46 años al volante tampoco dan para una retirada digna

G. Arce / Burgos
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Manuel Rodrigálvarez, transportista autónomo de 67 años, ha tenido que recurrir a una ayuda del Estado para poder cuadrar su pensión y dejar la carretera. Trece compañeros de profesión han tomado la misma salida

La última semana de agosto, el 24 o el 25, Manuel Rodrigálvarez se bajará de su viejo Man y pondrá fin a 46 años trabajando como transportista autónomo. Toma la decisión con 67 años, tras solicitar y conseguir una ayuda del Estado para abandonar la actividad, un dinero que le permitirá cuadrar los números para lograr una pensión digna. Otros 13 compañeros como él han hecho lo propio este año en Burgos, recibiendo del Ministerio de Fomento un total de 420.000 euros.

En la mayoría de los casos estas ayudas se destinan a pequeños empresarios con incapacidad permanente absoluta o total para estar manejando un volante o, como es el caso de Manuel, por su elevada edad. Afortunadamente, este arandino goza de buena salud y su jubilación coincidirá con la de su camión, que tras 8 años de uso ya supera el millón de kilómetros y está en el momento de la venta. «Con este dinero y el del camión y el remolque puedo terminar bien...», asegura el transportista, que tendrá que entregar su carné y la tarjeta que le habilitaba para la profesión.

«No sé los años que tendría que hacer de más si no logro estas ayudas. Los últimos se me han hecho difíciles, pues me paso toda la semana fuera..., son 120.000 kilómetros al año». Para su ventaja:está soltero y el camión es basculante (para graneles) y su manejo es «cómodo».

Herencia

Se puede decir que Manuel ha ‘mamado’ el camión. Antes de dedicarse también al transporte, su padre (del mismo nombre) tuvo un taller en los bajos de su vivienda donde transformó los camiones rusos que participaron en la Guerra Civil, los 3HC (‘tres hermanos comunistas’) de gasolina a diesel, la operación conocida como el dieselizado. Se utilizaron para la campaña de la remolacha, donde todo empezó...

Aunque tuvo oportunidad de estudiar -tiene dos hermanas, una abogada y otra trabajaba en la Diputación-, Manuel cogió el volante a los 21 años, tras obtener a la vez todos los carnés. «Hacía con mi padre la ruta Santander-Madrid, transportando sosa para vidrieras de la Solvay, en Torrelavega. Hacíamos un viaje diario, 800 kilómetros, uno iba a Santander y otro venía a Madrid y a la semana siguiente nos alternábamos».

En 1990 heredó la tarjeta de transportista de su padre y se constituyó como empresario manteniendo la misma ruta. El ferrocarril terminó con este viaje y en los últimos 12 años ha trabajado con una empresa de Pamplona realizando rutas nacionales a Barcelona, Bilbao...

«Ahora ha cambiado mucho este negocio. Es más complicado y los pagos son más alargados y andamos más justos. Yo veo el estado de las ruedas de algún camión y veo cómo está la cosa...», explica Manuel, para quien el hecho de no tener familia «y trabajar para buenas empresas y buenos pagadores» le ha permitido aguantar los peores momentos.

Manuel, que sabe lo que es la nieve y el hielo en el Escudo o las hogueras bajo el camión para calentar el radiador, no ha tenido percances graves. «El futuro de camión es complicado, para muchos jóvenes se hace muy difícil estar toda la semana fuera...».