El Consistorio se niega a ceder un nicho para un raudense muerto en Valdenoceda

Samanta Rioseras / Aranda
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Bonifacio García Alcalde falleció en la prisión dos años después de finalizar la Guerra Civil. Será enterrado en el pueblo el próximo mes de abril gracias a la iniciativa de una vecina residente en Estados Unidos

Le arrebataron la libertad por un «delito de excitación a la rebelión» en julio de 1938, dos años después del inicio de la Guerra Civil y tan solo dos meses después de que la primera fábrica española de seda artificial se convirtiera en la Prisión Central de Valdenoceda. Desde entonces, Bonifacio García Alcalde, natural de Roa, pasó el resto de su vida entre rejas. Alternó los barrotes de la cárcel de Las Merindades con los de la capital burgalesa, pues hasta su fallecimiento el 29 de octubre de 1941 fue trasladado en varias ocasiones.

En diciembre de 1938 le envían a la prisión de Burgos, pero al poco tiempo regresa a Valdenoceda que vuelve a abandonar en septiembre de 1939 para regresar, de nuevo, a la capital. En diciembre de ese mismo año ingresa definitivamente en la empresa textil reconvertida en una de las cárcel españolas más cruentas del franquismo.

En su expediente se le atribuyen los oficios de vendedor ambulante y jornalero, sin que su profesión haya sido aclarada. De lo que no dejan duda los documentos en posesión del Colectivo de Familiares de Presos Republicanos es del cambio de la celda habitual por una de castigo el 3 de septiembre de 1941. El motivo: «gritar que le mataban de hambre», apunta el presidente de la asociación, José María González.

«Los calabozos se encontraban por debajo del nivel del río Ebro por lo que, cuando el caudal crecía, los presos no podían ni sentarse porque se ahogaban», explica. Estas condiciones, junto al frío y la falta de alimentos, terminaron por conducirle hasta la muerte -tan solo un mes y medio después- a la edad de 48 años.

Al día siguiente, tres calzoncillos, una toalla, un chaleco, tres pañuelos, tres libros, un céntimo y una maleta son recogidos por su hermano Lucio -también preso- tras firmar un recibí en el Departamento de Enfermería en el que deja constancia de haberse hecho cargo de la herencia.

Bonifacio fue identificado recientemente gracias a una prueba osteológica. «Ha costado mucho porque era soltero y no hemos encontrado a ningún otro pariente», reconoce González. Sin embargo, una mujer, cuya madre era natural de Roa, sensibilizada con el horror de la prisión, ha decidido hacerse cargo de los restos y darle una «sepultura digna».

No quiere protagonismo, dice, y asegura que su única motivación es «pedir perdón en nombre de un Gobierno que no lo hace». Esta vecina, que actualmente reside en EEUU trato, sin éxito, de que el Ayuntamiento cediese un nicho donde enterrarlo por lo que ha decidido abrir una cuenta bancaria (2100-1702-25-2000006238) para recaudar el dinero. De no lograrlo, ella misma se hará cargo.

El alcalde del municipio raudense, David Colina, asegura que la decisión de no colaborar cuenta con el respaldo del equipo de Gobierno: «¿Por qué tengo que dárselo? Que lo pague como todos los demás. Por esa regla de tres, todos pueden pedir uno».

Al recordarle que se trata de una víctima del franquismo, contesta preguntando qué sucedería si fuese una víctima del comunismo. Aunque, puntualiza, si hubiesen sido «un representante de alguno de los bandos quizás sí se hubiese hecho. O no».

Sostiene que Bonifacio nació en Roa, «por casualidad» y que quien recoge los restos solo tiene un «capricho» y desea «polemizar por la cercanía de las elecciones». Del mismo modo muestra su disconformidad por tener que pronunciarse sobre el tema: «¿Pero esto es noticia, algo que sucedió hace 70 años? Está sepultado en el cementerio de Valdenoceda y no tirado en una cuneta». Sin embargo, sí ofrece el osario  para enterrar el cuerpo. «No te confundas, no es un cuerpo. Son los  restos», puntualiza.