Cuando todo es diferente

B.G.R. / San Román (Nicaragua)
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Seis estudiantes de la Universidad de Burgos realizan en dos municipios del centro nicaragüense su proyecto de fin de carrera de Ingenieria de Caminos • Durante tres meses, diseñan la ejecución o ampliación de la red de agua

Laura, Estela y Marta hacen una pausa en sus trabajos de topografía. - Foto: B.G.R.

Para unos la cooperación al desarrollo siempre ha estado presente en sus planes de futuro. Y para otros, ha sido la experiencia de otros compañeros en este ámbito la que les ha llevado a decir el ‘sí’ definitivo. Lo cierto es que, por uno u otro motivo, seis estudiantes de último curso de Ingeniería de Caminos han elegido realizar su proyecto de fin de carrera a 9.000 kilómetros de su país de origen. Nicaragua es su destino, y su objetivo se cuenta por partida doble. Por un lado, culminar su formación como ingenieros. Por otro, contribuir con sus conocimientos al desarrollo de dos municipios en algo tan básico como la mejora o la ejecución de la red de saneamiento de agua potable (en algún caso inexistente), además de diseñar depuradores ecológicas.

La región de Matagalpa, cuya capital del mismo nombre es la tercera ciudad más poblada de Nicaragua, ha acogido a estos dos grupos de universitarios gracias al programa de voluntariado internacional que la ONG Amycos realiza en colaboración con la institución académica, que a su vez beca a los participantes. Estrella, Laura y Marta han recalado en San Ramón, mientras que Blas, Karim y Andrés lo han hecho en Esquipulas, donde el año pasado estuvieron compañeros de su promoción.

Desde que aterrizaron en Managua, todo son experiencias que contar, anécdotas que recordar o  aprendizaje que aprovechar en un lugar donde «todo es diferente». Su labor no pasa desapercibida en el entorno y toman nota de ella. De hecho, Amycos ya ha iniciado los contactos para ampliar su colaboración a otro cercano municipio del entorno, San Dionisio, que también necesita mejorar su red de abastecimiento, pero para ello deberá comprometerse a buscar financiación con el objetivo de materializar el proyecto que realizarán los estudiantes burgaleses.

Estela Susilla, Marta Uriarte y Laura Arbe

«Tienes que venir sabiendo muy bien a lo que vienes»

Siempre han estado tentadas a participar en algún proyecto de cooperación. Así que cuando la Universidad de Burgos, en colaboración con Amycos, les brindó la oportunidad de embarcarse en uno de ellos para realizar su proyecto de fin de carrera de Ingeniería de Caminos no lo dudaron. Su reto personal, y ahora también profesional, estaba por fin al alcance de sus manos.

Estela Susilla, Marta Uriarte y Laura Arbe, de 26, 22 y 25 años, respectivamente, aterrizaron en Nicaragua el 5 de agosto tras de 24 horas de viaje. Un día después llegaron al céntrico municipio de San Ramón, el que ya es su hogar y lo seguirá siendo hasta finales de noviembre. El choque fue inevitable. «En la casa no había luz, el baño no funcionaba, había bichos...», comentan ya instaladas y con los problemas resueltos.

Las dificultades iniciales se han convertido ahora en meras anécdotas que contar entre sonrisas. Muchas de ellas, previsibles por la información que habían recibido de la ONG o por los comentarios de otros compañeros que vivieron en un pueblo cercano el año pasado. Pero que no por esperadas pasan inadvertidas. «Todo es nuevo, la gente es distinta, el tiempo transcurre de otra manera, el ritmo de vida es diferente», reconocen. Para Laura, la mayor dificultad ha sido adaptarse a la comida; para Marta, el hecho de no descansar lo suficiente por la noche, y para Estela, los mosquitos que han hecho de sus piernas un mapa de picaduras.

Las condiciones de habitabilidad de las casas, los baños o la forma de cocinar han sido los aspectos que más han llamado la atención de estas tres estudiantes. «Donde vivimos es de lo mejor que hay aquí, pero esto mismo te lo encuentras en España y ni se te ocurre entrar», explica Marta.

Un reto diario

Pero de todo se aprende, y, ante las dificultades, el ser humano se hace más fuerte. Así que, aunque no hayan pegado ojo por la noche o su organismo haya notado ya los efectos del cambio, cada día es un reto al que se enfrentan con energías renovadas. Se ayudan entre sí y cuando a una le atrapa la morriña, ahí están las otras dos para levantar el ánimo. Las tres forman un equipo, no sólo a nivel técnico sino también humano.

Su proyecto consiste en la ejecución de una red de saneamiento en el municipio, puesto que ahora solo dispone de una canalización para el agua pluvial y todo lo que sale de las casas va directamente al río provocando su contaminación. Además, se completará con la construcción de una o dos depuradoras ecológicas elaboradas a base de plantas y de las que ya se tiene conocimiento en otras localidades del entorno.

Para su ejecución ha sido necesario topografiar el casco urbano, una labor importante que hasta ahora no se había realizado y que será de utilidad para el municipio de cara a otros proyectos. Pero en los primeros pasos del trabajo las dificultades están presentes día sí y día también. No existen planos de la localidad, las casas están a distintos niveles de cota, las canalizaciones deben proyectarse en función de la gravedad puesto que no hay luz suficiente para sistemas de bombeo...

Más retos que superar, nuevas ideas que añadir al proyecto y más horas de trabajo. Porque saben de la importancia que tiene esta actuación para el municipio, en caso de que finalmente obtenga fondos con los que llevarla a cabo. Un sueño, les dijeron los responsables municipales cuando llegaron, que ha incrementado la responsabilidad con la que aterrizaron el primer día. «Para ellos es algo muy importante porque mejoraría las condiciones de salud e higiene pudiendo prevenir así muchas enfermedades», manifiestan.

El día a día

Su labor diaria consiste en la toma de datos sobre el terreno con la estación topográfica y el trabajo de oficina en la Alcaldía, que les proporciona la vivienda, la alimentación y los escasos medios técnicos de los que dispone. Los fines de semana aprovechan para descansar o para visitar el país; ciudades como León o la isla de Ometepe están ya en sus cuadernos de viaje.

¿Qué si echan de menos algo de España? Pues claro, a la familia. Sobre todo después de realizar la primera llamada a sus ciudades de origen (Estela es de Mallorca, Laura de San Sebastián y Marta de Bilbao) y haber hablado con sus padres. «Ha sido cuando realmente nos hemos dado cuenta de lo lejos que estamos; de que si les pasa algo no podemos reaccionar en poco tiempo para coger un avión y presentarnos en casa», se lamentan las tres al unísono.

La morriña va y viene, pero el espíritu positivo se mantiene. «Sacamos siempre lo bueno y estamos encantadas», subrayan desde el convencimiento de que recomendarían la experiencia a otros compañeros, aunque no a todo el mundo porque «tienes que venir sabiendo bien a lo que vienes».

Impresionadas todavía por los paisajes que han visto y conociéndose un poco mejor a sí mismas, Laura, Estela y Marta no descartan participar en otros proyectos de cooperación, tengan o no que ver con su profesión. Pero ahora están en el último año de carrera y su futuro queda a la vuelta de la esquina. No tienen aún planes cerrados, pero la opción de marcharse de España para poder trabajar planea sobre sus cabezas.