Libertinaje invernal

Andrés Seoane / Burgos
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La suavidad de las temperaturas y la escasez de lluvias de los últimos meses trastocan el ciclo de la naturaleza y dejan imagénes nada usuales a estas alturas • El periodo e intensidad de las alergias o las enfermedades de los cultivos son ejemplos

A nadie le es ajeno, y mucho menos en una ciudad como Burgos, que el clima en estos meses de invierno está teniendo un comportamiento que escapa de lo común. La temperatura media diurna del mes de diciembre batió sin despeinarse el récord histórico, con 11,8 grados, establecido en los 10 de la última mensualidad de 1953. La lluvia no se ha dejado notar hasta las últimas semanas y de los copos blancos se sabe poco más que nada tras un par de apariciones fugaces y testimoniales.

Para medir a pie de calle las consecuencias de esta climatología que Burgos parece haberle robado a alguna ciudad localizada más al sur, basta con darse un paseo por los puestos de Los Carros y comprobar la alegría de quienes venden frutales, muchos de ellos en flor desde tiempo, y el gesto torcido de los productores y comerciantes de frutas, verduras y hortalizas. «Una cosa así no la había visto nunca», es una declaración en la que unos y otros coinciden.

Las excepcionales concesiones del mercurio y la tacañería de las nubes para romper a llover se dejan sentir, sobre todo, en la flora y en la fauna. La ausencia de precipitaciones, explica la doctora del Servicio de Alergología del Hospital Universitario de Burgos, Sonsoles Juste Picón, «puede influir en el nivel de polen de gramíneas (las pelusas infalibles que inundan el Parral el día del Curpillos) que vamos a tener en los meses de mayo y junio», porque «al ser un año más seco se espera tener menores niveles, aunque luego puede cambiar», indica.

Por otro lado, el segundo polen alérgico en predominancia es el de las copresáceas (cipreses). «Las temperaturas más cálidas lo han adelantado, de manera que a Burgos el pico más alto ha llegado el 22 de enero, cuando llegamos a 750, que no es muy elevado», describe la doctora. Lo habitual es que el mayor registro de este tipo de polen se dé en febrero o incluso marzo, y aunque en esta ocasión se ha producido antes, Juste Picón puntualiza que «no ha sido muy intenso», dado que queda notablemente alejado del mayor registro de los últimos años, cuando en 2011 se alcanzó un pico de 7.000.

La doctora también observa que los datos son moderados en comparación con otros territorios cercanos, tanto del norte como del sur de España, en los que la temperatura ha sido aún más bondadosa, lo que ha motivado una mayor intensidad de los registros del polen de copresáceas.

Continuando con el catálogo de consecuencias de este libertinaje invernal, el jefe del servicio territorial de Medio Ambiente de la Junta, Javier María García, apunta que las especies migratorias «trastocan las fechas» de sus movimientos, lo que puede originar que «se encuentren con que el medio no está preparado». Pero este no es en absoluto el único resultado de este insólito clima.

Las enfermedades vegetales también se ven afectadas por la rareza del tiempo, y, en especial, las provocadas por hongos. «Las afecciones fúngicas se han desarrollado tanto en especies forestales como agrícolas. Los trigos tempranos de algunos campos de cultivo están muy amarillos, debido al oídio, que puede mermar mucho las cosechas», explica el jefe del Servicio Territorial. En el otro lado, hay cosechas demasiado verdes para estar a mediados de febrero.

«Ya tenemos almendros en flor», continúa García, «y eso a su vez puede modificar los ciclos de los insectos que los polinizan, porque a lo mejor todavía no están disponibles», argumenta. A pesar de la belleza visual de la floración de los frutales, si las heladas que no se han producido hasta el momento aparecen después de que se haya consumado este proceso van a dañar mucho más a la vegetación, en un momento más delicado. «Cuando una planta empieza su ciclo vegetativo porque hay altas temperaturas, las raíces comienzan a absorber agua, la planta se hidrata, y entonces sufre mucho más una helada porque el agua que tiene dentro de las células se congela», indica el responsable de Medio Ambiente.