Chamames de occidente

Laura Romero / Burgos
-

Ramón Giral, intensivista del HUBU y secretario de la asociación Milpa, viajará en noviembre a Guatemala con un equipo sanitario que ofrecerá atención médica y quirúrgica a la población indígena

El doctor Giral (sentado), en la Clínica Nueva Esperanza de la aldea de Chaculá. - Foto: Milpa

Cuando un país con un porcentaje del 60% de población indígena, sufre altas tasas de pobreza, analfabetismo, mortalidad infantil y materna y, además, sus habitantes padecen marginación y no tienen fácil acceso al sistema de salud, la comunidad está pidiendo ayuda. Un especialista en Medicina Intensiva en el Hospital Universitario de Burgos (HUBU), se hizo eco de la necesidad de auxilio y decidió aportar su granito de arena a esta situación.

El médico Ramón Giral forma parte de la Unidad de Cuidados Intensivos del HUBU, y es, además, secretario de Milpa, Asociación para el Desarrollo de las Comunidades más Desfavorecidas. Esta ONG surgió en 2000 tras el huracán Mich y desde entonces desarrolla actividades y proyectos en Huehuetenango, en el noroeste de Guatemala, para atender los problemas sanitarios de comunidades indígenas.

Cada año, Giral se desplaza allí con cooperantes de la asociación, especialmente médicos del HUBU y Atención Primaria, para colaborar en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades comunes, además de preparar proyectos de intervenciones quirúrgicas, dedicados especialmente a cirugía plástica y maxilofacial de malformaciones congénitas, secuelas de quemaduras o problemas traumatológicos. Todo ello con ayuda de la plantilla local.

El lugar en el que trabajan es el Hospital Diocesano de la ciudad de Jacaltenango, el único de la zona. Cumple los requisitos mínimos de seguridad y posee la infraestructura imprescindible para trabajar. «En Guatemala la riqueza está mal repartida y los indígenas no tienen acceso al sistema sanitario porque están alejados de los centros, son pobres y marginados, y nosotros queremos paliar estas carencias», concede el facultativo.

Jornadas Quirúrgicas para las Comunidades Indígenas. En el año 2010 se inició un proyecto: las Jornadas Quirúrgicas para las Comunidades Indígenas, en las que colaboran médicos del HUBU y del Hospital La Paz de Madrid. Esta iniciativa surgió cuando Giral y otros miembros de Milpa observaron en sus visitas a estos colectivos que había gran cantidad de malformaciones congénitas que requerían cirugía.

Así, decidió ponerlo en marcha y se ha desarrollado en dos fases hasta ahora. La primera tuvo lugar en marzo de 2010, en la que se atendieron 116 casos y se operaron más de 50. Contó con un anestesiólogo, un intensivista y dos traumatólogos del Complejo Asistencial de Burgos y una cirujana maxilofacial y otra plástica del Hospital La Paz de Madrid. La segunda fase se realizó en noviembre de 2012, con unos 100 pacientes atendidos en consulta y 44 operados de manera programada.

Debido a la imperiosa necesidad de atención sanitaria, está en proceso una tercera fase que tendrá lugar a mediados de noviembre. Este año, contarán con la presencia de Giral y otro compañero de Cuidados Intensivos del HUBU y 2 o 3 cirujanos de La Paz de Madrid, entre ellos, el jefe del servicio, César Casado, que lo fue, durante años, del hospital burgalés y que ya colaboró en la anterior jornada.

Tienen previsto estar en Jacaltenango unos 12 días. Sin embargo, el médico burgalés aprovecha el viaje para quedarse más tiempo «y hacer otro tipo de consultas clínicas, diagnósticos y ayuda en la formación». De acuerdo a los datos manejados en acciones anteriores, estima que atenderán a 100 pacientes preseleccionados por las ONG locales y practicarán más de 40 intervenciones.

