Cardeña necesita consolidar su fachada y el tejado de la iglesia

Angélica González / Burgos
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La comunidad religiosa cree imprescindible que se recupere el plan director del monasterio que comenzó a elaborar la Junta y que incluiría la reforma del coro alto del templo y mejoras en los accesos y el archivo

 
 
El Monasterio de San Pedro de Cardeña acoge una de las muchas comunidades religiosas que en España se han puesto al día en cuestiones tecnológicas y de comunicación, tal es así que no solo dispone de una página en internet  donde puede encontrarse su tienda virtual (y en la que el ratón del ordenador se convierte en un pequeño monje) sino que también tiene presencia en las redes sociales más populares como Facebook y Twitter y un canal en Youtube. Hace apenas una semana se ha sumado a otra moda: la de los drones. Si uno entra en su web (www.monasteriosanpedrodecardena.com) puede contemplar las vistas desde el aire grabadas por este ingenio que ha hecho furor en las últimas fiestas de Navidad. Solo es necesario pinchar en un enlace que lleva por título Cardeña desde el aire. 
«Tuvimos la ocasión de conocer a una persona que quería grabar el monasterio desde el aire y le dimos la oportunidad de que lo hiciera no solo en la parte exterior sino también la interior», explica el hospedero y administrador, José Luis Galiana, quien afirma que la intención de ofrecer esta perspectiva a los visitantes no solo es fomentar el turismo por la zona sino que la novedad tiene también fines «espirituales, comerciales y vocacionales».
Y es que no es infrecuente que, a través de la red les lleguen noticias de jóvenes que sienten una inquietud espiritual; alguno, incluso, ha llegado a pasar en Cardeña varias temporadas. Pero, de momento, la comunidad no aumenta: en la actualidad está formada por 13 miembros (tres de ellos prestando servicios en otros monasterios), el más joven de 37 años y el mayor, de casi 88: «Gente probando hay todos los años pero es muy difícil en estos tiempos el compromiso, pero no solo religioso; muchas personas andan confusas y vienen aquí buscando cosas que no hay, rayando en lo esotérico y otros que sí parece que tienen una verdadera vocación pero a los que les cuesta soltar lo que tienen, como familia o trabajo».
Para lo que sí servirán estas imágenes rodadas desde el aire es para poner de manifiesto algunos de los desperfectos que presenta el monasterio de la orden trapense, a cuyos responsables les gustaría que desde la Junta de Castilla y León se retomara el plan director que en algún momento se inició en tanto que San Pedro de Cardeña es considerado un bien de interés cultural (BIC), y que recogía las necesidades más perentorias. Una de éstas es, ahora mismo, reparar la cubierta de la iglesia que, a pesar de que fue renovada en 2003, presenta en la actualidad un estado lamentable -como reflejan las fotografías- en el que ninguna teja ocupa el lugar que le corresponde debido a que se fijaron con espuma y el hielo la ha hecho desaparecer en apenas trece años.
 
temas PENDIENTEs. También la fachada principal precisa de una urgente consolidación -debido a que muchas de las piedras se han separado- al igual que las cornisas. En el listado de reformas pendientes, se incluyen, además, los techos y accesos al antiguo archivo y la restauración de la tribuna o coro alto de la iglesia, que se encuentra profundamente deteriorada hasta el punto de que no se permite el acceso y, no obstante, unos carteles manuscritos advierten del riesgo que se corre si se busca apoyo en las barandillas.  Todo en la zona abierta a las visitas, ya que los monjes se ocupan con sus medios de la parte en la que viven. Su arreglo se ha solicitado a  la Junta pero está en compás de espera.
Si se le pregunta a Fray José Luis Galiana por el montante al que podría ascender toda esta obra afirma sonriendo que no lo sabe pero que, en cualquier caso, «sería distinto si el cálculo se hace desde el monasterio o desde la Junta». Galiana va comentando la situación de San Pedro de Cardeña mientras pasea por la bodega  en la que descansa el vino Valdevegón gracias a cuya comercialización los monjes han podido sobrevivir en alguna época: «Hace cincuenta años nos ayudó a ser menos pobres. En 1967 se quemó el monasterio y ante la perspectiva de tener que marcharse, tuvieron que buscar métodos de subsistencia y no precisamente la cría de animales como habían hecho en los años 40 y era tan habitual en los  trapenses; entonces se pensó en la bodega, que estaba cerrada y llena de porquería y gracias a varios amigos enólogos de La Rioja se puso en marcha porque contaba con cualidades que la hacían útil, como una temperatura estable de 11 grados».
El vino de los monjes ha tenido épocas mejores, reconoce Galiana, como aquella en la que hasta la revista Vinoselección -«como el Círculo de Lectores pero de gastronomía», aclara el fraile- les compraba cosechas enteras y cuando los caldos de Ribera y del Arlanza no tenían la actual pujanza. Ahora, de una capacidad para 200.000 botellas apenas tienen entre 50.000 y 60.000, varias de un gran reserva de 1995.
En cualquier caso, su comercialización supone el 15% de los ingresos con los que vive la comunidad. El resto les llega de la hospedería, en la que nunca faltan clientes; la tienda (con el famoso licor Tizona, queso, chocolate, libros, cerámica), encargos de misas -ya no celebran bodas, suponían un gran desbarajuste para la vida del cenobio-, las pensiones de los monjes jubilados y las limosnas, «que alguna cae»: «Por suerte, no estamos en números rojos».