«La ciencia debe llevarse a la sociedad»

R.P.B. / Burgos
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José Luis Lanata cautiva a un Fórum casi lleno con una charla sobre la evolución humana en las Américas que se convirtió en una clase sobre los orígenes al alcance de la comprensión de cualquier público

La respuesta del público burgalés fue sensacional, llenando casi totalmente la principal platea. - Foto: Valdivielso

Dijo sentirse «apabullado» y lleno de responsabilidad por la respuesta del público, que casi llenó la principal platea del Fórum y que muchos minutos antes de la hora del comienzo permanecía paciente haciendo cola en el exterior. Pero no se mostró sorprendido el científico argentino José Luis Lanata: aseguró que no podía ser de otra manera tratándose de Burgos, «la capital de la Evolución Humana». Ahí empezó el doctor a ganarse a los cientos de burgaleses que asistieron ayer a la única sesión abierta al público del XVII Congreso Mundial de Prehistoria y Protohistoria. El resto vino solo: seductor, didáctico, entretenido, entreverando guiños y comentarios bienhumorados, José Luis Lanata cautivó con una conferencia magistral en el amplio sentido de la palabra, deslumbrante incluso para quienes son profanos en materia evolutiva.

No se ciñó el prestigioso investigador a su conferencia -La evolución humana en las Américas. Paralelismos globales y particularidades desde el último continente colonizado-, cuyo relato resultó apasionante por poco conocido en el ViejoContinente, sino que abrió a su conclusión un turno de preguntas que resultó, al cabo, tan enjundioso o más que éste. Así, entre las respuestas que ofreció a las interrogantes abiertas por el público, dejó perlas como la necesidad de que la ciencia debe llevarse a la sociedad, a la comunidad. «La ciencia tiene un deber muy grande: pasar de los congresos y las publicaciones a la comunidad.Ese paso de nuestros descubrimientos, de nuestras nuevas interpretaciones a la comunidad siempre lleva un tiempo y depende de circunstancias que a veces son ajenas a nosotros. Necesitamos científicos que se dediquen a entrenar a nuestros maestros. Y eso es un cambio. E implica políticas de Estado. Y eso a nosotros, los científicos, se nos escapa».

Lanata hizo estas reflexiones a partir de las cuestiones, entre perplejas y curiosas, de los asistentes, admitiendo que es muy complejo comprender el proceso evolutivo. «Es difícil entender algo así cuando nos han enseñado que todo es como una línea en el tiempo y que el estado actual de la sociedad actual es el mejor. Y no es así. Se trata de procesos azarosos los que nos han llevado a distintas cosas».

Lúcido y manteniendo en todo momento un tono didáctico cual si estuviera enfrentándose a sus alumnos, Lanata preñó de hallazgos su discurso. «Desde el momento en que somos la única especie (Homo sapiens)  -desde hace 18.000 ó 20.000 años- en el globo, lo que estamos generando es un proceso de diversificación a nivel global que en algún momento determinado va a generar especies nuevas. Eso será en miles de años, no ahora».

La globalización

Arrancando con Darwin y Wallace, el director del Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio de la Universidad Nacional Río Negro explicó las teorías de la llegada de los primeros pobladores al continente americano a partir de dos claves para él fundamentales: que el cambio es una constante y que la extinción es una norma. Explicó el científico que la evolución en América, último continente colonizado, ofrece particularidades que la hace distinta pero también generalidades que hacen que se pueda utilizar la experiencia americana como laboratorio para entender otros procesos similares en otros lugares del mundo.  

Una de esas diferencias es que América sólo ha sido habitada por una especie, Homo sapiens, que llegó a este continente a través del hoy conocido como Estrecho de Bering; otra, que sus pobladores fueron, a diferencia de los que surgieron en África y se expandieron por el globo, buscando lugares más cálidos. Lanata subrayó también que la globalización no es un hecho actual, sino que ésta se produjo en el siglo XVI, con el intercambio ecológico que supuso para el mundo la exportación e importación de productos entre el continente americano y el resto, y viceversa.