Yo resisto en mi pueblo

Lucía Sáncez (Ical)
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Los últimos vecinos de Esteras de Lubia, Arancón, Cardejón y Cortos mantienen su pueblo abierto

Inocente de Miguel y Ángela Ledesma en su casa de Arancón - Foto: Concha Ortega

Viven en los desolados pueblos de Soria por apego a la tierra, la misma que los vio nacer y que ahora resiste el envite del fenómeno de la despoblación con la esperanza puesta en que llegue el verano y los que un día la abandonaron vuelvan a poblarla. Son sorianos a contracorriente, con un marcado carácter numantino ese que se caracteriza por resistir hasta morir. Ellos prefieren habitar en su pueblo por amor al terruño, porque buscan el silencio que invita a la reflexión, por la independencia, porque de aquí nace la vida, el alimento, el sustento y el tiempo parece detenerse.

El censo no es reflejo de la realidad de estos pequeños núcleos de población. En Esteras de Lubia son 18 las personas censadas pero sólo viven cuatro: Ana Sánchez, Javier Vallejo y sus dos hijos. Esta familia mora en esta localidad de la comarca de Gómara en el que varios agricultores acuden a realizar sus tareas a diario sin pernoctar. Javier es agricultor y el vivir cerca de la tierra, sin tener que desplazarse desde Soria, es un valor añadido para él. Esta familia ha impregnado su casa de su propio carácter, con el objetivo de «sentir el hogar», según Sánchez, quien advierte que para vivir solo en un pueblo debes tener la cabeza muy bien amueblada, ya que «la soledad se te puede apoderar». «La inteligencia emocional no la hemos inventado ahora, lo hicieron nuestras abuelas. Aquí convives con el silencio, que debe ser tu aliado. Tienes que buscarte ocupaciones porque en los pueblos el tiempo cunde el doble», resalta.

A Esteras de Lubia no llega la prensa, no viene el panadero y el cura, que lleva 34 pueblos, solo acude a celebrar misa una vez al año coincidiendo con las fiestas patronales. La línea de teléfono móvil solo funciona en determinadas zonas, la de la red fija con ‘líneas trac’ (lleva la voz vía radio) e internet se puede utilizar solo en el centro social, gracias a la conexión rural que un día les instaló la Diputación de Soria. Hace unas semanas se murió uno de los vecinos del pueblo y esta familia tuvo que hacer terapia de grupo al calor de una chimenea para superar la triste pérdida.  A pesar de no contar con unas comunicaciones acordes al siglo XXI, esta familia solo ve ventajas a vivir sin vecinos y afirman con rotundidad que no cambian su casa y su pueblo por nada. «Estoy convencida de que es uno de los mejores sitios para criar a mis hijos. El pueblo les invita a imaginar, se sienten felices y viven como antaño lo hicimos. De este modo, podemos saber qué es formar parte de una sociedad y de la familia», describe.

Despoblación. El futuro de los pueblos de Soria, la provincia de Europa más afectada por el fenómeno de la despoblación, lo vaticina «muy incierto y triste», sobre todo, porque, en su opinión, las personas no están preparadas para vivir consigo mismas y necesitan de otros para hacerlo: «Yo me siento sola en Soria. Siempre digo que en la ciudad somos todos y en el pueblo eres tu mismo». Reivindica que son los pueblos los sitios más notables para comenzar a construir una España «fuerte». A diario explica a sus hijos que de donde vienen es la tierra, qué es la cebada y el trigo, cuando se siembran y cómo sin ambos no tendrían pan. También les muestra porqué para su padre es tan importante mirar al cielo.

Desde el inicio de la crisis, bandas organizadas de ladrones acechan los pueblos abandonados o semi-abandonados de Soria. Entran en las casas deshabitadas y arrasan con todo, llevándose desde radiadores hasta gasoil.

En Castejón una pareja joven se compró un solar donde ubicaron su caravana. Tenían intención de vivir en este deshabitado pueblo, sin embargo, la oleada de robos, les hizo huir del lugar en Semana Santa. «Una noche les toco a ellos. A nosotros nos han entrado cuatro veces y la verdad es que te sientes desprotegido e indefenso, a pesar de que la Guardia Civil se persona enseguida», indica Sánchez quien apostilla que la oleada de robos es una práctica generalizada en la provincia de Soria y por eso se han visto obligados a instalar cámaras de vigilancia.

«En los pueblos de Soria no hay ni perros, ya no vienen ni a darles de comer», sentencia Fernando Marco, quien apostó, junto a su hermano Simón, por construirse una casa junto a su nave ganadera en Cortos (13 censados) hace 17 años y hacer del pastoreo su forma de vida. Antes los que moraban en su pueblo y otros de alrededor se trasladaban desde Soria a diario para dar de comer a los perros. Ahora ya no lo hacen, un día los abandonaron a su suerte, al igual que hicieron con sus casas.

Estos dos jóvenes pastores se turnan para dormir en Cortos, un pueblo con el que no tenían vinculación. Ambos tienen a su familia en Soria y han establecido un sistema por el cual las ovejas nunca están solas. «Alquilamos los pastos de Cortos y trajimos el ganado. Construimos las naves y nos hicimos una pequeña vivienda porque los animales requieren dedicación a diario. Nos turnamos para dormir aquí».

