Descubren un horno y 500 kilos de cerámica medieval tras La Merced

P.C.P. / Burgos
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La demolición de un garaje y el inicio de la construcción de un bloque de viviendas en la calle Hospital Militar saca a la luz el alfar de Vega, de finales del siglo XIV o principios del XV, y permite fijar el cauce de la esgueva de San Lucas

Bajo la cochambrosa nave de la calle Hospital Militar se ocultaba un tesoro arqueológico de incalculable valor, un taller de alfarería de la época bajomedieval -finales del siglo XIV o principios del XV- y más de media tonelada de piezas de cerámica vidriada de gran calidad y fina decoración, puesto que estaban destinadas a servir como vajilla de mesa y no como utensilios de cocina.

La demolición del viejo garaje ubicado entre la plaza Vega y la iglesia de La Merced y el inicio de la construcción de un bloque de 13 viviendas, con garajes y locales comerciales, promovido por Raimconsa, ha sacado a la luz este tesoro: cuencos, escudillas, jarras, albarelos, tapaderas, platos, cántaros y redomas (jarritas alargadas y estrechas para servir líquidos), además de las primeras tuberías de cerámica vidriadas en su interior. Junto al horno y los miles y miles de piezas, han emergido restos del taller y basas para la sustentación de pies derechos que servían para sujetar los tejados.

El alfar de Vega, así lo han bautizado los expertos de la empresa Cronos Arqueología y Patrimonio, es el primero que se excava en la ciudad de Burgos.Su descubrimiento entraña aún más valor puesto que ha permitido fijar el lugar exacto por el que discurría la esgueva de San Lucas, un cauce que se sabía atravesaba la calle Miranda hasta desembocar en elArlanzón a la altura del Instituto Cardenal López de Mendoza. De ahí que la zona tuviera una protección arqueológica en el PECH(PlanEspecial delCasco Histórico), que obligaba a realizar los sondeos.

Tras las preceptivas catas, que apuntaron el sorprendente descubrimiento del alfar, se comenzó a excavar a principios de agosto.Los hallazgos han motivado la ampliación de la zona de los trabajos y de su duración. «Aún nos queda por lo menos otra semana», explica la directora de Cronos, Carmen Alonso Fernández, mientras señala el lugar en el que actualmente trabajan. Se trata de un testar o vertedero en el que se acumulaban las piezas que no pasaban el control de calidad de la época, bien por defectos de moldeado o de cocción, bien por rotura. El suelo, más oscuro, denota que muchas permanecieron demasiado tiempo en el horno, que ya está a la vista. Gracias a los testares se puede completar todo el elenco de producciones del taller,  en el que se manufacturaron algunos de los primeros vidriados en territorio cristiano, con nuevos acabados que desplazaron a la alfarería tradicional antes de la popularización de las lozas.

Construido en piedra arenisca y arcilla, el horno tenía una doble cámara de la que solo queda la inferior.En ella se colocaba la leña para conseguir las temperaturas de más de 1.000 grados con las que se fabricaba la cerámica vidriada.De hecho, las piezas eran sometidas a un doble horneado, una primera cocción para la forma y la segunda para la decoración. El suelo ennegrecido a fe de los kilos y kilos de madera que allí se quemaron.Una rejilla separaría esa cámara de la superior, en la que el alfarero introducía la cerámica a través de un ventanuco.Para separar las piezas durante el horneado se empleaban atifles, unas pequeñas piezas con 3 pies que también han emergido por decenas.

Sus descubridores sospechan que el taller se abandonó a finales del siglo XV, con motivo de la llegada de los monjes y el inicio de la construcción del monasterio de La Merced (el bello claustro es algo posterior).Sus necesidades alimentarias convirtieron la zona industrial en huertas, lo que explicaría la densa capa de tierra -de 2 metros de profundidad- que cubría el alfar y que ha contribuido también a su conservación en tan buen estado después de 6 siglos.

EN EL ARRABAL DE VEGA

La ubicación del taller no es casual, por cuanto la actividad alfarera precisaba del agua para desarrollarse. Además, como otras labores consideradas insalubres, se ubicaban extramuros.En el arrabal de Vega se instalaron también tintoreros, curtidores... a partir del siglo XIII.

El trabajo de campo está financiado íntegramente por Raimconsa, empresa a la que agradecen una «receptividad que no siempre encontramos en los promotores», apunta la directora de Cronos. Después de organizar las piezas y antes de entregárselas al Museo de Burgos, quieren presentárselas al alcalde, Javier Lacalle y al concejal Fernando Gómez para buscar la implicación del Ayuntamiento en la protección y divulgación, mediante una publicación. Si el alfar se tapará o quedará a la vista está por ver.