10 años y sigue la polémica

A. R. / Burgos
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Se cumple una década del encendido debate en torno a la rompedora reforma diseñada por el arquitecto Viaplana • De aquel proyecto poco queda y el futuro de este céntrico espacio sigue en el aire

En las Navidades de 2005 se inauguró el nuevo pedestal. - Foto: Patricia

Seguramente le parecerá demasiado tiempo, pero la hemeroteca no falla. Han pasado ya diez años de la polémica generada en la ciudad por la última gran reforma de la Plaza Mayor y, lejos de diluirse, el debate sobre su estado continúa. Si alguien pensó que con aquella obra se conseguiría una plaza del gusto de la mayoría, estaba equivocado. La prueba es que hoy se sigue hablando de un cambio en su imagen y su estética y que, lamentablemente, al menos dos veces al año se requiere la actuación de brigadas de obras para reparar tramos de adoquinado de la plaza y sustituir el polémico clínker. De hecho, los parcheados ya han supuesto un desembolso de más de 165.000 euros a las arcas locales, según los últimos datos publicados por este periódico. El problema, según los expertos, es que estos ladrillos rojizos se colocaron mal en su día. Yaún seguimos pagándolo.

Las últimas noticias a propósito de todo ello las dio el concejal de Urbanismo del PP y vicealcalde, Ángel Ibáñez, en abril de este año. Dijo que no se descarta una gran reforma que afecte al suelo de la Plaza Mayor mientras se espera una solución definitiva que determine el futuro de este céntrico entorno. Yes que se ha encargado un estudio a la empresa Prointec que se espera para este mismo ejercicio, aunque las decisiones al respecto no se adoptarían hasta, al menos, el primer trimestre de 2015.

Pero, ¿Cómo se ha llegado a esta situación? En el verano de 2004 corrieron ríos de tinta en torno al proyecto de remodelación elaborado por el arquitecto Albert Viaplana. Las críticas más feroces fueron contra el pedestal de Carlos III -formado por tres tubos de acero galvanizado y una peana rectangular sobre la que durante un tiempo se colocó al monarca- pero no fue la única decisión que generó protestas. También el pavimento y el mobiliario -sobre todo las farolas y los bancos- suscitaron reacciones de burgaleses a título particular, colectivos de la ciudad, y de los políticos de signo contrario a los que tomaron la decisión. (La adjudicación al arquitecto catalán Viaplana se hizo, tras ganar un concurso de ideas, durante la legislatura en que gobernó el socialista Ángel Olivares).

Carlos III se subió a esta peana en 2004. El monarca estuvo así sólo 20 días.Carlos III se subió a esta peana en 2004. El monarca estuvo así sólo 20 días. - Foto: Patricia Ya en octubre de 2003 el cambio del pavimento -del gris que había al rojo- concitó opiniones contrarias. Unos lo consideraban impropio de un casco histórico, aunque otros lo apoyaban al considerar que era una apuesta innovadora y acorde a los tiempos.

Algo parecido sucedió unos meses después con el pedestal que sustentaba la estatua de Carlos III, aunque en este caso los detractores parecieron mayoría y la iniciativa rompedora y moderna de Viaplana fue blanco de las críticas más encendidas. De hecho, desde el 14 de julio de 2004, apenas 20 días después de la colocación de la peana, el equipo de Gobierno del PP -recién elegido Juan Carlos Aparicio como alcalde- anunció que se quitaría. El 4 de enero de 2005 Aparicio ordenó retirar la estatua de Carlos III evidenciando así su rechazo al soporte diseñado por Viaplana, que por cierto falleció el pasado mes de mayo.  

A raíz de aquella decisión de Aparicio, el arquitecto remitió una carta al Ayuntamiento en la que pedía al entonces regidor municipal que no lo hiciera. Sobre el polémico pedestal, decía:«No nos pidan que lo quitemos, si aceptásemos, no mereceríamos ningún respeto. Tampoco lo hagan ustedes».

Un año sin estatua

Curiosamente, el pedestal estuvo sin estatua varios meses, casi un año, aunque parezca inexplicable. Fue a las puertas de las Navidades de 2005, concretamente el 23 de diciembre, cuando se colocó el  nuevo pedestal. Fue realizado en piedra arenisca de color rosado, frente al anterior, que era de piedra caliza, «y más acorde con la fisionomía de la estatua y de la plaza», resumió Aparicio.

Tras aquel episodio, vinieron otros que también fueron contribuyendo a modificar el proyecto ideado por el arquitecto catalán. En noviembre de 2004, poco antes de que se habilitara el aparcamiento de la Plaza Mayor y mientras se procedía a la colocación de farolas y bancos, Aparicio dejó caer la posibilidad de que en un futuro se introdujeran cambios en la plaza. Pues bien, en abril de 2010, se sustituyeron las modernas farolas ubicadas años atrás por otras más clásicas, algo que el arquitecto tildó de «aberrante». Pese a su malestar y descontento, las modificaciones en la imagen de la Plaza Mayor no cesaron y en septiembre de 2010 el entonces concejal de Urbanismo y actual alcalde, Javier Lacalle, anunció el cambio del clínker de la calle Entremercados   -entre las plazas Mayor y  Santo Domingo- por granito.

En octubre de 2010 y preguntado de nuevo el arquitecto por estas actuaciones, aseguró a Diario de Burgos:«Las actuaciones que se han hecho son una profanación. Deberían haber empezado de nuevo y olvidarse de mi diseño porque este proyecto ya no es de Viaplana ni es de nadie».  

Quién sabe si la próxima decisión de un equipo de Gobierno municipal no supondrá borrar las pocas huellas que ya recuerdan al proyecto Viaplana, entre ellas el  clínker. Ojalá que esa solución cierre definitivamente el debate en torno a una plaza que lleva demasiados años buscando una buena imagen. O al menos una imagen que no salga tan cara.