encargue del niño un día, si necesitan que se les acompañe al médico o si necesitan venir a comer, saben que llaman y aquí siempre hay gente para echar una mano», dice la responsable del programa, que se sostiene con 24 voluntarios y un presupuesto anual de 103.000 euros. El 50% lo financia Cáritas con fondos propios y el resto se cubre con el convenio que se firma cada cuatro años con el Ayuntamiento (20.000 euros) y con subvenciones procedentes de otras entidades.

Con ese importe se paga al personal, la manutención y los suministros de una vivienda grande, ya que está preparada para albergar a un máximo de siete mujeres al mismo tiempo y a otros tantos niños. De hecho, varias habitaciones están dispuestas como mini apartamentos en los que una mujer con varios hijos pueda tener cierta intimidad y ambiente de familia. «Por la noche hay horario de entrada y tienen la obligación de encargarse de las tareas de la casa, pero nosotros no nos metemos en si entran o salen», explica Hernández, antes de añadir que lo único en lo que inciden es en los objetivos marcados. «Y hay veces en los que los nuestros no coinciden con los suyos o con las expectativas que se habían hecho, pero la adherencia al programa suele ser buena», dice.

Las estancias pueden ser de seis, nueve y 18 meses, aunque ahora suelen prolongarse. Por ese motivo, además de tratar de usar todos los recursos de Cáritas en formación y empleo de cara a la reinserción, el programa incluye una remuneración simbólica -100 euros- por tareas realizadas para la organización vinculada a la Iglesia católica, dentro o fuera de la vivienda ubicada en Ramón y Cajal, (que toma su nombre de la tradición bíblica y del lugar en el que la Virgen visitó a su prima Isabel).

«Estamos tranquilas»

 

La cocina y la sala de estar son espacios comunes, de los que se encargan las residentes. Dos de ellas -española de 19 años y extranjera de 21 que prefieren mantener el anonimato- explican que se reparten el trabajo de la casa de acuerdo a unos turnos consensuados. Si una cocina otra pone el lavavajillas y friega los suelos, por ejemplo. Las dos tienen niñas, una de dos años y la otra un bebé de dos meses. «Estamos tranquilas porque sabemos que aquí siempre hay alguien para atender a las niñas si nosotras tenemos que salir», apuntan, subrayando que también se ayudan entre ellas con la crianza de los niños.

Un aspecto fundamental, sobre todo para la madre cuya hija tiene dos años, porque está matriculada en un curso formativo y, de no contar con el apoyo de Ain Karem, no lo podría hacer. «Mi intención es quedarme hasta que encuentre un trabajo y pueda independizarme», afirma.

Este afán de superar las dificultades es uno de los valores que reconocen voluntarias como Estefanía Terrazas. «Comparto parte de mi vida con ellas desde hace años y es muy gratificante ver que salen con trabajo», concluye.