Diez legislaturas. Seis presidentes. Y unas siglas en común: PSOE. A vuelapluma así podría resumir la historia democrática de Andalucía desde la Transición. Una situación que ha convertido a la región sureña en el gran feudo de los socialistas, a los que ni la presunta corrupción, ni las altas cifras de paro, ni la aparición de nuevos partidos han apartado del poder. Solo en 2012, con José Antonio Griñán como cabeza de cartel, el PSOE cayó derrotado en las urnas. Sin embargo, el Palacio de San Telmo se volvió a teñir de rojo, pese a la victoria del PP de Javier Arenas, gracias al pacto de los socialistas con Izquierda Unida.

Así pues, Susana Díaz parte como gran favorita. Lo dice la Historia, pero también las encuestas, desde el CIS, la que da a la actual presidenta el triunfo más amplio a otras que reducen su margen. Otra cuestión será si la sevillana podrá repetir legislatura en el poder. En los últimos comicios, la fragmentación del Parlamento la obligó a pactar con Ciudadanos, que no quiso entrar en el Gobierno y solo respaldó al Ejecutivo en momentos puntuales como la investidura o los Presupuestos autonómicos. Precisamente, la ruptura de ese acuerdo provocó el adelanto electoral, aunque Podemos y PP acusaron a los dos socios de «escenificar un teatro» porque a ambos les podía beneficiar que los comicios se celebrasen en estas fechas. 

Y es que, según el calendario y teniendo en cuenta que los últimos comicios regionales se celebraron el 15 de marzo de 2015, la cita con las urnas en Andalucía se hubiera casi solapado con las elecciones autonómicas y municipales que se celebrarán en mayo de 2019, lo que habría diluido la campaña. Ahora, de hecho, es esta comunidad la que da el pistoletazo de salida a unos meses marcados por las urnas. A pesar de las particularidades de este territorio, con cuatro décadas del PSOE en el poder, los resultados de estos comicios serán analizados con lupa de cara a las próximas citas. También será el primer examen directo de los ciudadanos al Gobierno de Pedro Sánchez, que llegó a la Moncloa sin pasar por las urnas. Lo que está en juego, por tanto, va más allá de San Telmo.