Fernando asegura no tener miedo a quedarse solo en el pueblo, es más, recuerda que cuando reside en Soria no convive con el vecino y si está de pasarte algo finalmente te ocurrirá residas donde residas.

 La independencia y la libertad son dos de las razones por los que ha optado por residir en el pueblo, un lugar donde- insiste- «se vive más». «Para mi estar aquí es estar de vacaciones, el único inconveniente es la climatología soriana. Es cierto que sientes la soledad pero si te gusta lo que haces no hay inconveniente. Esto no es trabajo es una forma de vivir», argumenta.

El futuro de este pueblo en el casi ya cuelga el cartel del cerrado es «desolador», según el pastor, quien apunta a que el problema radica en que Cortos, Arancón o la Aldehuela están muy cerca de Soria y sus vecinos han optado por ir y venir y no pernoctar.

A escasos kilómetros de Cortos, en Arancón (30 censados), Ángela Ledesma e Inocente de Miguel se aferran con firmeza y convicción a la tierra a la que han vuelto tras su jubilación. Ángela se marchaba en los años 60 a vivir a Pamplona dejando su pueblo con 30 vecinos. Desde hace más de diez años no vive nadie. «Mi pueblo se murió cuando cerraron la escuela. Ese es el problema. Si cierran la escuela el pueblo pasa a estar sentenciado», indica con tristeza.

Ambos se entretienen con su invernadero. También apuntan a la libertad, la tranquilidad y la independencia como factores determinantes para optar por esta forma de vida en soledad, donde todos los días «parecen iguales». «Tenemos una red familiar extensa que viene a visitarnos muy a menudo. Sin embargo, yo si echo de menos el poder conversar con alguna vecina», precisa Ángela.

Por su parte, Inocente destaca que muchos sorianos que se declaran amantes del pueblo no apuestan por tener acondicionada su casa con calefacción para disfrutar de él durante el invierno, un inconveniente que provoca que muchas se mantengan cerradas hasta que llega la época estival.

Cardejón. Rosa Serrano y su perro Toni miran con tristeza desde el quicio de la puerta hacia las casas de sus vecinas. Hace escasos meses morían una detrás de la otra, una pérdida que lamenta porque solo su presencia le hacían sentirse acompañada.

Esta vecina de Cardejónvaticina que, a pesar de que en el pueblo residen cuatro personas, entre ellas su hermana, el cierre lo tiene asegurado. «Pobres pueblos. Éste tenía mucho ambiente y ahora quedamos cuatro mayores. Yo estoy aquí porque no quiero dejar a mi hermana sola. Mis hijos me insisten para que resida de forma habitual en Soria», destaca. Su vida está llena de recuerdos de un pueblo que latía. Ella regentaba la única tienda-bar del municipio al que los jóvenes acudían con frecuencia. Ahora ve en directo la muerte de su pueblo, como se caen las casas, como se hunden otras. «Esto no hay quien lo arregle».

Como Rosa están muchos otros numantinos que resisten n los pueblos de Soria. En Hinojosa del Campo, el alcalde, Honorato Lacal y un par de agricultores sustentan el pueblo. En Villalba solo vive un hombre de 84 años, en Tozalmuro un matrimonio agricultor y en la comarca de Tierras Altas, los pueblos no han resistido el fenómeno que les asola,  y de este modo encabeza el ranking de la despoblación en Europa: dos habitantes por kilómetro cuadrado.

La gerente de la Asociación de Desarrollo Rural del Noreste de Soria (Proynerso), Isabel Jiménez, invita a no dar una imagen de desolación de los municipios sorianos y aboga por convertirlos en lo que ya son: un lugar de descanso para los que un día se fueron y que quieren volver a sus orígenes por añoranza, nostalgia o buscando la ansiada paz que no encuentran en la urbe. «Desde las asociaciones rurales se reivindica que se de un aspecto positivo de los pueblos. Los seres humanos siempre anhelamos lo que no tenemos y en un mundo de urbanitas la gente añora volver a los pueblos», argumenta para recalcar que en los últimos 15 años los pequeños municipios han sufrido una transformación a mejor y en todos se han rehabilitado las casas convirtiéndolas en residencias de verano.

En este sentido, apunta a que son los sorianos de la diáspora los que «abren» en verano las localidades de Soria y califica al fenómeno de la despoblación de «inabordable». «No vamos a asistir a un retorno masivo a los pueblos, a no ser que se creará empleo. Esta es la única vía. Si antes de la crisis la tarea era difícil ahora lo es más», argumentó.

El ‘Plan contra la Despoblación en Castilla y León’ de la Junta, el programa ‘Abraza la Tierra’ o la labor de la Fundación Cepaim no logra parar los efectos de este vendaval. Sin embargo, Jiménez destaca que no solo afecta a Soria sino que tiene un carácter globalizado. «A pesar de que se hacen esfuerzos para paliar sus efectos no los vamos a ver poblados, por eso hay que utilizarlos de otra forma», aboga.