En la provincia todavía hay 2.100 personas que no saben leer ni escribir

Gadea G. Ubierna / Burgos
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En ningún idioma. Solo saben expresarse de forma oral, según datos oficiales recopilados por el INE en 2011

En la provincia todavía hay 2.100 personas que no saben leer ni escribir - Foto: Luis López Araico

El analfabetismo todavía es un mal pendiente de erradicación en la provincia, en la que aún hay 2.120 personas que reconocen no saber leer ni escribir en ningún idioma. Este matiz es importante porque es habitual que la cifra actual de analfabetismo se atribuya al incremento de población extranjera y a la inmigración, algo que desmienten los datos oficiales: el 89% de estas personas son españolas. Así lo revela el último censo de Población y Viviendas del Instituto Nacional de Estadística (INE), que se elaboró en 2011 y que es el documento oficial al que atenerse para obtener datos verídicos sobre este asunto. A estas dos mil personas que apenas son capaces de garabatear su nombre hay que añadir las 18.920 que saben leer y escribir, pero que afirman haber ido menos de cinco años al colegio.

El pasado lunes se celebró el Día Internacional de la Alfabetización, una fecha para llamar la atención sobre un mal que en Burgos afecta a un 0,66% de la población mayor de 16 años -la menor está escolarizada- un porcentaje inferior al de Castilla y León (0,93%) y al de España (1,86%). La mayor parte de estas personas tienen más de 60 años y proceden, según diversos entendidos, de zonas rurales o de provincias con datos históricos de escolarización más bajos que los de Burgos. Y en el caso de las personas más jóvenes, de edades comprendidas entre los 35 y los 59 años, que también las hay, se considera que forman parte de grupos étnicos reticentes a la escolarización de los niños como, por ejemplo, la comunidad gitana. Y eso que en los últimos años se ha hecho un gran esfuerzo en este sentido e incluso en los poblados chabolistas como el Encuentro se roza el 100% de escolarización.En cualquier caso, así lo explica uno de los mayores expertos del país en analfabetismo, el profesor emérito de la Universidad de Murcia Antonio Viñao, autor de numerosas publicaciones sobre la materia. «Burgos es una provincia que, históricamente, ha tenido niveles de escolarización muy buenos. Entonces, si hay gente relativamente joven que afirma no saber leer ni escribir hay que pensar que forman parte de minorias étnicas, en riesgo de exclusión o que proceden de otros territorios en los que el analfabetismo estaba y está más extendido, como es el caso de Jaén, Extremadura, Murcia o Canarias», explica Viñao en conversación teléfonica.

En España, la escolarización de los mayores de seis años es obligatoria desde 1970, aunque Viñao destaca que la ‘imposición’ no se generalizó hasta 1977. Esto quiere decir que lo habitual es que los analfabetos españoles nacieran antes de mediados de los sesenta y, sobre todo, en la década de los treinta y cuarenta. «La mayor parte, más del 80%, son mujeres de más de 60 años o 65 años que o nunca fueron a la escuela o fueron durante muy poco tiempo y sin continuidad porque las sacaban para que ayudaran en el cuidado de los hermanos pequeños y con el objetivo de permitir que los padres se fueran a trabajar al campo. Y a los chicos, los sacaban directamente para trabajar. Hasta hace no tanto tiempo en España era habitual ver a niños trabajando», prosigue este experto.

Funcional o en desuso

Esta escolarización intermitente ha tenido como consecuencia que se privara a miles de personas de conocimientos básicos o que hayan sido muy rudimentarios. De ahí que, a juicio del profesor Viñao, haya sido bastante frecuente encontrar casos de lo que él denomina ‘alfabetización en desuso’: personas que aprendieron el mínimo en la infancia pero que luego no han vuelto a tener necesidad de emplearlo por su actividad profesional y han acabado por perder sus capacidades. «Se considera que el mínimo de años para que una persona adquiera el hábito de leer y escribir son cuatro o cinco años de escolarización continuada», apunta este experto, destacando que en cuanto estas personas vuelven a practicar, recuperan.

Estas afirmaciones son compartida por las personas que pueden ponerle cara y voz al analfabetismo en la capital porque trabajan en los Centros de Educación de Adultos Victoriano Crémer o San Bruno, ambos con cursos específicos y gratuitos para enseñar a leer y escribir tanto a españoles como a extranjeros. El director del centro ubicado en Gamonal, Urbano Fernández, explica que «solemos tener gente muy mayor, de Burgos y provincia. Y muchas veces, más que analfabetos totales son analfabetos funcionales: leen y escriben, pero muy mal». A esto, Fernández añade que «es un alumno difícil de captar, porque tiene mucha resistencia, desconfianza y le cuesta dar el paso de venir». De ahí que suelan tener pocos alumnos en estas clases en las que no solo les enseñan a leer y a escribir, sino que también se les dan nociones de otras materias habituales en Educación Primaria. «En el nivel básico llegamos a tener 23 personas matriculadas, pero no todos asisten a diario porque algunos tienen que encargarse de los nietos u otras obligaciones», concluye Fernández.

También en el Victoriano Crémer, en la calle Sanz Pastor, tienen grupos diferentes para españoles analfabetos y extranjeros que conocen su idioma, pero no el castellano. La directora de este centro, María del Mar Moral, explica que el año pasado se matricularon alrededor de diez personas en el nivel más básico. «Todas son personas mayores que no pudieron ir al colegio cuando eran pequeños, algunas españolas y otras de países de Latinoamérica», explica Moral, destacando que «en general, son grupos muy constantes con los que se trabaja muy bien».

Y a estos centros hay que añadir el trabajo que realizan otras asociaciones y colectivos como Promoción Gitana, solo con personas de la etnia, o Cruz Roja que, generalmente, trabaja con extranjeros. De hecho, fuentes oficiales explican que el año pasado empezaron a enseñar a leer y a escribir a cinco mujeres africanas que tampoco sabían expresarse en su idioma y confían en que continúen este año con sus estudios.

La suma de las personas que acuden a estos u otros espacios con el objetivo de suplir una carencia vital básica está muy lejos de las 2.125 personas residentes en Burgos que declararon no saber leer ni escribir en ningún idioma cuando los profesionales del Instituto Nacional de Estadística se lo preguntaron al elaborar el censo de Población y Viviendas de 2011. Este documento se realiza con una periodicidad de diez años, pero no es posible analizar la evolución del analfabetismo en el siglo XXI porque en 2005 se cambiaron los criterios estadísticos. Es decir, el INE decidió diferenciar entre personas analfabetas y sin estudios al comprobar que había personas que, aun sabiendo leer y escribir, afirmaban ser analfabetas. Entonces, los datos no son comparables. Sí podrá hacerse en 2021, porque se supone que se seguirán los mismos criterios establecidos ahora.