Expolio bendito

R.P.B. / Burgos
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Edeweiss halló fósiles en la Trinchera hace 50 años • Obreros del Museo de Sabadell se llevaron piezas • Atraído por éstas, Trinidad Torres encontró en 1976 la primera mandíbula humana

1963 Tras el hallazgo, el director del Museo de Burgos se personó en la trinchera y autorizó varias catas. - Foto: José Luis Uribarri

Muchas veces el azar ha revelado hechos trascendentales, provocado hallazgos que han permitido avanzar en el desarrollo y el conocimiento de la Humanidad. La historia de la ciencia está llena de ejemplos. Pero también en ocasiones actos deshonestos e inmorales han terminado por revertir en algo positivo. Así sucedió hace ahora cincuenta años con la Trinchera de Atapuerca, donde se encuentran dos de los más enjundiosos yacimientos paleontológicos de la sierra burgalesa, Galería y Dolina. Un aniversario que recuerda con detalle el GrupoEspeleológico Edelweiss en el último número de su revista ‘Cubía’ y cuyo presidente, Miguel Ángel Martín, desentraña para DB, ya que encierra una anécdota que resultó capital para lo que vino después.

Hay que ‘viajar’ al año 1962. Los miembros de Edelweiss estaban en Atapuerca explorando cavidades cuando uno de sus miembros, José Luis Uribarri, encontró restos, huesos fosilizados que parecían ciertamente antiguos. Rápidamente se las llevaron a Basilio Osaba, que eran entonces director del Museo de Burgos y con quien los espeleólogos mantenían una espléndida relación. Como los medios no era los de ahora, pasaron varios meses hasta que volvieron a ponerse en contacto.

Tanto que hubo que esperar al año siguiente para que Osaba se personara en el lugar y se diera luz verde a la realización de unas catas que permitieron descubrir un bifaz achelense de cuarcita que permitió datar el yacimiento en el Paleolítico Inferior. Pero la cosa no se quedó ahí. Los integrantes de Edelweiss y el director del Museo de Burgos decidieron poner el hallazgo en conocimiento de Francisco Jordá, una eminencia en la materia y por aquel entonces catedrático de Arqueología de la Universidad de Salamanca, y de Miguel Crusafont, en esos años director del Museo Arqueológico de Sabadell.

«La reacción de ambos fue muy distinta», explica Martín. Jordá fue a verlo, comprobó que era importante y planteó una campaña de excavaciones para el año siguiente, 1964, «una campaña con permisos, en la que participaron personas de renombre». Hubo un par de campañas, pero el proyecto después se abandonó.Coincidió con los grandes hallazgos en Ojo Guareña y con que no había medios ni apoyo claro para continuar.

Por otro lado, Crusafont era paleontólogo. «Y la paleontología en aquella época consistía en ir a un yacimiento, coger unos restos y llevárselas para investigar o directamente a un museo, pero no tenían un método arqueológico. Aunque no tenemos evidencias de que él viniera personalmente, sí sabemos que envió a obreros suyos, gente sin titulación pero especializada porque trabajaban para el Museo de Sabadell. Vinieron y sin preguntar ni por Edelweiss ni por el Museo de Burgos se llevaron lo que encontraron», subraya.

El malestar del equipo de Jordá y Edelweiss con Crusafont y los suyos fue grande. Los miembros del grupo espeleológico conservan cartas que así lo acreditan. «Le llegan a llamar depredador». El momento de mayor tensión se produjo cuando sorprendieron a uno de los obreros del catalán con un saco lleno de fósiles. «Le detuvieron, se requisó el material y se armó la marimorena. Años después, y a raíz de ese expolio y otros, se creó una normativa que impedía el acceso a yacimientos paleontológicos libremente». Pero el Museo de Sabadell acabó conservando fósiles de trinchera. Robados.

Sin embargo, años después, aquellos vestigios llamaron la atención de un tal Trinidad Torres, que se hallaba realizando una tesis sobre osos. Al conocer el origen burgalés de los restos que exhibía el Museo de Sabadell, Torres decidió visitar el yacimiento, que se llamaba Atapuerca. «Yo acababa de entrar en Edelweiss. Sería el año 1975. Recuerdo que nos preguntó dónde habían aparecido aquellos restos y le dijimos que en Trinchera. Y al año siguiente fue cuando comenzó a excavar». Y cuando se produjo el primer gran hallazgo: la mandíbula de heidelbergensis, hoy conocida comoAT1.

«De alguna manera es una historia circular; en un primer momento se valoró muy bien, se hizo una campaña seria, que se abandonó por falta de medios, y otra medio furtiva, que al final fue la que impulsó el primer gran descubrimiento. Los restos que se llevaron a Sabadell propiciaron el hallazgo», concluye Martín.