Financiación: recursos propios y contribución privada. «Creemos que en estos tres meses podemos organizarnos y esperamos conseguir financiación suficiente», declara el representante de Milpa. En las pasadas fases contaron con ayudas del Ayuntamiento de Burgos, que aportaba unos 30.000 euros, pero este año no se benefician de estas subvenciones. Por tanto, la financiación de la tercera jornada estará formada por fondos propios y la contribución privada que puedan conseguir. «El dinero del proyecto se destina exclusivamente a gastos del hospital, aportación económica a indígenas en sus estudios médicos, material y personal sanitario», asegura. La estancia, el viaje, el material que traen de España y otros posibles gastos propios lo financian de su bolsillo.

Así, desde el surgimiento de Milpa hace 14 años, se han creado varias actividades de colaboración sanitaria en Guatemala. En los últimos tiempos, destacan dos que se están desarrollando de forma continuada: la primera, de apoyo a las comadronas tradicionales, responsables de la atención de la mujer en las aldeas; y la segunda, de ayuda a los promotores de salud, es decir, agentes voluntarios originarios de las propias comunidades y nombrados por la población.

Desde Burgos y a través de su organización, los miembros de Milpa cooperan con ellos en reuniones, viajes, formación y aportación de medicina moderna. «Nosotros proporcionamos este tipo de medicamentos, pero también contamos con la medicina tradicional maya, que es la que utilizan allí», detalla Giral.

A día de hoy, canalizan la ayuda a través de dos ONG locales guatemaltecas: LUNA, asociación de Comadronas Tradicionales; y APROSUVI, organización de promotores de salud comunitarios. Ambas juegan un papel muy importante en los proyectos que desarrolla Milpa de atención primaria e intervención quirúrgica. Desde allí se encargan de la detección de casos en las aldeas, acompañan a los indígenas al hospital y les traen de vuelta, les ofrecen apoyo psicológico cuando tienen que ser intervenidos, traducen el diagnóstico y la información de los médicos al dialecto maya y envían todos los datos pertinentes a la asociación de Burgos para que tengan una base sobre el número de intervenciones y consultas que deberán realizar en Huehuetenango.

«Tratamos casos que puedan tener solución y que se adapten al grupo de médicos que nos trasladamos allí», justifica el intensivista. Así, atienden a un número de pacientes que se ajusta a la infraestructura del hospital, en ocasiones carente de instalaciones para cirugías que requieren un mayor período de recuperación y cuidados intensivos.

Valoración y gratitud. Las comunidades indígenas, conocedoras de la gran labor social que realiza este equipo al emprender cada año un largo viaje, valoran la cooperación ofrecida y, en la medida de sus posibilidades, siempre quieren demostrarles su gratitud: «Cuando visitamos las aldeas, nos invitan a comer y nos ofrecen lo mejor que tienen». Además, mediante los intérpretes les dicen que ellos, a través de sus acciones, les han cambiado la vida. Sobre todo porque hay problemas de malformaciones congénitas que hacen que aquellos que los sufren, queden excluidos y marginados. «Si conseguimos solucionarlo, acceden a una vida mejor», cuenta.

Ahora bien, la labor de Milpa se construye con los años. Aunque la organización ha trabajado también en la comunidad saharaui, el apoyo fundamental lo han ofrecido en Guatemala. En las primeras visitas a un determinado país en vías de desarrollo no se entiende la idiosincrasia de las comunidades desfavorecidas. El conocimiento completo se produce cuanto más tiempo se asiste a esa zona concreta. Giral explica que «el peligro que corremos los que vamos es el de arrollar con las ideas preconcebidas».

Considera que lo más importante de esta acción cooperativa es respetar su cultura, forma de vida y concepción del mundo. «Y eso sólo se consigue viajando todos los años», añade. Todos los miembros del equipo médico que se traslada anualmente a Guatemala, expertos en mejorar vidas de los que más lo necesitan, cumplen su cometido con humildad. Ramón Giral, que aporta su granito de arena en estos proyectos, asegura que la suma de las prodigiosas manos que colaboran cada año hacen que Milpa pueda seguir luchando por la salud en Guatemala.