La AP-1 ya es gratuita. El fin de los peajes ha puesto el punto y final a uno de los capítulos sociopolíticos más afilados de los últimos años. Y más poliédrico. Porque las consecuencias de la liberalización aún están por medir en toda su expresión. El abandono de la N-I por la falta de conexiones alternativas en el corredor y la sombra de una futura política nacional de peajes públicos seguirán siendo objeto de debate, pero hay más lecturas y ya es tiempo de hacerlas.
Si bien nadie lo ha reconocido oficialmente, oficiosamente era moneda de curso legal que el futuro de la AP-1 podría influir en la solución definitiva al nudo gordiano que estrangula la ejecución del primer tramo de la A-12 (Burgos-Ibeas), autovía llamada a jubilar la N-120 y terminar aquello que en La Rioja es un hecho desde hace años. Tal y como ha venido contando este periódico, la empresa adjudicataria de esos trabajos, una UTE formada por Joca y Ocide, se quedó con el encargo a cuenta de presentar una baja de 39 millones de euros (se ofreció a hacerla por 45 millones en lugar de por los casi 84 que ofrecía Fomento).

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