Las piedras que inspiraron a Ken Follett

F.V.R. / Miranda
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La lumaquela extraída de las canteras treviñesas de Ajarte sirvió para construir la catedral de Santa María, en Vitoria

La roca de Treviño contrasta, por su blancura, con el resto de la construcción. / fotos: quintas, koldo Martínez y db - Foto: Quintas, Koldo Martínez

Los arqueólogos aseguran, y con probada razón, que las piedras hablan. Aunque posiblemente ninguna haya atesorado tanto vocabulario como para inspirar un best seller mundial como la saga de Los pilares de la tierra, de Ken Follet. El escritor galés se inspiró, precisamente, en la catedral de Santa María de Vitoria para escribir la segunda parte de la novela, Un mundo sin fin, aunque pocos recuerdan a estas alturas que esa maravillosa roca caliza se extrajo hace siglos de la valiosa cantera de Ajarte, en Condado de Treviño.

Se trata de una piedra llamada lumaquela, una roca de color blanco sedimentaria bioquímica, que guarda en su interior restos de sedimentos fósiles. Esa composición geológica ha permitido que la piedra adquiera unas propiedades que facilitan su tallado hasta con cuchillos una vez extraída de la cantera, lo que facilitaba claramente el tallado de los artesanos.

¿Qué sucede luego? Pues al estar en contacto con el aire se compacta, se endurece, y es capaz de resistir el paso del tiempo. Por eso fue tan querida por los escultores del románico y tiene tanta presencia en los monumentos que se erigen a lo largo del Camino de Santiago.

Lumaquela

La zona en la que los canteros podían extraer la piedra en aquellos años era amplia aunque, a diferencia de otras canteras, éstas de las que se extraía la lumaquela yacía en unas especies de terrazas que no superaban el metro y medio de altura. Algo que en la laureada novela Los pilares de la tierra aparecen magnificado y amplificado, pero no exacto.

Desde el puerto de Opakua hasta Urbasa y los Montes de Vitoria tiene una composición geológica muy similar, aunque la piedra ornamental, la más delicada y de la que está hecha prácticamente todo el gótico -los sillares y las esculturas- de Santa María fue extraída de esos bancales ubicados en la localidad treviñesa de Ajarte. Aunque, algunos pensaban que tanto la muralla como la iglesia gótica, anterior a la catedral, también habían ‘tirado’ de las mismas canteras.

A diferencia de lo que han mostrado las superproducciones televisivas, las canteras que ‘alimentaron’ la catedral son unos bancales o terrazas que, cuando se van agotando, se van abandonando.

Según explica el director de la Fundación Catedral, Juan Ignacio Lasagabaster Gómez, uno de los problemas que se está teniendo en la restauración de la catedral «es que aunque haya gente que trabaje muy bien la piedra, ese concepto tendría que estar en las canteras, hay que jugar con las vetas, no es lo mismo extraerla horizontal que vertical... Son muchas las cosas que se nos escapan», señala.

Recordando al ya célebre libro de Ken Follet, «habría que traer a Tom Builder [maestro constructor y artífice de la iglesia] para que nos ayude un poco», expresa entre risas.

Bromas aparte, considera que esta capacidad para extraer la piedra para las restauraciones «es un campo muy interesante para abordar por los especialistas que salen de las universidades. Aquí hay, sin duda, un nicho laboral y un mercado muy grande», dice.

De Treviño en buey

Ese frente de piedra que no se asomaba a más de medio metro de altura y cuya extracción era muy costosa, además de nutrir de roca a la catedral sirvió también durante años para levantar otros monumentos. Aunque lo más llamativo es que esos carros, tirados por bueyes, podrían efectuar unos cinco viajes a la semana y cada uno transportar sobre 400 kilos. Con todo, el templo tardó solo dos siglos en construirse.

En este proceso de recuperación de la catedral no ha sido posible utilizar piedra de Ajarte, porque las canteras que hoy no se encuentran ‘agotadas’ están protegidas por criterios de conservación paisajística o medioambiental. «Y abrir un frente o retomar una veta para volver a hacer sillares y recomponer demanda un proceso administrativo que puede ser interminable, por eso estamos utilizando materia prima de Valladolid», agrega Lasagabaster.

Actualmente, esos históricos bancales de Ajarte se encuentran cerrados y son difíciles de reconocer porque están recubiertos de vegetación. Solo es posible divisarlos a través de las indicaciones de expertos o mediante fotos aéreas.

Y, aunque la localidad treviñesa llevaba unos años condenada al abandono de población, ya cuenta con dos empadronados fijos y se han comenzado a recuperar viviendas de uso de fin de semana.

El Ayuntamiento del enclave ha incluido a Ajarte y sus canteras como espacio de atracción para los visitantes en su última campaña de promoción turística, Treviño cantera de vida.