El 'Gran Villímar' que nunca fue

H. Jiménez / Burgos
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El sector V-2 contemplaba 1.500 viviendas pero su urbanización quedó parada hace 7 años. Arrasada por el vandalismo, el Ayuntamiento calcula que una simple reparación costaría hasta 2 millones de euros

Lo bautizaron como el ‘Gran Villímar’ y era una de las actuaciones urbanísticas más ambiciosas en la capital burgalesa. Consistía en multiplicar la extensión y la población de este barrio de la periferia, en el extremo noreste, envolviendo su viejo casco rural con dos grandes urbanizaciones que la rodearían por completo. Ha acabado siendo uno de los peores ejemplos del estallido de la burbuja inmobiliaria.

Uno de los dos sectores, el llamado V-1, está construido a medias. Yel otro, el V-2, quedó paralizado sin terminar ni siquiera su urbanización y allí lleva 7 años. Toda una explanada pensada para 1.500 viviendas que incluían unifamiliares, colectivas de 4 alturas, dotaciones comerciales, zonas deportivas, paseos y carril bici que sin embargo es ahora un gran baldío víctima del vandalismo y el abandono.

El ‘Villímar Este’ se ha convertido en un dolor de cabeza para las arcas municipales, conscientes de que es muy probable que les toque aflojar el bolsillo para intentar adecentar mínimamente el entorno, cuyas parcelas están en parte en manos del Sareb y donde ni hay edificios ni se los espera.

El concejal de Fomento, Ángel Ibáñez, apunta que «el sector tenía una inversión asociada a su urbanización de unos 10 millones de euros, de los cuales se ejecutó aproximadamente la mitad». Solo los daños que ha causado el paso del tiempo por esa zona se estiman «entre 1 y 2 millones», siempre según el también vicealcalde, y el Ayuntamiento se está planteando su reparación por la vía de la ejecución subsidiaria, después de que la administración haya realizado varios intentos de contactar con los responsables del sector, sin conseguirlo.

Deshabitado

«Al menos es un entorno en el que no vive gente y está apartado de las zonas habituales de paseo», se consuela Ibáñez. En efecto, quien quiera adentrarse en el V-2 lo tiene que hacer expresamente, pues está al final del parque lineal del río Vena y del carril bici que lo recorre.

Hace tres años los consejos de barrio de Villímar y San Cristóbal denunciaron el mal estado de la urbanización y su consiguiente peligro. Mostraron cómo el robo de alcantarillas habían dejado agujeros, cómo habían robado parte del adoquinado ya instalado y cómo algunas zonas se habían convertido en lugar para la práctica del botellón. Y se preguntaban, desde luego, a quién tendrían que pedir daños y perjuicios «si un día pasa algo».

Tres inviernos después el actual presidente del Consejo de Villímar, Pedro Ortega, se muestra resignado en cuando al desarrollo urbanístico del entorno: «Allí no se va a hacer nada en muchos años». Mantiene, sin embargo, la reivindicación para que el Consistorio «al menos arregle lo que se estropeó» y menciona, entre las deficiencias más urgentes, la acera que comunica con San Cristóbal y su alumbrado público.