Dicen que con el tiempo la vida pone a cada uno en su sitio

@LouMatilla
-

Dicen que con el tiempo la vida pone a cada uno en su sitio. No sé si esto es verdad porque yo siento que ya son varias las veces en las que algo o alguien me ha dado tal bofetada que ha hecho que no sólo pierda mi sitio sino que hasta me ha tirado de la silla con una violencia atroz y nada merecida. Y ahí estoy ahora en el suelo intentando levantarme, todavía desorientada y tratando de poner la silla derecha y volver a sentarme en ella. Y seguir. Algo que se antoja difícil a corto plazo y complicado en el aspecto físico y mental.

Aunque soy zamorana de nacimiento, mi ciudad de corazón puedo decir que es Burgos. Aquí me instalé cuando era todavía una adolescente, con veintiún años. Después de haber estado un poco perdida un tiempo (quién no lo ha estado alguna vez en su vida), decidí perseguir mi sueño, que era dedicarme al sonido, a la radio. Y aquí caí, en mi querido Burgos. Desde entonces, hace ya dieciséis años, hasta ahora y con la edad que tengo (37), puedo decir que me han pasado muchas cosas, demasiadas. Por cierto, que mi sueño lo conseguí, pero no estoy aquí para contar eso…

Hace unos años la vida decidió darme la primera bofetada. Acababa de fallecer mi padre cuando mi marido, también zamorano y que había dejado todo para venirse conmigo, fue diagnosticado de cáncer. Cáncer…era escuchar esa palabra y sentir una angustia que no se podía soportar, nubarrones negros sobre mi cabeza y un mar inmenso de dudas. En ese momento no entendía muy bien qué pasaba, sólo veía y sentía que de repente mi vida se convirtió en un desfile día tras día por el hospital, médicos, especialistas, pruebas, ingresos en urgencias, quirófanos…y siempre tratando de encontrar alguna esperanza o a alguien que te dijera que todo iba a salir bien. Después de un tiempo sufriendo, las cosas se calmaron. Todo parecía ir bien, la enfermedad había quedado atrás y pronto llegó Ella, mi Sol, mi Luz, mi TODO. A veces la vida también te hace regalos increíbles y mi hija es el mejor regalo que he recibido nunca, estaré siempre agradecida por haber podido ser madre, es la mejor sensación del mundo porque nada es comparable a un hijo, para mi…el amor verdadero.

Seguimos con nuestras vidas, ahora además de esposa y trabajar en la radio, soy madre. Estoy feliz, no necesito más, la vida al fin me ha dado todo lo que quería, o eso pensaba yo hasta que otra bofetada me vuelve a tirar de la silla y esta vez la crueldad es devastadora porque lo ha hecho llevando un bebé de seis meses en brazos. El cáncer ha vuelto. Las cosas ya no son grises, todo es negro, frío y aterrorizante, nunca en mi vida he sentido tanto miedo, un miedo que se te mete dentro y no te deja pensar en nada, ni siquiera sabes dónde estás, qué tienes que hacer, no puedes respirar, te quedas bloqueado, en shock y lo único que se te pasa por la cabeza es: ¿por qué?, ¿por qué? ¿por qué otra vez? Y nadie te responde, y todo se llena de tristeza, de impotencia, de un silencio atronador.

Desde ese día y durante el siguiente año y medio viví una auténtica tortura. Cada día me encargaba de mi niña, del trabajo, de la casa, de cuidar de él, intentando mantener la calma para no perder el control cuando lo único que en realidad tenía ganas de hacer era gritar, gritar con todas mis fuerzas para que alguien me escuchara y parara tanto sufrimiento. No era justo. No lo era.

Después de muchas batallas…perdimos la guerra.

Para entonces, yo ya me había convertido en la persona que soy ahora, una guerrera incondicional.

Con esa insignia y siempre con una sonrisa he pasado los últimos cuatro años junto a mi pequeña. He superado muchos miedos, muchos obstáculos, tengo claro que lo más poderoso que hay es nuestra mente, “si quieres, puedes”, pero hay que querer. Y yo he querido hacerlo y lo he hecho y lo sigo haciendo y seguiré. Y lo estoy diciendo desde el suelo, todavía asimilando la última bofetada que me ha dado la vida y pensando que no es posible que tanta desgracia se cebe con una misma persona, porque no es justo y porque no tocaba, sea por lo que sea es increíblemente cruel. Ahora el cáncer lo tengo yo.

Hace dos meses fui diagnosticada de un cáncer de mama. La verdad es que nunca te esperas algo así, te cae como un mazazo pero estoy convencida que para superar cualquier enfermedad primero tenemos que aceptarla y aprender a vivir con ella. La vida no se para, no espera por nadie. Nosotros mismos somos el motor principal que ha de funcionar correctamente para atravesar este camino, si nosotros no estamos dispuestos entonces nada tendrá sentido.

El primer paso de este camino decidí darlo yo, el pelo. No había pasado una semana del diagnóstico cuando decidí cortarlo simplemente porque era una manera de decirle a este “bicho” que no iba a ganar, no, me niego, el pelo es mío de momento y lo voy a perder porque YO voy a elegir perderlo. Y me puse manos a la obra, poco a poco cada vez lo fui dejando más corto con suficiente antelación como para no sentirme derrotada el día que de verdad se empezó a caer y ese día tampoco le di mucha ventaja, lo rapé al cero. Hoy me siento vencedora en esa batalla a pesar de que resulta difícil mirarse al espejo y reconocerse, es muy duro, a veces incluso entro en el baño y evito pasar por delante del espejo, pero a pesar de ello, en mi mente sólo hay espacio para la esperanza y el convencimiento de que esto es pasajero y que cuando acabe la quimioterapia el pelo asomará de nuevo, esa es la realidad.

Hoy escribo en este blog porque son muchas las personas que me han animado a hacerlo. Piensan que con ello puedo sentirme mejor, y para mi será como un pequeño rincón donde liberarme. También siento que puede ayudar a aquellas personas que están pasando por la misma situación porque no estamos solas, porque esto se puede superar, debemos superarlo, por nosotras, por los que nos rodean, por nuestros hijos, pero sobretodo porque cuando ganemos esta guerra, lo que nos estará esperando al final del camino será la VIDA.