Emmanuel Macron puede seguir respirando tranquilo como presidente de Francia. Realmente, poco o nada inquietaba al presidente de Francia ayer, cuando su Ejecutivo se sometió a dos mociones de censura en la Asamblea Nacional, una auspiciada por Los Republicanos y otra por las tres formaciones de izquierda en el Parlamento -los socialistas, la izquierda alternativa y los comunistas- por la gestión del Gabinete en el caso Benalla. La mayoría absoluta del gobernante La República En Marcha no le hacía temer cambios, pero no se descartaba que alguno de sus diputados pudiera castigarle con un voto disidente.

Realmente, en el Hemiciclo se vivió un toma y daca entre los bloques opositores. En la primera cuestión, los conservadores recabaron 143 apoyos, con el rechazo de los progresistas, que apenas consiguieron 74 respaldos en su moción, insuficientes para alcanzar la mayoría absoluta necesaria, establecida en 289. Los Republicanos devolvieron la moneda a los socialistas y no votaron por una medida similar a la que habían presentado previamente.

Mientras, el primer ministro galo, Edouard Philippe, acusó a todos los partidos implicados en estas votaciones de intrumentalizar lo ocurrido con Benalla con el objetivo de perjudicar a Macron.